(Buenos Aires) Araceli Otamendi
Durante la última visita del escritor mexicano Carlos Monsiváis a la Argentina * pude dialogar con él durante la conferencia de prensa que ofreció en la Embajada de México. En principio brindó una entrevista pública y luego pude hablar con él de otros temas más relacionados con la literatura argentina. Se habló de distintos temas: la situación de Bolivia - en esos días la crisis boliviana estaba en uno de sus punto más álgidos, la cultura, el cine, el teatro, la literatura, los nuevos medios electrónicos, entre otros.
Entrevista a Carlos Monsivais
El escritor mexicano Carlos Monsivais visitó Buenos Aires en el mes de junio.
Es periodista, cronista, ensayista y narrador. Nació en la Ciudad de México el 4 de mayo de 1938.
Estudió en las facultades de Economía y Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México –UNAM.
Ha trabajado en Radio Universidad; fue director de la colección de discos Voz Viva de México de la UNAM. Ha sido investigador en investigaciones Históricas del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ha impartido cursos y conferencias en universidades estadounidenses.
Ha colaborado en Medio Siglo y Estaciones - secretario de redacción-, Proceso, Unomásuno, Nexos y La Jornada –cofundador-, La Cultura en México - cofundador y director-, México en la Cultura, El Gallo Ilustrador y Personas, entre muchas otras publicaciones periódicas.
Fue becario del Centro Mexicano de Escritores, de 1962 a 1963, y de 1967 a 1968, y del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard, en 1965; ingresó al Sistema Nacional de Creadores Artísticos como creador emérito, en 1994.
Ha recibido el Premio Nacional de Periodismo, en crónica, en 1977. El Premio Jorge Cuesta, Gobierno de Estado de Veracruz y Ayuntamiento de Córdoba, 1986. Premio Manuel Buendía, 1988. Premio Mazatlán de Literatura, 1988, por Escenas de Pudor y liviandad.
Ha publicado numerosas obras: antologías, biografías, crónicas, cuentos y ensayos.
Es periodista, cronista, ensayista y narrador. Nació en la Ciudad de México el 4 de mayo de 1938.
Estudió en las facultades de Economía y Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México –UNAM.
Ha trabajado en Radio Universidad; fue director de la colección de discos Voz Viva de México de la UNAM. Ha sido investigador en investigaciones Históricas del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ha impartido cursos y conferencias en universidades estadounidenses.
Ha colaborado en Medio Siglo y Estaciones - secretario de redacción-, Proceso, Unomásuno, Nexos y La Jornada –cofundador-, La Cultura en México - cofundador y director-, México en la Cultura, El Gallo Ilustrador y Personas, entre muchas otras publicaciones periódicas.
Fue becario del Centro Mexicano de Escritores, de 1962 a 1963, y de 1967 a 1968, y del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard, en 1965; ingresó al Sistema Nacional de Creadores Artísticos como creador emérito, en 1994.
Ha recibido el Premio Nacional de Periodismo, en crónica, en 1977. El Premio Jorge Cuesta, Gobierno de Estado de Veracruz y Ayuntamiento de Córdoba, 1986. Premio Manuel Buendía, 1988. Premio Mazatlán de Literatura, 1988, por Escenas de Pudor y liviandad.
Ha publicado numerosas obras: antologías, biografías, crónicas, cuentos y ensayos.
¿Cómo ve la crisis que está viviendo Bolivia?
Es parte de toda una situación de exasperación, de hartazgo, de comprensión de hasta qué punto las movilizaciones sí cuentan. Es ahora lo que se llama empoderamiento. Lo que estamos viendo en Bolivia es la decisión de una colectividad de empoderarse y de aceptar que pueden lograr sin la revolución, un gran cambio. Desde luego esto se da en un proceso complicadísimo con toda una situación previa de racismo que es la historia de Bolivia y que también aquí se manifiesta con la desaparición de todas las formulaciones tan pobres, tan patéticas de un intento de asirse de una ley que simplemente no se ejercía ni tenía que ver con las circunstancias presentes. Sin que pueda profetizar, porque creo que esa es una actividad que está negada en este momento en América Latina, se puede profetizar de un minuto a otro, pero yo creo que ya es muy claro que ya América Latina, en países con tal densidad de pobreza, no van a aceptar fórmulas de aquietamiento como antes. Lo que estamos viendo es el tránsito de una de las grandes fórmulas de contentamiento a una versión de la sociedad mucho más agitada, por momentos profundamente dividida pero donde los grandes sectores están cada vez más concientes de su fuerza, sin que tenga que ver ya la revolución como la meta que lo transforma todo; es decir la revolución como lo que fue todavía en los años 60. Sin que se piense en la toma del poder como una hazaña estilo soviético sino por otras vías. Lo de Bolivia, lo que también está pasando en Ecuador, en Nicaragua también. Todos esos estallidos dan idea de hasta qué punto el neoliberalismo extremo da su nombre a una política económica trituradora que no ha funcionado. Cómo dentro de esta borrasca, se piensa que el poder de una sociedad movilizada es una respuesta. Esto creo que va a afectar a todos los países. Argentina vivió una crisis poderosísima y México estuvo a punto de vivirla ahora con el proceso de desafuero.
El que no se haya continuado me pareció una solución civilizada porque se iba a un enfrentamiento ya muy serio. Los que nos oponíamos al desafuero lo sabíamos.
Sobre el desempleo en América Latina
Creo que el desempleo que se está viviendo en América Latina ya no admite las fórmulas de apaciguamiento de los ánimos a través de la demagogia, se han cancelado. Y lo que viene es el modo en que las sociedades enfrentan el desempleo, el ecocidio, la dependencia absoluta en lo que toca a fuga de capitales, etc. Y la única manera es el empoderamiento que se da en la sociedad y cuya traducción legal sí exige a los partidos políticos, pero que viene primero de una decisión social.. Es muy evidente que la pobreza que se vive exige soluciones que podríamos llamar progresistas, el adjetivo, tuvo una carga sectaria, de creencia mágica en la revolución con mayúsculas. Pensar en que se puede seguir gobernando a base de posponer los problemas, es ridículo. Las multitudes no se van a desgastar, porque la situación ha llegado a un límite.
La globalización y la identidad
La americanización está en todas partes. En México, como también en otros países, se procede mexicanizando la americanización. Hay un núcleo que no se toca. En donde el lenguaje forma parte de las tradiciones muy representadas por la familia, la historia y la conciencia de las leyes que ahora es cada vez más aguda. Todas estas crisis han despertado una cultura jurídica que ante no existía. Todo eso también se apoya en el modo en que se mexicaniza la americanización. Si bien es cierto que la cultura nacional ha cambiado, radicalmente también se puede afirmar que mucho de la cultura nacional persiste. Eso tiene una zona de quebrantamiento que es la falta de lectura. Ahí si, creo que como en el resto del mundo eso sí contribuye drásticamente a modificaciones de grave intemperancia. Sigo convencido que es en la lectura donde radica mucho de la articulación esencial de una sociedad.
La identidad se tiene o no se tiene. Es algo que sí se va modificando, tiene que ver con una descripción de lo que pasa en mi país.Podría adscribirlo a formas permanentes que con las distintas lecturas de las generaciones van adquiriendo otra identidad. El muralismo, tan importante de Diego Rivera, de Clemente Orozco, de Siqueiros en la década de 1920 a 1930 fue una manera de afirmar el nacionalismo y la constancia de la existencia del pueblo. Luego se volvió un espectáculo turístico lo que había que ver para saber que se había estado en la Ciudad de México o en Guadalajara. Ahora es un hecho estético, en cambio una pintora que en los años 50 era consideraba importante pero marginal, es ahora central, que es Frida Kahlo. Todo ha ido cambiando. Ahora, en este momento, Frida Kahlo y Juan Rulfo tienen que ver con la esencia de la identidad de un modo casi irrefutable y otros que habían sido considerados en ese sentido, ya no. Todo es tan cambiante que si mi trabajo tuviera que ver con algo fijo sería un fracaso, prefiero para eso que sea un fracaso por sus propios méritos.
El teatro y el cine en México
En materia teatral hay muchísimos grupos, no diria que tantos como en la Argentina pero lo que ha imperado en los tiempos recientes son las franquicias de "El fantasma de la Ópera" o "Los miserables". Y los grupos más de vanguardia no han creado todavía un público importante. Hay ansiedad de hacer teatro pero al mismo tiempo y debido al poderío de la televisión hay una incapacidad retentiva de los mejores actores, que se van posiblemente a la zona de las telenovelas, pero si no se van se sienten tan frustrados al carecer de público que hacen de su vida una telenovela (risas).
En el cine parece más interesante lo que está sucediendo, porque se descubrió que había un gran público, no sólo nacional para las situaciones de violencia urbana, de violencia de lenguaje y de ansiedad migratoria. Todo esto, sobre todo desde "Amores perros" y "Tu mamá también" ha fomentado la esperanza no de un cine nacional sino de un cine radicado en México cuyos mejores integrantes están emigrando. Se ha convertido en una zona de esperanza con una capacidad crítica que ha sido muy ayudada por los intentos de censura. El caso más interesante es "El crimen del padre Amaro", una película importante, que por el tema, basado en una novela del sigloXIX, tenía situaciones que molestaron a la derecha y a la jerarquía católica. Hay un sacerdote en la película que tiene una relación con una joven, hay un aborto, hay un obispo que es muy amigo de un capo del narcotráfico. Eso pareció muy ofensivo porque se pensó que se generalizaba, que era un proceso abierto contra la iglesia católica, entonces declararon uno tras otro ciento seis obispos en contra de la película, declaró la comisión episcopal, hubo una movilización en las parroquias, se distribuyeron volantes, varios políticos del partido conservador dijeron que era una película que ofendía al pueblo mexicano. Y lo que sucedió fue que se estrenó la película y ha sido el mayor éxito del cine nacional, al grado que la comisión episcopal dijo que era la última vez que ayudaban sin querer a un producto.
Se habló del analfabetismo religioso de los mexicanos y también del ateísmo funcional. Todo esto le da fuerza al cine en la medida en que demuestra que hay temas que importan y que la discusión o el debate enriquece las perspectivas.
Esto habla de una derrota de la censura como cuando la derecha hace doce años trató de prohibir a "Los Simpsom" porque envenenaba la niñez. Si la niñez está envenenada no tengo capacidad de saberlo (risas).
Los Simpsom han sido el mayor éxito no tengo dudas.
La censura, de una manera obvia, ya no es posible. La vitalidad del habla es un asunto muy importante, que sólo se está dirimiendo como un hecho constitutivo en el cine.
Como se lee poco, el habla violenta en los libros no importa tanto. Un cuarto punto, ya la idea de una cinematografía nacional en el caso de México no funciona, estrictamente.
Con respecto a la lectura, ya que mencionó varias veces el tema, cómo ve la incidencia de los nuevos medios en internet con respecto a la lectura tradicional y por otro lado, en su libro "Aires de familia" usted menciona que en los paises de América Latina, cómo podría reducirse el problema de la falta de lectura, por falta de bibliotecas públicas, y también por una especie de "determinismo"
o donde hay prejuicios también ...
Hay muchísimos que nunca han entrado a una librería, que la ven como una zona sagrada.
Lo de internet, por un lado, ha despertado la curiosidad, ha creado una información planetaria importantísima. Desde el punto de vista del ejercicio óptico, se lee mucho más tiempo.
Generaciones que se habían asido únicamente a las imágenes, se abisman en internet. En América Latina el número de los que tienen acceso a internet, es proporcionalmente muy limitado. Sin duda, la curiosidad ahora se llama internet, no se puede ser curioso sin pasar por el internet. Pero tiene el problema de la fragmentación, el libro sigue siendo un flujo que crea un ritmo de concentración, un ritmo de obtención, de hallazgos, una sucesión de secuencias en donde se confirma el sentido del lenguaje y se forman los puntos de vista. Internet sirve muy bien a esta ilusión posmoderna de los fragmentos pero no la formación radical, por otro lado, lo que está pasando en América Latina es que la curiosidad por las ciencias se ha intensificado y eso es un fenómeno de lo más importante, aunque en todos los países la atención presupuestal en ciencia y tecnología sea tan insuficiente.
¿Ha surgido una nueva generación de escritores en México?
Claro que sí, todo el tiempo. El tema es enterarse de lo que están publicando. Lo que ha fallado no es la producción literaria, lo que ha fallado es la capacidad de informar lo que se publica. La cantidad de suplementos literarios que hay en México hablaría de un sistema de información. Pero no lo hay. Acaso el dos por ciento de los libros que se publican merecen reseñas críticas. Creo que el problema principal de la difusión cultural es la información, supongo también que algo así pasa en la Argentina, se publica mucho más que lo que se cubre debidamente y algo así también pasa en Colombia. Hay una enorme cantidad de libros que se produce en México y uno no se entera, ni siquiera yendo a librerías. Porque en las librerías está la sentencia fatídica: si a los dos o tres meses no se vende el libro, desaparece.
Sé que hay nuevos escritores pero los que conozco ya cumplieron cuarenta años. Los más jóvenes tienen que esperar la marea de la suerte y es que los premios internacionales los favorezcan, porque de otra manera no se conocen. Y esto que en narrativa es dramático en el caso de la poesía es asfixiante porque hay muy buenos poetas pero no se descubren, ni siquiera hay noticias de la aparición de los libros. Hay una relación entre la desatención de lo que se produce en las publicaciones y la sensación de que la literatura ya no
importa socialmente.
¿Algunos nombres de escritores?
Sí, Cristina Rivera Garza, Jorge Volpi, Ignacio Padilla son nombres de gente que está trabajando con profesionalismo. Volpi tiene el libro En busca de Klingsor que ganó un premio en España. De la generación joven era uno de los más relevantes. Hay una generación de escritoras muy interesantes, no con éxitos como el de Como agua para chocolate de Laura Esquivel. Ellas sí han conformado un público propio. El problema aquí es la fuerza de la industria editorial española, también aquí en la Argentina. Los autores tienen la necesidad de tener presencia en la industria editorial española para también tenerla en América Latina.
Cómo vio desde México la crisis que se vivía en la Argentina en el 2001
Buenos Aires es una ciudad distinta, para usar el término ya clásico, una ciudad imaginada. Una ciudad que encuentra en la insurrección social su refundación. Eso nos interesó, porque además no es que fuera un interés sociológico o político, es que la televisión mexicana desplegó lo que pasaba aquí de una manera abundantísima en gran parte porque tenía que ver con los bancos, las mujeres que reclamaban, las escenas de dolor, la compasión ante la autocompasión, la fuerza de la rebeldía, el momento en que se transforma una sociedad de quejosos al mando de sus propios derechos. Todo esto se siguió muy apasionadamente en México. Lo que vimos fue una Buenos Aires de la que previamente no se tenían noticias, una continuidad, no tan poderosa, pero que sí dura un tiempo para hacer ver que la sobrevivencia es el principio de la refundación de todas las sociedades y ahí en el caso de México no se ha dado así. Se da todos los días, de varias maneras, procede como violencia urbana, como inundación demográfica. El metro transporta a diario cinco millones y medio de personas, una cifra torrencial. Procede como variedad de espectáculo, es imposible aburrirse en la ciudad de México. Ver a un faquir en el metro, cómo desenrrolla una manta con clavos y luego ver la indiferencia con que están contemplando la escena. Ver cómo se da todo y cómo hay una mirada selectiva que registra lo que verdaderamente sorprende. Todo eso habla de una sociedad que encuentra en la abundancia de motivos de sobrevivencia aquéllos que le parecen más importantes. Lo de Buenos Aires fue muy concentrado. Para que la televisión mexicana le dedicara diez o quince minutos a todo lo de los bancos, es que en los bancos está la raíz de los anunciantes.
¿Qué escritores argentinos ha leido, cuáles le gustan más?
En mi infancia leía a Constancio C. Vigil, que fue para mi una pesadilla y que mi familia consideraba una bendición. Leía una serie que se llamaba Vida espiritual. También toda mi infancia, leía el Billiken, exhaustivamente. Por algún extravío que no logro calificar, leí en mi infancia "Una excursión a los indios ranqueles" de Lucio V. Mansilla, que sí creo que es una de las hazañas de mi niñez. También el Martín Fierro, la vida y hazañas de "este gaucho perseguido que padre y marido ha sido". Y luego el deslumbramiento que fue Borges, porque Borges es una manera de entender el lenguaje como una consagración, la inteligencia, el sonido, la ironía. Aprender ironía de Borges es un curso intensivo que no termina nunca. Leí también a Victoria Ocampo, los testimonios de Victoria Ocampo.
Destaco a Victoria Ocampo, su manera de asistir a una iglesia de Harlem, o de hablar con Eisestein, su manera de ir de Kieserling a Virginia Woolf, Victoria Ocampo es de veras un ejemplo de interés que uno nunca termina de admirar. También leí a Bioy, a Silvina Ocampo. De Bioy oí relatos de una amiga suya, Elena Garro, que lo tiene como personaje de un libro interesante. Lo que se leía de Argentina en México, en mi tiempo, era muchísimo. Incluso tardé, eso sí, en llegar a Roberto Arlt. también tardé en llegar a González Tuñón.
¿Por qué motivo tardó en llegar a leer a estos dos autores?
No se conseguían. La editorial Losada no circulaba tanto como la editorial Sudamericana o la revista Sur. Esto no es una experiencia personal sino generacional.
¿ Cuál es su opinión de la obra de Roberto Arlt?
Me gusta muchísimo. Encuentro en su obra una vitalidad, una imaginación enorme, también en Onetti, que es otro de mis íconos, como ahora se dice.
Otros autores que leía antes se me han caido, como Mallea o Murena. Pero los que le nombré perduran.
¿Leía seguido la revista Sur?
Sí, la leía devotamente, la tengo casi completa y ese casi, lastima mi vida (risas).
© Araceli Otamendi – Todos los derechos reservados
*esta entrevista fue publicada originalmente en la revista Archivos del Sur en 2005.
Carlos Monsivais murió en México el 19-6-2010
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