viernes, 25 de noviembre de 2022

Entrevista a Javier Claure Covarrubias, miembro de la Academia Norteamericana de la Literatura Moderna Internacional (ANLMI)por Miguel Esteban Torreblanca

 

Javier Claure Covarrubias 

Javier Claure Covarrubias nació en Oruro, capital folklórica de Bolivia. Es miembro del Pen-Club Internacional, de la Unión Nacional de Poetas y Escritores de Oruro (UNPE), de la Sociedad de Escritores Suecos, del Movimiento Poético Mundial (World Poetry Movement), del Liceo Poético de Benidorm (España), de la Asociación de Escritores de Madrid (AEM) y miembro de número (300-ES-026) de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna, Capítulo España. Ejerce el periodismo cultural. Fue uno de los organizadores del Primer Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos en Europa (Estocolmo, 1991). Sus poemas han sido publicados en varias antologías y ha participado en Festivales Internacionales de Poesía. Formó parte de la redacción de las revistas literarias “Contraluz” y “Noche Literaria”. Durante los últimos 13 años ha asistido al discurso Nobel del Premio Nobel de Literatura en Estocolmo, como también a las charlas del Premio Nobel de Literatura en la Biblioteca de Rinkeby, evento que se lleva a cabo para los estudiantes de los Colegios Askeby y Bredby.

Publicaciones: “Preámbulos y ausencias” (2004), “Con el fuego en la palabra” (2006), “Extraño oficio” (2010), “Réquiem por un mundo desfallecido” (2014) y “De Escandinavia a los Andes” (2016).

Miguel Esteban Torreblanca- ¿Puede explicarnos el título de tu último poemario ¿Y quién es el que canta? y la esencia del libro?

Javier Claure Covarrubias- El título de mi último poemario es “Réquiem por un mundo desfallecido”. En este libro hay varios poemas de contenido social. Y hacen alusión a ciertas injusticias que se han cometido a lo largo de la historia de la humanidad.

Por ejemplo hay un poema dedicado al continente africano, otro a Palestina, otro que titula “Pertenencia quechua” y hace referencia a la usurpación del Litoral boliviano. “La Palliri”, que significa en quechua recolectar, es una mujer que trabaja fuera de la mina y recolecta o separa, a martillazos, el mineral de las piedras. Este poema está dedicado a esa mujer que trabaja de sol a sol, pero en su canasta de mimbre; sigue ardiendo el fuego de la Inquisición.

Otro poema está inspirado en el “Tío de la mina”, personaje mítico en las minas de Bolivia. Y por supuesto, no podía faltar un poema dedicado a la mujer, al cambio climático, etc.

P- ¿Qué le da la poesía frente a la narrativa?

R- Son dos géneros literarios totalmente diferentes. La narrativa cuenta una historia o un acontecimiento. Cuando se trata de un cuento hay una estructura: el principio, el nudo y finalmente el  desenlace. Los textos narrativos son largos, pueden contener varios personajes y los hechos están encadenados. En la narración se utiliza un lenguaje coloquial. Generalmente no se puede repetir palabras, no tiene rima, musicalidad ni tampoco tiene que ser tan expresivo.

En cambio la poesía expresa sentimientos. Es decir, si el poeta escribe versos acerca de la soledad, lo que transmite es aquello que la soledad produce en su universo interior. ¿Qué me da la poesía? Pues, romper con todas las reglas ortográficas y no ortográficas del idioma español. Me da la posibilidad de introducir repeticiones, rima, musicalidad, alusiones, expresiones personales, alterar el significado de las palabras, inventar palabras, utilizar imágenes, comparaciones, metáforas, etc. Por ejemplo, puedo dar vida a los objetos. Puedo hacer hablar a los árboles y a mis zapatos. Puedo hacer volar a las casas y a los postes de luz.

Pero también me da la posibilidad de utilizar un lenguaje coloquial. La poesía se puede escribir en verso o en prosa. En resumidas cuentas, la poesía no tiene límites.

P- ¿La poesía es hija de la inspiración o del trabajo?

R- La poesía, según mi opinión, es el género literario más difícil porque no se deja seducir fácilmente. Hay que leer y escribir muchísimo para escribir buena poesía. Pero también hay que tener ciertos conocimientos de las “herramientas poéticas” para que un poema tenga el efecto deseado. No hay ninguna definición ni receta para escribir poesía. Paul Auster, escritor y guionista norteamericano, dijo alguna vez: “Los genios precoces no existen en la literatura”. Entonces tomando en cuento todo esto, la poesía es 20 % de inspiración y 80 % de trabajo.

P- ¿Qué concepción tiene de la poesía? ¿qué meta debe alcanzar este arte y qué puede cambiar?

R- Aparte de lo que nombro en la pregunta número dos, la poesía se expresa de un modo estético. Y en el mejor de los casos debe alcanzar, o más bien dicho, crear procesos de sensibilidad en el lector. No sé si la poesía pueda cambiar algo, pero estoy seguro de que hace reflexionar.

P- ¿Qué consejo daría a los jóvenes poetas que están empezando?

R- Les diría que lean mucha poesía, que escriban mucho y, sobre todo, que tengan conocimiento de las herramientas necesarias para escribir poesía. Así podrán quebrar las reglas de un idioma. Además, les diría que no se apresuren en publicar un poemario, solamente por tener un libro publicado. Que publiquen sus poemas cuando realmente se sientan maduros para expresarse a través de la palabra escrita. Es bueno tener paciencia porque el trabajo de crear poesía es arduo.

P- Ha logrado numerosos premios literarios. ¿Cree que esos poemas que le consagraron ganador fueron tus mejores poemas?

R- No tengo ningún premio literario. Nunca he enviado mis poemas a un concurso literario, pero he logrado que mis poemas sean publicados en periódicos, en revistas y en sitios digitales de importancia. También he participado en Festivales Internacionales de Poesía.

P- Pessoa decía que “la vida no basta, por eso existe la literatura”. Para usted ¿escribir es una necesidad; y cómo justifica los largos periodos de silencio?

R- Sin lugar a dudas, la poesía para mi es una necesidad existencial. En los periodos de silencio me dedico a la lectura, a escribir en borrador, a pensar nuevas formas de poesía. Siempre me pregunto ¿qué puedo escribir yo que no se haya escrito?

P- ¿Cómo es su propio proceso a la hora de escribir poesía?

R- No creo que la poesía se pueda crear de un tirón. En mi caso, el proceso de escribir se da en etapas. Tengo en casa cantidad de hojas sueltas en donde he ido escribiendo versos, pensamientos, pequeños poemas, ideas, apuntes, etc. A veces he perdido esas hojas o se me han traspapelado, y me entra una cólera del diablo.  Para evitar eso, he comprado un cuaderno y ahora escribo ahí. En todo caso, escribo primero en papel. Después de un tiempo reviso lo que he escrito, y le voy dando forma al poema.

A veces puedo escribir un poema bastante rápido porque, como menciono arriba, utilizo versos que ya están trabajados. Sin embargo, sigo borrando palabras, suelo añadir nuevas palabras, verbos, adjetivos, borro estrofas, leo en voz alta, etc. Pero antes de que se agujeree el papel de tanto corregir y se me escurra el poema por el hueco, copio el poema en la computadora. Y allí, sigo machacando al oficio hasta que finalmente me quedo contento con un poema.

P- ¿Qué poetas son sus referentes y autores de cabecera?

R- A pesar de haber leído a muchos poetas, creo que no tengo referentes.  Pero me gusta la poesía de Antonio Machado, Miguel Hernández, José Martí, Gabriel Zelaya, Jaime Sáenz, Nicanor Parra, Raúl Zurita, Antonio Gamoneda  y un largo etcétera.

P- ¿Quién es Martin Lorenzo Paredes Aparicio?

R- No sé quién es.

P- ¿Eres escritor a tiempo completo o te dedicas a tu profesión?

R- No soy escritor a tiempo completo porque trabajo. Y en el devenir de la vida, robo tiempo al tiempo para escribir. Aparte de poesía, escribo artículos culturales, ensayos, crónicas, etc.

P- Tienes  ya varios  libros ¿Cuál dirías que es el más especial para ti y por qué?

R- Tengo cinco libros publicados. Mi primer libro “Preámbulos y ausencias” se publicó el año 2004. Y para mí es muy especial porque se publicó en Bolivia cuando estuve allí de vacaciones. Lo presenté en la ciudad de  Oruro, en Cochabamba y en la Feria del Libro en Santa Cruz. Fue muy emocionante porque familiares, amigos, escritores, poetas y gente que me conocía de niño estuvieron presentes.

P- He tenido la oportunidad de leer tu último  libro, y me pareció maravilloso ¿Cuál es el rincón favorito de tu mundo?

R- Si te refieres al rincón donde escribo, pues te diré mi escritorio, una biblioteca, un lugar cerca de la naturaleza, etc. En otras palabras, un lugar que no sea bullicioso. En casa, a veces, suelo escuchar música clásica como música de fondo para escribir.

P- ¿Cuál es tu escritor favorito?

R- Cuando me preguntan eso, no sé qué contestar, porque hay tantos escritores y poetas buenos que no se los puede excluir. Pero… para seguir el orden de esta entrevista, te contestaré Miguel Hernández.

P- ¿Por qué?

R- Para empezar, te diré que no escribo poesía hermética. No soy partidario de ese estilo. Tengo los pies bien puestos sobre la tierra y escribo, entre otras cosas, sobre  los acontecimientos de este mundo que nos ha tocado vivir.

No se puede ser indiferente ante las injusticias sociales, ante el hambre que existe en el mundo, ante los atropellos que se siguen cometiendo en nombre de la democracia, ante las falacias, tamaño barcos, de la prensa mundial, ante un sistema económico darwinista, etcétera. El mundo arde por todas partes.  Y como si fuera poco, estamos al borde de una guerra nuclear.

Miguel Hernández, en este contexto, conocía el dolor y la tragedia del proletariado de su patria que lo vio nacer.  La poesía para él, era “sinónimo de esencia del pueblo”. Una dedicatoria a su amigo Vicente Aleixandre, reza: “Vicente: a nosotros que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres. El pueblo espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo”.

Citaré, tan sólo, dos de sus poemas para ilustrar el compromiso con su pueblo. En el poema “Aceituneros”, se puede observar a una sociedad bien marcada por las clases sociales en el sentido más clásico de la palabra. Los agachados, los escupidos y los ninguneados  que trabajan para los grupos de prestigio y de poder económico.

Así protesta la poesía hernandina: “Andaluces de Jaén/ vuestra sangre, vuestra vida/ no la del explotador/ que se enriqueció en la herida/ generosa del sudor. No la del terrateniente/ que os sepultó en la pobreza/ que os pisoteó la frente/ que os redujo la cabeza…”.

En otro poema titulado “El niño yuntero” denuncia la tremenda injusticia social a la que un niño trabajador se expone. Hoy en día, en pleno siglo XXI, aún existen millones de niñas y de niños que trabajan en condiciones infrahumanas a expensas de su salud y de su educación.

Miguel Hernández, hombre de gran sensibilidad, supo captar las aristas más dolorosas de la vida. Y escribe refiriéndose al niño yuntero de la siguiente manera: Carne de yugo, ha nacido/ más humillado que bello/ con el cuello perseguido/ por el yugo para el cuello/ Trabaja, y mientras trabaja/ masculinamente serio/ se unge de lluvia y se alhaja/ de carne de cementerio…”.

La poesía de Miguel Hernández está impregnada de humanismo. Fue un poeta rebelde y contestatario. Desde su pluma lanzaba certeras palabras que aún llegan a lo más profundo del corazón, creando procesos de sensibilidad en los lectores. La poesía del poeta oriolano se mete en el alma de los seres humanos, porque está nutrida de aquello que es esencial para el hombre.

(c) Miguel Esteban Torreblanca 

Autor de la entrevista Miguel Esteban Torreblanca 
Entrevista publicada inicialmente en Otro Mundo Es Posible

viernes, 11 de noviembre de 2022

El filósofo y escritor francés Jean Paul Enthoven presentó su libro en Buenos Aires

 


Jean Paul Enthoven





tapa del libro Blanche



Jean Paul Enthoven y Pablo Sirvén




                   Patricia della Giovampaola D´Arenberg con Dominique
                      Zigliaria, cónsul honorario de Francia y Agustín Vignoni

(Buenos Aires) Araceli Otamendi 

El escritor y filósofo francés Jean Paul Enthoven presentó su libro Blanche editado por Emecé junto al periodista de La Nación Pablo Sirvén ayer, en el Lounge del Alvear Palace, junto a un pequeño y selecto grupo de invitados.

Lo acompañaba su pareja Patricia della Giovampaola d'Arenberg quien invitó al cocktail.

El libro traducido al español es una novela protagonizada por un diplomático francés retirado que recibe una inesperada herencia y lleva una vida rica y ociosa en el sur de Italia.

En Capri, Sorrento, Positano frecuenta la amistad de Cornelius Cunard, un joven millonario norteamericano a través del cual conocerá a Blanche.

Otro de sus libros, Les raisons du coeur, sobre la enfermedad

Antes del inicio de la presentación del libro pude conversar con Jean Paul Enthoven, acerca de otro de sus libros, Les raisons du coeur - Las razones del corazón- relacionado con la enfermedad, una crisis cardíaca que padeció, debió ser operado y estuvo internado, debió tomar morfina y  dio origen a la obra mencionada. En los comentarios del libro  se destacan las descripciones de los efectos de la morfina que el autor hace y a la que llama "la sangre del diablo. La periodista Marcela Stieben me ayudó con la traducción, si bien el escritor habla español.

Mi pregunta fue acerca de la experiencia que tuvo cuando se enfermó gravemente.

Ante la pregunta acerca de cómo vivió la enfermedad, Enthoven se desabrochó un botón de la camisa y mostró la cicatriz en el pecho que le dejó la operación del corazón.

Luego dijo que “había sido una experiencia muy fuerte, fue como irme a un lugar desconocido, pero luego volvi, pero ya no era el mismo”, afirmó.

Entonces le pregunté de qué manera había vuelto y dijo sonriendo: “volví mejor, porque ahora sé cuáles cosas son las importantes y cuáles no lo son”.

Blanche

 

Durante la presentación de Blanche, Jean Paul Enthoven mantuvo un diálogo distendido con Pablo Sirvén, contando en síntesis el lugar donde transcurre la novela y las características de los personajes.

La heroína del libro, Blanche, es una mujer libre, muy feliz: “hay mujeres que son siempre víctimas, que son infelices” dijo Enthoven “y yo quise una heroína que fuera muy libre, muy feliz y que tuviera libertad en sus sentimientos y en su sexualidad”.

El escenario de Blanche es Capri, un lugar que Enthoven describió como “espléndido y decadente”.

Cornelius Cunard, el millonario diletante con quien el diplomático francés retirado se relaciona, es un “heredero rebelde y ocioso por naturaleza; sabedor de cómo arruinarse con gusto con floristas, joyeros, sastres, decoradores. En síntesis: un hombre feliz, carente de asperezas o alteraciones del ánimo”.

Jean Paul Enthoven (1949) nació en Argelia pero vive en París desde hace años. Es autor de una docena de libros, novelas y ensayos. Algunas de sus obras fueron finalistas de importantes premios literarios (Prix Renaudot y Prix Interaille); otras obtuvieron galardones como Prix Femina, Prix Europe, Prix Valery Larbaud. Además de colaborar como crítico literario para las revistas Le Nouvelle Observateur y Le Point, se desempeñó como director editorial de la prestigiosa editorial francesa Grasset. Es especialista en la obra de Marcel Proust y fundador de la revista La Regle de Jeu junto a Bernard-Henri Lévy, es protagonista de los debates intelectuales que movilizan a la sociedad francesa.

 


 

viernes, 20 de mayo de 2022

Entrevista a Hugo Biagini por Araceli Otamendi

Hugo Biagini


 (Buenos Aires)

Hugo Biagini nació en la República Argentina en 1938. Investigador principal del CONICET y catedrático en las universidades de Buenos Aires, La Plata y del Sur, ha sido profesor invitado en el exterior por el Centro de Estudios Constitucionales y por universidades como la UNAM de México, la Autónoma de Madrid, la de Santiago de Chile y la Nacional de Costa Rica. Sus principales áreas de investigación abarcan la historia de las ideas, el pensamiento alternativo y la filosofía latinoamericana; liberalismo, positivismo y socialismo; identidad, juvenilismo, exilio y utopía. Fue premiado y distinguido por su obra y su trayectoria, tanto local como internacionalmente. Es Director de la sección de Pensamiento Argentino de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional de Lanús y del portal www.cecies.org. Ha sido cofundador del Corredor de las Ideas del Cono Sur, una red de intelectuales comprometidos con los desafíos emancipatorios de la globalización. Organizó los programas televisivos auspiciados por la Secretaría de Cultura de la Nación y dedicados a los filósofos argentinos, José Ingenieros , Alejandro Korn , Coriolano Alberini , Francisco Romero y Carlos Astrada.

A raíz del libro que está preparando sobre José Ingenieros, entrevisté a Hugo Biagini para la revista Archivos del Sur:

¿Está preparando un libro sobre José Ingenieros, qué lugar ocupa  actualmente en la Argentina el pensamiento de Ingenieros?

Permítame puntualizar de entrada, sin falsas modestias, aquello que hemos dado a conocer nosotros mismos en torno a la obra de nuestro autor: José Ingenieros. Primeramente, hemos encabezado un proyecto en torno a la indización de su pionera Revista de Filosofía. Cultura, Ciencias y Educación  (1915-1929), el cual fue editado por la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires hacia 1984. Dicho material iba a ser acompañado inmediatamente por nuestro lanzamiento del temático libro colectivo El movimiento positivista argentino (Ed. de Belgrano). Tuvimos también ocasión de adelantarnos en sacar un video que sería ampliamente difundido: “El filósofo José Ingenieros”, patrocinado por la Secretaria de Cultura de la Nación en 1999. Por último, el equipo editor de Capital Intelectual nos convocó para prologar en 2011 una edición de El hombre mediocre; esa obra popular que, en la mayoría de sus numerosos casos, había salido sin introducción ajena.  

Ahora sí, en efecto, hoy día estamos implementando, con Alejandro Herrero, un volumen singular en torno a la figura y la obra de José Ingenieros en vísperas de conmemorarse, en pocos años más, el centenario de su temprano fallecimiento. Se trata de un  libro voluminoso que va a incluir no sólo autores argentinos sino también de extramuros -como Pablo Guadarrama, Yamandú Acosta, Gabriella Bianco, Alex Ibarra Peña o Carlos Rojas, dada la trascendencia del autor en cuestión, que sigue siendo objeto de un análisis inagotable allende las fronteras.  

Más allá de los cuestionamientos al uso, Ingenieros, como Alejandro Korn y otros casos ulteriores que se han dado en la Argentina, pertenecen en principio a lo que se ha dado en llamar el contingente de los patriarcas o fundadores del filosofar latinoamericano, quienes han sido objeto otrora de diversas publicaciones por parte de la División de Filosofía y Letras de la Organización de los Estados Americanos (OEA); entre las cuales se destaca la labor bibliográfica llevada a cabo por don Arturo Andrés Roig para las fuentes disciplinarias vinculadas con nuestro país y con el mismo Ingenieros.

Este último ha venido creciendo en los últimos tiempos, debido no sólo por el incremento exponencial de la industria del paper sino también por el efecto especial que han causado estudios orgánicos ad hoc como los que han aparecido bajo la égida de entidades investigativas, al estilo del CEDINCI et alia.

 

¿José Ingenieros sería un discípulo o tributario de Sarmiento en cuanto a la idea de concebir a una sociedad argentina formada por inmigrantes europeos y descendientes de esos inmigrantes en desmedro de los pueblos originarios? ¿Esta sería una de las facetas oscuras de Ingenieros?

No sólo por parte de Ingenieros sino de tantos otros notables que tomaron como una verdad axiomática la superioridad racial y se dejaron seducir entonces por el mito de la  nordomanía, en el cual Sarmiento cumplió un papel fundamental, hasta llegar a prolongarse en la mal llamada belle époque.

Por ese entonces, Ingenieros, tanto en su opus más célebre como en la encumbrada revista Caras y Caretas (27 febrero 1915) no vaciló en adherir a la pigmentocracia y a visualizar en  Sarmiento a un Genio con mayúscula, como una luz enfrentada  a  la “barbarie americana”  y al “caciquismo gauchocrático”…

Una postura discriminatoria que el mismo Ingenieros ya había hecho pública, inter alia, hacia 1905, durante el Congreso Internacional de Psicología, al cual asistió como enviado especial del diario La Nación y en el cual se despacha contra el saber filosófico y los sociólogos soñadores, la inferioridad de las razas de color y las clases pobres, el voto femenino, las huelgas y “la pesadilla marxista” (de la lucha de clases), la “masa ignorante” y “la inteligencia infantil de las muchedumbres”; para exaltar en cambio el “oasis” de la ciencia, la civilización ariana, la élite intelectual, la retórica antiburguesa o la grandeza del imperio de Occidente (Cfr. edición crítica de Cristina Fernández, Las crónicas de José Ingenieros, Univ. de Mar del Plata, 2009).         

Con semejante discurso, Ingenieros estaba reproduciendo a su manera los grandes sonsonetes o “zonceras” –Jauretche dixit– de la  dirigencia argentina …

 

¿Cómo ubicaría usted el pensamiento de José Ingenieros junto al de Juan B. Justo y el socialismo?

Ello va depender del período que se tenga a la postre en cuenta: bastante por debajo, si nos detenemos en la sostenida etapa etnocéntrica de Ingenieros y de su socorrida visión sobre Iberoamérica como un continente enfermo por los efectos de un pernicioso mestizaje; una tesis entonces compartida hasta por varios sectores  del propio arco socialista.  

Frente a ello, nos encontramos con un Justo de avanzada que reniega de la deificación de la ciencia y en su Teoría y práctica  de la Historia procura “militar del lado donde no hay privilegios”, renegar del sociólogo desarraigado y  del  puro observador –como de los zoólogos “ante las ostras” –, mientras pone en tela de juicio las explicaciones organicistas y racialistas, aplaudidas por los sectores más encumbrados para sojuzgar a la población. (Para un pendant entre Justo e Ingenieros, junto a las limitaciones conceptuales de este último, véase un reciente trabajo de Américo Schvartzman, “El lado oscuro de Ingenieros”, La Vanguardia Digital, 21 diciembre 2018; sobre Justo más en particular,  nuestra colaboración en https://ensayistas.org/critica/generales/C-H/argentina/justo.htm

 Claro está que ya otro cantar sería la reivindicable postura que Ingenieros adoptaría más adelante, cuando adhiere a la Reforma Universitaria, a la Revolución rusa y, al final de su vida, versus el imperialismo yanqui y a favor de la Unión Latinoamericana, lo cual le depararía una legión de seguidores.

 

¿Cuál sería la discrepancia que tuvo Ingenieros con el Gobierno de Roque Sáenz Peña y cómo se podría considerar hoy?

Resentido por el desplazamiento experimentado en un concurso docente para la cátedra de Medicina Legal, Ingenieros rompe lanzas unilateralmente con el presidente Sáenz Peña por atribuirle –al introductor del proceso democratizante en la Argentina– el haber vetado su candidatura académica e incidir en la designación de un tercer postulante.

Ello habría inducido al mismo Ingenieros –en un afán de notoriedad– a abandonar sus cargos, alejarse  temporariamente del país y conceptuar a Sáenz Peña como “arquetipo de las mediocracias”, en contraposición a “ejemplares luminosos” estilo Sarmiento y Ameghino.

Con referencia a la valoración actual en torno a ese sobrepreciado affaire de Ingenieros, véase un reciente estudio integral en torno suyo: Mariano Ben Plotkin, José Ingenieros. El hombre que lo quería todo (Edhasa, 2021, pp. 179-183 y 193-203).

 

 ¿Cuáles son las obras de Ingenieros que tendrían vigencia en la actualidad?

Estaríamos aquí frente a sus últimos libros propios y a los trascendentes emprendimientos culturales que ha encarado por su cuenta, como  la colosal Revista de Filosofía o la masiva colección de La Cultura Argentina. Más en particular, señalamos su pionera contribución a la crítica causa juvenilista, con textos suyos como Las fuerzas morales, dedicado “A la juventud de América Latina”, donde se apela a una Nueva Generación –obviamente, la de la Reforma Universitaria– no corrompida por una filosofía retardataria y que podría cargar sobre sus hombros con un emprendimiento titánico: instaurar la solidaridad y la justicia social.

Ante la nueva conciencia histórica que surge para él en un mundo cansando de enfermos y de viejos, esos jóvenes estudiosos, empuñando la Antorcha y pronunciando el Verbo, coadyuvarían a unir la patria grande para evitar su colonización imperial.

No resultaría así un episodio banal el hecho de que los mismos estudiantes nuestroamericanos decidan postular a Ingenieros como “Maestro de la Juventud”; distinción que también hicieron aquéllos extensiva a otros venerables personajes, como Martí, Rodó, el primer Vasconcelos o Alfredo Palacios.  

                                                                       *  *  *

A la postre, con José Ingenieros se revierte enfáticamente el apotegma “De joven incendiario, de adulto bombero”, pues vamos a  tener en sus comienzos un Ingenieros iconoclasta que le dedica su diploma de egresado a un fulano de tal –Maximio García,  portero de la Facultad–; que dirige con Lugones un periódico radicalizado (La Montaña);  que integra la vanguardia partidaria del socialismo y que lanza un resonante folleto en torno a ese arco político, donde condena al capitalismo rentista y propugna socializar los medios de producción.

Poco tiempo después, hacia 1902, Ingenieros empieza a practicar el trillado  camino conservador: abandona el socialismo, se inclina hacia la “sociología científica”, el darwinismo social y hasta coquetea con el roquismo.

Sin embargo, en los últimos años de su no muy dilatada existencia, Ingenieros rompe con el supuesto esquema evolutivo y madurador, para abocarse a un nuevo emprendimiento supranacional: implementar el viejo sueño bolivariano de la mancomunión regional y continental…  

(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur 

 


 

 

 

 


Entrevista a Josefina Robirosa por Araceli Otamendi

 

Josefina Robirosa - foto (c)Alicia Schemper



(Buenos Aires) 

En el año 2004 entrevisté a la artista plástica Josefina Robirosa en su departamento de San Telmo, frente al Parque Lezama. La entrevista está publicada en el portal , soporte anterior de la revista Archivos del Sur. Ha fallecido a los 90 años. 

Se publica ahora en este blog de entrevistas:



Josefina Robirosa empezó a pintar a los diecinueve años, cuando ya habìan nacido sus dos hijos. Estudiò con Basaldúa. Ha expuesto en numerosas muestras individuales y colectivas  desde 1957 hasta la fecha y sus obras figuran en el Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno, Museo Genaro Pérez de Tres Arroyos, Argentina. Colección ITT, New York, Estados Unidos. Albright Knox, Búfalo, Estados Unidos.

Ha recibido los premios fundación Banco Ciudad a las Artes Visuales, Mención Honorífica del Jurado, 90º Salón Nacional de las Artes Visuales, Sección Pintura,   2º Premio (2001), Premio Codex de Pintura Latinoamericana, Museo de Bellas Artes (1968), 2º Premio Salón Nacional de Artes Plásticas, Buenos Aires, Argentina (1967).

Ha sido Directora del Fondo Nacional de las Artes y es miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes.

Su última muestra es en la Galería Rubbers.

Entrevisté a Josefina Robirosa en su departamento del barrio de San Telmo, frente al Parque Lezama, un lugar luminoso y cálido donde además tiene su taller.

¿Cuáles son los temas de tu pintura ahora?

 

Estoy bastante entusiasmada. Empecé hace dos o tres años con esta temática, es la primera vez que pinto con un desconcierto absoluto de lo que va saliendo, inevitablemente, seguí haciendo lo que tenía que hacer a pesar del desconcierto. Porque generalmente uno quiere aprobar lo que hace y  no lo consigue.

También me sentí  obligada a escribir yo el prólogo del catálogo de esta muestra.  Tengo 72 años y creo que me ha llegado el momento de contar algunas experiencias.

 

¿Cómo definirías a tu pintura?

He visto muchas manifestaciones de arte políticamente correcto, socialmente correcto, los críticos siempre estaban más conformes con una obra que pertenecía a determinada escuela, y como yo he sido bastante independiente y sobre todo con grandes conflictos, nunca pertenecí a las escuelas. Siempre consideré más valioso hacer lo que me parecía a mí que estar mirando lo que se hacia fuera o lo que hacían determinados grupos. Nunca  entendí

esa valoración de los críticos que decían: “Ah, esto es original!”, no me parece tan valedero ser original, porque si seguís en lo tuyo, tal vez con el tiempo podés encontrar algo mucho más particular que lo que se puede anticipar.

Siempre me sentí un poco al costado de todo. Tenía  además una falta de identidad que me hacia sentir sumamente incómoda. Además a los 19 años ya tenia mis dos hijos, me casé a los 17. Me acuerdo que todas las mañanas salía a caminar por Martínez, donde vivía hasta unos viveros que había un poco lejos de casa y cuando llegaba ahí hablaba con los jardineros, tenía la necesidad de conversar con alguien porque sino no sentía que yo existía.

Después me decían que yo era frívola porque salía mucho con mi marido. Si iba a vivir de la pintura tenía que relacionarme y eso siempre lo he hecho con un gran esfuerzo.

 

 

¿Crees existe la causa y el efecto en el arte, cómo se llega a alcanzar el éxito?

 

Creo que no hay causa y efecto, yo creo que los beneficios vienen mucho más arbitrariamente y por otros circuitos.

 

 

Pasando a otro tema, quisiera saber cuál es tu visión de  los chicos jóvenes a los que les interesa el arte, actualmente muchos  prefieren eso, ir directamente a hacer obra antes que seguir una carrera universitaria.

 

Sí, la gente joven me da mucha esperanza en este país. Las periodistas jóvenes, mis nietos, me dan una alegría porque siento la sustancia, tienen una cosa positiva, no se están ocupando de la anécdota que ya está podrida. Los seres humanos adultos, con honrosas excepciones, están muy descolocados.

Vuelvo al prólogo que escribí. Yo no entendía mucho mi trayecto en la  pintura, más bien me criticaba porque cambiaba mucho, ahora sentí que tenía que escribir el prólogo porque explico las distintas épocas de mi pintura, de acuerdo con la conciencia de mis emociones. En los años 50 no existía la palabra psiquis, no existía la palabra terapia. Yo decía ¿cómo no me dijeron que era  tan horrible vivir? Nos enseñaban a los diez años que esto era un valle de lágrimas. Y ahora me dedico a terminar con  esos conceptos porque la vida me parece un prodigio.

¿Qué fue lo que te llevó a cambiar de opinión?

 

Hace quince años a raíz de la enfermedad de  mi marido, el escultor Jorge Michel,  empecé a hacer meditación. Empecé a meditar, es una experiencia que te va desbloqueando. Creo en la energía, en la meditación. La meditación básicamente es el no pensamiento. En el prólogo que escribí en el catálogo de la última muestra, explico que los cuadros salen de estas experiencias de meditación.

Lo cuento porque creo que hay que contarlo, los bloqueos emocionales cortan la energía y eso produce la enfermedad. ¿Por qué voy a esperar a contarlo? Lo cuento porque esto puede ayudar a la gente.

¿Cómo sentís esa energía cuando estás pintando?

 

Percibís lo que pasa en el cuerpo, todo tipo de densidades de la energía, verticales, horizontales, espirales. Me di cuenta que mi pintura ahora, tiene mucho que ver con lo que yo pintaba cuando tenía veinte años, con una enorme libertad y espontaneidad. Ahora me reencontré con mi primera obra que es la que considero mejor.

 ¿Cuándo empezaste a pintar?

 

A los diecinueve años, después de casada. Tenía los dos chicos gateando.

 

¿Estudiaste con alguien?

 

Sí, estudié con Basaldúa, era una persona agradable. Estudiar con él tenía una ventaja, se acercaba y decía: “pare, pare! Ya está bien!” porque si sos insegura seguís trabajando.

 

¿Cuáles eran los temas que pintabas cuando empezaste?

Pintábamos con modelo, éramos amigos de la modelo, también pintábamos naturalezas muertas. A los veintidós años me quedé en casa pintando en un garage que no usaba, porque en esa época casi nadie tenía automóvil.

 

Eras independiente para hacer tu obra, ¿de dónde venía esa actitud?

 

No tuve otro elemento que me guiara más que la razón. Y mi campo emocional estaba yermo. Salía de mi casa a caminar y pensaba: “yo quiero poder querer”.

 

¿Cuál es tu visión de la época  en tu juventud,   cuando empezaste a pintar?

Creo que antes, hace más de cincuenta años,  había como un respeto entre unos y otros, la gente de trabajo tenía como una mística, el que sabía poner bien el cemento o trabajar bien la madera, estaba orgulloso de eso. Tengo la desgracia o la suerte de tener un nombre de calle en mi apellido, porque soy descendiente de Alvear  por parte de mi madre, y eso me lo han hecho pagar con sangre, sudor y lágrimas. Mis amigos reos me decían que era una “nena bien que pintaba” o tal vez lo pensaran y  para los de la clase social de mis padres yo era alguien de afuera, porque yo pintaba y por eso desconfiaban. Nunca encajé en ningún lado. Mis amigos del barrio ahora son el vendedor de revistas, los mecánicos de los autos. Creo no tengo clase social.

Mi segundo marido, el escultor Jorge Michel, que manejaba guinches en Necochea, me hizo ver realmente la Historia argentina.

Creo que lo que  se terminó es “la zanahoria delante del burro”, ese deseo de hacer cosas, de querer querer, de tener una vida armónica y sentir que los demás existen. Michel, mi marido, era un reo, odiaba la frivolidad, la tilinguería.

A mí la anécdota de la vida me parece hojarasca, es el desecho, no me interesa. Me gusta la naturaleza, observarla, en televisión me gusta ver animal planet, por ejemplo,

 

Creo que también hay un arte muy vacío actualmente, ¿cómo lo ves vos?

Creo que sí, incluso me han dicho que en una cátedra de arte están incorporando enseñanza de arte conceptual, y con eso estás cerrándole la cabeza a los que van a aprender. Están achatando tanto, tal vez lo hacen  porque es una exigencia de la crítica.

Ahora hay un andamiaje de poder donde los curadores cobran sueldo en las revistas, en los museos, constituyen un poder que antes no existía, antes pintábamos sin críticos.

 

 

Leí recientemente en un libro  que aquí se produce un arte vacío de contenido porque eso facilita la colonización con contenidos de afuera.

Acá nos copiamos de afuera, ni siquiera se genera acá, también nos están colonizando.

Mis amigos pintores, por ejemplo, son independientes.

Toda la vida no alcanza para aprender a pintar, no sabía lo que yo sabía, para que tu cabeza invente, tenés que tener la posibilidad de lograr eso, sino no se te ocurre. El límite de la creación está en el conocimiento. La gente no puede ver las cosas más simples, hay cosas que vivimos todos los días y que no las vemos.

 

Si se encuentra un vacío tan grande incluso en el arte, ¿en qué se puede creer actualmente?

Creo que cuando uno se alinea, se da cuenta, el universo es infinitamente benigno. Está previsto una vuelta a la conciencia que ha tenido la humanidad, que ha estado armonizada con la naturaleza antes que ahora. Estamos viendo un descreimiento y un cambio de dioses y el dios dinero pero para el dios Dios, para la conciencia divina, la conciencia total es puro Amor. No creo en el pecado, creo que hay error porque necesitamos aprender, creo que hay amor y armonía.

 

(c) Araceli Otamendi- Todos los derechos reservados

lunes, 18 de abril de 2022

Entrevista a Sara Facio por Araceli Otamendi


(Buenos Aires) Araceli Otamendi 
A veinte años de la muerte de Julio Cortázar entrevisté a la fotógrafa y artista argentina Sara Facio de quien se celebra hoy su 90 cumpleaños. La entrevista está publicada en el soporte inicial de la revista Archivos del Sur ya que aún no existía este blog de entrevistas. La reproducimos hoy a modo de homenaje ¡Feliz cumpleaños Sara!

"Me da mucha alegría saber que todavía lo sigan apreciando tanto no solamente como escritor sino que la gente se da cuenta que fue una persona muy cálida, muy comprometida con su época, que eso nos gusta tanto a todos, jóvenes y mayores, estar comprometido con su momento, no sólo en lo político sino realmente en lo cultural, era un hombre que estaba totalmente al tanto de lo que pasaba en literatura, en cine, en teatro, en música, era una persona que vivía su momento, eso me gusta mucho."

 ¿En qué año lo conociste a Julio Cortázar, Sara?

 

En 1967.

 

¿Fue en París?

 

Sí, en París, yo llevaba  las  fotografías de lo que fue mi primer libro Buenos Aires Buenos Aires y él tenía que escribir los textos. Fui a la casa y ahí tuve la suerte de conocerlo.  Nos caímos muy bien,  hubo muy buena química y siguió la amistad. Después de eso, en el 67, normalmente por mi profesión yo iba casi todos los años a París y nos encontrábamos tanto en París como en varios lugares de Europa donde coincidimos y también las  veces que él estuvo acá.

 

¿Cómo fue ese primer encuentro con Cortázar, le tomaste la fotografía donde está con el cigarrillo en la boca durante esos momentos?

 

Esa fotografía, la preferida de él se la tomé a los pocos días de conocerlo. Inclusive me decía con una gran intuición: “Me gustaría que un día si se hiciera un libro sobre mí, esa fotografía esté en la tapa”.  Ese deseo se cumplió bastante porque ya hay cerca de una docena de libros sobre Cortázar que tienen esa foto en la tapa. Además la toman mucho los artistas plásticos y los dibujantes empezando por Sábat, a quien admiro muchísimo, también me halaga que hasta él use esa fotografía para hacer

 un dibujo de Cortázar.

Esa fotografía es muy linda. ¿Cómo era Julio Cortázar para fotografiarlo,  además de un ser humano que supongo excepcional?

 

Por suerte cuando yo lo conocí empezaba su fama, eso fue en el 67. A partir de la publicación de Rayuela,  la obra de Cortázar tuvo una trascendencia mucho más grande. Los que lo leíamos antes de Rayuela ya lo conocíamos y lo respetábamos pero ese alcance más grande fue a partir de esa novela. No solamente en Argentina sino en América Latina y también en Europa. Cortázar se ganaba la vida como traductor, prácticamente no cobraba derechos de autor. Con el éxito de Rayuela,  comenzó a publicar también en Europa y ya pudo dedicarse por completo a la literatura personal, de él. Porque también siguió haciendo traducciones, muy contadas, lo que a él le interesaba como literatura, pero no ese trabajo que él hacía en la Unesco, que traducía a lo mejor informes que a él ni le interesaba, como todo trabajo donde uno a veces tiene que hacer cosas que no le interesan.

 

Cuando lo conociste a Cortázar ¿él estaba casado con Aurora Bernárdez?

Sí, estaba casado con ella, Aurora Bernárdez fue su primera mujer. Después, a lo largo de la vida conocí, a la segunda mujer, Ugné Karvelis, y también a la tercera y última Carol Dunlop. Con ninguna de las tres tuve amistad, a pesar de que a Aurora la conocía más porque ella es una mujer del ambiente cultural, también una gran traductora y además hermana de un gran poeta nuestro, Francisco Luis Bernárdez. Aurora tenía también una aureola de persona de nuestra cultura, con ella tenemos muchos amigos comunes. Vos sabés cómo es la vida, cuando una pareja se separa uno siempre se queda con uno de los dos.

 

Generalmente es así.

Es así, no por mi voluntad, no tengo nada que decir, inclusive con Aurora nos vemos, nos encontramos en el consulado cuando hubo una votación aquí en Argentina, charlamos largamente, tomamos un café. Y alguna vez que  fui a París después de la muerte de Julio nos hablamos por teléfono, y con la cuestión de estos homenajes que están haciendo en todos lados por los veinte años de la muerte de Julio.

 

¿Podrías recordar alguna anécdota de Cortázar, alguna particularidad?

Una de las cosas que más me gustaban de Julio Cortázar  como persona, como amigo, era su gran  sentido del humor. Hacía todo el tiempo muchos juegos de palabras, de decir palabras al revés, de reírse de ciertas formas del uso del lenguaje. Inclusive cuando estaba acá se moría de risa de las cosas que decía la gente por la calle. Le causaban mucha gracia algunas  de las expresiones nuevas que él no conocía  porque después de vivir tantos años afuera, eso era algo que él quería rescatar muchísimo.

¿En la literatura?

 

Y en la vida también, porque lo divertía. Tenía mucho, mucho oído,  así dicen los grandes escritores que he conocido que hay que tener, mucho oído para escuchar no solamente lo que piensa o lo que siente la gente sino cómo lo manifiesta en el lenguaje oral.

 

¿Y vos pensás que cuando venía de visita a la Argentina se llevaba todo ese material para su vida?

 

Sí, sí  (risas). A él le encantaba todo lo que decía la gente por la calle. Era una cosa que me llenaba de emoción a mi también es que un día vino a mi casa, porque residía en ese momento, en un viaje que hizo acá, a dos cuadras de mi casa. Entonces pasaba todo el tiempo y además le gustaba como yo cocinaba y a veces se quedaba a comer a la noche y después se iba de farra, como él decía “me voy de farra”. Salía con amigos, de noche. Entonces él me contó un día, con lágrimas en los ojos, que había tomado un taxi y “que el tachero...",  te lo digo como él me dijo: “El tachero me reconoció y no me quiso cobrar el viaje. ¿Pero vos te das cuenta? Eso en otro país no pasa”. Y es posible.

A Cortázar lo reconocían entonces.

 

Sí, le sorprendieron ambas cosas, que el taxista lo hubiera reconocido y además ese gesto tan de caballero de no querer cobrarle el viaje, que era su trabajo, Cortázar estaba muy emocionado.

 

¿En qué año ocurrió eso que me contás?

 

Eso fue en el 73, cuando él donó los derechos del  Libro de Manuel a las familias de presos políticos, entonces hubo un acto grande, en un sindicato o un gremio. Casi todas las noches pasaba por mi casa a tomar una copa o a comer fideos, me contaba todo lo que había escuchado por la calle.

 

Volviendo al principio , ¿en cuántas oportunidades lo fotografiaste, además de la famosa fotografía del cigarrillo?

 

No demasiado, porque tuve la suerte desde que comencé a ser fotógrafa profesional de hacer fotografías de gente muy muy conocida y muy famosa y tengo amigos íntimos que son artistas muy famosos. Entonces no quiero ser cargosa ni fotografiarlos cuando estamos en la intimidad. Recuerdo siempre una anécdota de una fotógrafa muy famosa, norteamericana, Diane Arbus cuenta que los amigos y la familia no la podían soportar porque estaba todo el tiempo sacándoles fotos. Hoy estarán arrepentidos. Pero a mÍ eso no me gusta. Le tomé fotografías a Cortázar esa primera vez, cuando lo conocí  le tomé esa fotografía que se volvió tan famosa (con el cigarrillo en la boca) y eso fue en los jardines de la Unesco, con luz al natural, al aire libre.

En el 68, un año después, cuando fuimos a celebrar la salida de ese libro “Buenos Aire  Buenos Aires” también le hice una serie de fotos grandes en colores, ya se usaba mucho el color y necesitaba tener esas fotografías. Yo creía que Julio iba a ser mucho más famoso de lo que era, con el tiempo y no me equivoqué. Quería tener un archivo bueno de fotos de él. Y después, cuando estaba en Buenos Aires, lo fotografíé poco, lo tomé en ese acto político porque quería tener las fotografías como documento, estaba él con toda la gente. También lo fotografié en mi casa, en interiores, y después alguna vez en París, pero no eran ya grandes fotos ni sesiones de fotografías.

 

¿Cortázar era fotogénico?

 

Sí, era muy fotogénico porque era muy buen mozo.  Era un tipo interesante, de ojos claros, muy atractivo.

 

¿De qué color eran los ojos?

 

Eran claros, ni celestes ni verdes, tirando al dorado, marrón clarito. Más allá del color y la forma lo que tenían los ojos de Julio eran esa vivacidad, ese interés que él ponía. Lo que era importante de Julio Cortázar era que cuando hablaba con una persona la miraba y la escuchaba. Entonces eso hace que uno tenga un contacto más interesante.

 

Tenés un lindo recuerdo de él.

 

Sí, muy lindo. La verdad es que tuvimos una amistad que no fue empañada nunca por nada, desde que nos conocimos hasta la última vez que nos vimos. Sentí muchísimo su ausencia, hasta hoy. Cada vez que llego a París me da pena no poder llamarlo o ir a comer, a tomar una cerveza.

 

¿Le gustaba tomar cerveza a Cortázar?

 

Nos gustaba a los dos más el vino pero de golpe, en verano, tomábamos alguna cerveza. El era muy buen bebedor. Era también un gran gourmet.

 

¿Cocinaba  él?

 

 Que yo sepa no. A lo mejor en el campo. Pero en  las casas de él que conocí no cocinaba , inclusive en la de Ugné tenían cocinero, porque ella era una persona de dinero.

 

¿Te gustaría agregar algo más sobre Cortázar?

 

Me da mucha alegría saber que todavía lo sigan apreciando tanto no solamente como escritor sino que la gente se da cuenta que fue una persona muy cálida, muy comprometida con su época, que eso nos gusta tanto a todos, jóvenes y mayores, estar comprometido con su momento, no sólo en lo político sino realmente en lo cultural, era un hombre que estaba totalmente al tanto de lo que pasaba en literatura, en cine, en teatro, en música, era una persona que vivía su momento, eso me gusta mucho.

 

 

© Araceli Otamendi – Todos los derechos reservados

fotografía: autoretrato de Sara Facio, gentileza de la autora.