martes, 16 de diciembre de 2014

Origen de un escritor - entrevista a Reinaldo Edmundo Marchant por Ariel Fernández

tapa del libro El lugar donde la Nube Paraba - Reinaldo E. Marchant,
editorial Amanuense

 













(Santiago de Chile) Ariel Fernández



Agito la antigua fotografía, portada de esta entrevista. Observo a aquel niño de año y medio. Junto a su mascota, posando como parte de la familia. Impresiona la precariedad. Los zapatitos. Ropa básica. Pantalón corto. Que envuelve al pibe de mirada serena y honda, acaso misteriosa, dando a entender que se llama Reinaldo Edmundo Marchant, que a nada teme. Y que no le importa lo que lleva puesto. Lo suyo está adentro. Quizás en el corazón. O detrás de esa mirada tranquila, punzante, dirigida a modo de desafío al destino que le tocó.

La imagen nos lleva al pasado. Principio de los sesenta. Nos lleva, por sobre todo, al charco. Zona donde nació y se crió quien sería uno de los principales creadores chilenos de las últimas generaciones.




-¿Qué sientes al ver esa fotografía?- indago.

-Felicidad…-sonríe con placer.

-¿Felicidad?

-La expresión de ese niño es templada, de combate, no de enojo, de que "los de abajo no se rinden". Hasta mi perro, el Barry, se halla en postura definida, dejando su huella para la posteridad… ¿O no?




Toma la fotografía y la acaricia con la vista. En ningún instante deja de sonreír.



-¿Usted piensa que debería sentir tristeza? me consulta. Asiento-. A mis amigos les digo que si no hubiera sido un culisucio no hubiera conocido a Presidentes de la República ahora suelta una contagiosa carcajada-. Realmente tuve una infancia feliz porque soñaba e imaginaba en cosas que, a veces, me avergüenza señalar…


- Qué asunto, por ejemplo.

-Que alguna vez, en algo que valía la pena, iba a utilizar el apellido Marchant de mi madre… En gratitud por todo lo hizo y regaló a sus hijos.

-¿Se lo contaste a ella?

-No. No soy de contar las cosas que haré. Y no soy de demostrar las cosas que he hecho. Esos temas lo trato con el Mister (Dios), tomo fuerza, y persevero.

-¿Y al "Mister" nunca le has reclamado por venir de esa condición social?

- Se lo he agradecido. Es hermoso salir de ahí y lograr cosas que muchos chicos hartados de bienes nunca se aproximaron. Además, ese camino pantanoso me llevó a conocerlo en mis más tempranos días. Y eso fue un premio que no estaba en mis planes. No sé si le respondo la pregunta…







El motivo de la nota es la publicación de su última obra, "El lugar donde la nube paraba", un conjunto de relatos donde, por primera vez, deja entrever de manera explícita su amor a Dios. Pero lo suyo no es fanatismo. O asunto meramente clerical. Hay una razón más bella y…¡dramática! Esa de un niño semi huérfano, pobre, que nació en un lugar despoblado, sin agua, luz, baño, y que de tanto contemplar las estrellas se fue haciendo amigos de los paisajes y de Cristo.

Al igual que la gratitud hacia su madre, quiso corresponder con textos la amistad que ha sentido de Dios.




Ojeó el libro.



-¿Te gustó cómo quedó? pregunto.
- ¿El libro? Apruebo-. Más o menos. Me gustaría crear otras cosas más …bonitas…


-¿Más bonitas?
-Es lindo tener esos deseos, hacer cosas bonitas y resume-. Lo bonito sólo se supera con algo más bonito. A veces todo es muy feo. Por ello es bueno procurar lo bonito. No importa que no se consiga, como puede ser el caso de los relatos que tiene en la mano señala, humilde.





Cierro el libro. Lo agradece. Comenta que le desagrada ver sus libros. Que una vez que los escribe no los lee más. Cambio de tema. Lo llevo a esa niñez que, según los especialistas, está la fuente de lo que seremos cuando crecemos.

-¿Qué imagen recuerdas o te impacta de ti cuando eras ese pibe que aparece en la imagen?

-Por una razón que nunca entenderé, apenas mi madre partía al trabajo, al despuntar el día, bajaba sigilosamente de la cama, abría la puerta y me sentaba en una piedra, con las dos manos abiertas apoyando mi quijada. Desde ahí, miraba con un deleite que no puedo describir el corazón extraordinario del amanecer. Toda precariedad material quedaba empalidecida por aquello magnífico que observaban mis ojos. Esa imagen, a menudo la evoco y, creo, me retrata entero.

-En un lugar pobre…

-Muy pobre. Yo nací en lo que se conoce como "población callampa", sinónimo de villa miseria de Argentina, Cantegril de Uruguay, o favella de Brasil.

-¿Cómo era el lugar?
-Desolado. Con escombros. Sin agua ni luz. Sin piso ni baño. Esa fue mi cuna de nacimiento, la geografía y la patria que me recibió y resume, siempre riendo-. ¡A toda honra!


-¿Recuerdas lo que pensabas sentado en esa piedra?

-Sí. Esos asuntos, tal vez por lo conmovedores, quedan flotando para siempre en lo más profundo de la emoción humana. Yo era consciente de la carencia, no así de la miseria. No me sentía un niño vulnerable, aunque nunca recibí un juguete para mi cumpleaños o en navidad, por dar un ejemplo. Tampoco sentía pena. Creo que no lo necesitaba. Aprendí a contemplar la sublime belleza de las estrellas y de la luna, ahí estaban mis juguetes, mis amigos: la luz y el agua que faltaba en la tierra, llegaba desde lo alto, en eso pensaba… Y me era suficiente.

Lo quedo mirando con ojos estupefactos, esperando que bajara una lágrima, nada. Sonríe. Contagia su actitud. Hay en él una hombría e ingenuidad que llama la atención.




-La belleza de alto…-susurro, casi para mí.
-La belleza de abajo continúa-, de la tierra, jamás se acercará al universo perfecto. Mis primeros amigos fueron los colores, las imágenes, las aves, luego vienen los terrícolas suelta otra carcajada-. A los niños les enseño a contemplar la eclosión de maravillas que, a modo de tesoros, danzan frente de nosotros. Si un niño aprende prontamente a amar las sombras de un álamo, jamás aniquilará un árbol. Si le enseñas a amar la Naturaleza, respetará con la mejor humanidad a las personas.






 

¿Qué opinan ellos?

- Algunos recogen el guante. Pero todos se quedan pensativos, y eso importa, que piensen. Es bonito enseñar a pensar, contemplar e imaginar. Ya ves, sigo luchando contra lo imposible…

-¿No te agota?

-Es bello hacerlo. No soy de repetir monotonías. Sé que el Mister me acompaña en esto. A veces me deja solo. Pero insisto y Él regresa. Debo ser muy porfiado…





El futuro escritor viviría dos años en ese lugar despoblado. Enseguida vendría un largo periplo: se mudaban constantemente de casa. Su enseñanza básica de ocho años la cursó en cinco establecimientos distintos. Dice que hasta eso fue bueno: pudo conocer muchos amigos y profesores, con sus distintas personalidades y formas de ser. Que aquello le ayudó a conocer más a la raza humana. Y muchas realidades.

A los diez años recaló en San Miguel. Ahí recibió el aprecio de un profesor que no olvidaría jamás: Roberto Urtulla.




-¿Guardas buenos recuerdos de maestros?

- Sí, muchos. De varios.

- Hay alguno en especial…

- Don Roberto Urtulla. Lo conocí en la escuela República de Haití y me llevaba de alumno "oyente", un curso más arriba, por la tarde, a la escuela Hermanos Matte, que estaba frente del Zanjón de la Aguada. Ambos colegios todavía se mantienen. Y la suciedad de ese canal, ahora, corre por unos tubos bajo la tierra. Antes lo hacía a tajo abierto.

-¿Debías cruzar ese sucio canal de la Aguada?

-Claro. Lo hacía muy temprano y lleno de alegría. Recibir el amanecer sigue siendo un encanto para mí.

-Cuando ganaste el año 1988 el Premio de Novela Andrés Bello, escribiste una nota a tu profesor Roberto Urtulla.

-Soy de agradecer todo, hasta lo mínimo. Eso me lo enseñó mi madre.

-¿Tienes esa nota?

Me la entrega. Me autoriza a publicarla. Aquí va:







16 de octubre de 1988





Querido Profesor Roberto Urtulla:

Esperé que pasara algo del ruido que me ha ocurrido la semana anterior para escribir esta nota con mi absoluta emotividad. Acabo de recibir un honor, el Premio de Novela Andrés Bello, asunto que jamás imaginé ni busqué. Sucedió apenas días después del histórico Triunfo del "NO". Cuando me comunicó la noticia don Enrique Lafourcade, quedé un instante en silencio, no sin palabras ni acción, y pensé en mi madre y en usted. Recordé todos esos días difíciles pero felices, cuando atravesaba la Línea y el Zaguán - yo lo llamaba el Charco-, solito con mis cuadernos y libros camino a la Escuela. Muchas veces me detenía en esos pastizales, porque veía una flor encantadora o brincaba repentinamente un palote, y ahí me encontraban compañeras y compañeros, a quienes nunca develé mi secreto. Sin usted, sin esas enseñanzas que brindó al niño modesto de arrabal que era yo, sin aquel afecto y su ejemplo, nada de esto hubiera ocurrido, porque si algo debo agradecer a ese Premio es, precisamente, que me ofrece la posibilidad de decir que su corazón generoso marcó con estrellas mis sentimientos. Don Roberto: el día que me otorgaron esa distinción, rodeado de prensa y personalidades, llegué y regresé con su imagen en mis pensamientos, nada me importaba que aguardar un poco de paz y escribir una nota de su estudiante agradecido, el adolescente que los días lunes izaba la Bandera, que salía al pizarrón sin complicaciones y que, como solía decirme, aprendía con una sonrisa en los ojos.

Entrañable Profesor: sé que vendrán días difíciles, mucho más de los que he experimentado. Ignoro dónde llegaré. Sólo me nace asegurar que me levantaré de las caídas y continuaré, hasta que suene la campana de recreo. Me pone contento saber que en este recorrido, la pedagogía de su voz será el resplandor que ilumine esas tardes que soplan bruma. Con esa corteza me defenderé y avanzaré, de tanto en vez a alguien le contaré algo de mi Maestro, lo haré con la misma emoción que ahora tiene mi corazón.

Reciba un gran abrazo y mi gratitud eterna.




Reinaldo Edmundo Arriagada Marchant




P.S. Ya ve, he puesto todo mi nombre, largo como un racimo de bananas, que tanta curiosidad le generaba a usted.






-¿Qué te dijo cuando se la entregaste?

-¡Yo no se la pasé directamente! Sentí que no era necesario hacerlo. Un amigo le llevó la carta.

-¿Se comunicó contigo después?

-No. Pero me envió con mi amigo unas palabras escritas muy hermosas.

-¿Las recuerdas?

-Sólo el comienzo, que decía: "Hijo, presentía que tendría noticias tuyas y sabía que harías lo que estás haciendo".

-Te conocía bien.

No contesta. Sólo sonríe. ¡Bah, siempre sonríe!


(c) Ariel Fernández
Santiago de Chile




Ariel Fernández, escritor, ensayista, ex Vicepresidente de la Sociedad de Escritores de Chile, autor de diversas antologías de poesía y narrativa, director de talleres literarios, ha formado parte del Instituto de Cultura Chileno Argentino, y actualmente forma parte del directorio del Teatro Cariola.


En el blog de narrativa se publicaron dos cuentos del último libro de Reinaldo Edmundo Marchant, Nube y Luz, publicado por la editorial Amanuense (Santiago de Chile)

http://www.archivosdelsurnarrativa.blogspot.com.ar/2014/12/reinaldo-edmundo-marchant-nube.html

http://archivosdelsurnarrativa.blogspot.com.ar/2014/12/reinaldo-edmundo-marchant-luz.html

viernes, 14 de noviembre de 2014

Entrevista inédita a Mirta Arlt por Araceli Otamendi



 



(Buenos Aires) Araceli Otamendi

Mirta Arlt nació en Córdoba, en 1923. Era hija del escritor argentino Roberto Arlt y de Carmen Antinucci. Murió en Buenos Aires el 12 de noviembre de 2014. Su nombre completo era Electra Mirta Arlt. Según contó una vez, el nombre Electra fue elegido por su padre y Mirta, por su madre.

Era traductora nacional de inglés y Profesora de Lengua y literatura por la Universidad Nacional de Córdoba. Como profesora trabajó en varias universidades nacionales como la de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Era también investigadora de teatro. Escribió numerosos libros y trabajos, entre ellos la novela El sobreviviente, premiada. También numerosos ensayos sobre la obra de Roberto Arlt y los prólogos a varias de sus obras como Los siete locos, 300 millones, La juerga de los polichinelas y El desierto entra a la ciudad. También trabajó como guionista en las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Roberto Arlt Los siete locos y El juguete rabioso.

Recibió el Premio Municipal por su novela El sobreviviente y el premio Rául Doblas otorgado por Argentores.

Conocí a Mirta Arlt en el año 1986, cuando concurrí por primera vez a uno de los talleres literarios que ella coordinaba en la Sociedad Argentina de Escritores, en la sede de la calle Uruguay. Durante cinco años seguí participando en sus talleres, primero en la SADE y después con un pequeño grupo, en su casa. En el taller literario que ella coordinaba estudié literatura inglesa y norteamericana, literatura argentina, latinoamericana y europea, teatro, narrativa policial e hice investigación en literatura policial.

Esta entrevista inédita que le hice a Mirta Arlt fue realizada en la Sociedad Argentina de Escritores, en la época en que yo participaba de uno de los talleres literarios que ella coordinaba en esa institución en el año 1987.

Recuerdo a Mirta con cariño y agradecimiento.

Entrevista a Mirta Arlt por Araceli Otamendi

(Buenos Aires)

Mirta Arlt está de regreso en Buenos Aires después de un viaje a París donde participó en un homenaje a su padre, el escritor Roberto Arlt.

La literatura

Araceli Otamendi: - En ocasión de su último viaje a Paris ¿podría decirme cómo los intelectuales franceses ven la literatura argentina actual?

Mirta Arlt: - Yo creo que hay un gran interés por la literatura argentina en este momento porque los franceses están en un cierto estancamiento. No hay corrientes nuevas como en la época de Sartre, de Camus. Los franceses se encuentran mirando hacia afuera y eso hace que nos descubran y se interesen por los escritores de América Latina. No podría decir por qué. La intuición mía es que tienen el mito de lo exótico y miran hacia los escritores de América en busca de cierto exotismo pero no en corriente de pensamiento, buscan el color local, lo exótico que todavía piensan que existe en América. García Márquez, Rulfo, Vargas Llosa, eso que es tan característico y lo atribuyen a América Latina.

A.O.: - ¿Qué escritores argentinos son más conocidos?

M.A.: - Por ejemplo en el Pompidou hay una sala que se llama Borges, Sabato es alguien muy popular. Hay un grupo de escritores latinoamericanos muy conocido, Roa Bastos que es paraguayo, Onetti que es uruguayo, García Márquez, Juan Rulfo, Vargas Llosa.

A.O.: - ¿Qué escritor le impactó más y por qué?

M.A.: - Los escritores franceses no son gente de fácil acceso. He conocido a Phillip Soller. No puedo decir quienes me han impactado más. Hay un escritor Bianchotti que escribe en francés, Severo Sarduy, cubano, es ya francés. Habría que vivir mucho tiempo para saber. En este momento no hay un escritor que sobresalga en Francia. Me interesan más los escritores de nuestro país. Héctor Tizón, jujeño, me impacta más.

A.O.: - ¿Cómo vio el trabajo literario actual en Francia? ¿hay talleres literarios como en la Argentina, se trabaja en forma similar?

M.A.: - En Francia no, hay pocos talleres literarios, el taller literario es un fenómeno estadounidense. Los nuevos escritores surgen de grupos, de revistas literarias, no hay un movimiento. A lo mejor hay un núcleo muy pequeño. Se reúnen una serie de personas que tienen una formación literaria a leer entre ellos. El taller literario se da más en España. Los diarios tienen poco espacio para publicar. Publicar es muy difícil.

A.O.: - La formación de los franceses ¿no les quita creatividad?

M.A.: - La formación es muy técnica. La crítica que se hace aplica modelos. El modelo de los estructuralistas hace una disección. Va aplicando categorías para analizar el cuento folklórico. Autores de crítica literaria aplican sus modelos técnicos, pero esa crítica no contribuye a hacerlos creadores. Por un lado están los creadores y por otro lado la gente que hace de su vida un oficio crítico muy riguroso que reduce el cuento y la novela a una serie de pautas que no son interesantes para el escritor. Este menosprecia el trabajo del crítico. El crítico nunca salta a la creación. Roland Barthes es una excepción porque escribió una novela. Su fuerte está en la investigación. No es un comentario de texto lo que estimula la sensibilidad del escritor sino encontrar técnicas del texto literario. El escritor no sale del campo de la crítica. La crítica es muy rigurosa, muy técnica, muy descarnada.

A.O.: - ¿Se destacan las mujeres intelectuales en Francia? ¿Cómo las ve?

M.A.: - La literatura femenina es muy importante. No se hace ninguna distinción entre literatura masculina y literatura femenina.

A.O.: - ¿Podría nombrar alguna que se destaque más, que sea descollante?

M.A.: - Marguerite Yourcenar, la primera mujer que entra en la Academia. Allá no hay barreras entre lo masculino y lo femenino. Hay muchas mujeres que escriben.


El homenaje a Roberto Arlt en París
A.O.: - ¿Cuál fue su participación en el homenaje a Roberto Arlt en París?

M.A.: - Mi participación fue armar una mesa redonda durante la exposición sobre Roberto Arlt.

Llevé todas las ediciones que se hicieron en la Argentina pero también las del extranjero, todas las traducciones que hubo de las obras, al portugués, al inglés, al italiano, al alemán y al ruso.

Primero participé de la organización de los elementos que conforman la muestra, libros del autor libros traducidos, y libros sobre el autor. Otro aspecto que se mostró fueron las cartas, manuscritos, fotografías de la época para que el público se ubicara en lo que pasaba en la Argentina de esa época. Hubo también un video. En el medio de la sala se instaló una pantalla y constantemente se pasaban los cuentos filmados, películas que se hicieron en televisión y luego la gente miraba las películas, los libros, los manuscritos, todo eso estaba en las vitrinas. Solamente se pudieron llevar dos películas: El jorobadito y El juguete rabioso. Los siete locos no se pudo llevar, no podría decir por qué.

Además hubo que organizar las mesas redondas que compartí con distintos especialistas de literatura y con los traductores. Se hicieron lecturas de trozos traducidos al francés, que fueron leídos en francés y en castellano.

A.O.: - ¿Qué significa Roberto Arlt para los franceses?

M.A.: - Para los franceses el interés por la literatura está en lo que ellos no han podido hacer. Nuestra manera de mezclar la fantasía con la realidad. Ellos descubren a Roberto Arlt porque la literatura es como algo simultáneo a través del tiempo. Lo que hay en las artes es una sensibilidad que lleva al campo de la pintura, de la literatura, aspectos, zonas, maneras de sentir del ser humano. ¿Por qué es importante Kafka? Aunque hubiera escrito solo La metamorfosis sería importante, porque resalta lo que es el proceso de desidentidad. Ese ser que se convierte en un bicho dentro de su propia familia, esa sensación de extrañeza que tiene el hombre de nuestro tiempo, que no tenía el hombre del siglo XIX. En el proceso de desidentidad, el hombre no sabe quién es ni qué es. Es un proceso típico del siglo XX que capta Kafka. En la literatura no hay progreso. Hay parcelas de la identidad que sólo pueden ser captadas por un escritor. Los tipos que encuentran una veta específica que hasta entonces no se había encontrado y encuentran la manera de decirlo son escritores. Roberto Arlt encuentra y dice lo que es el hombre angustiado (lo que escribió Camus) que pierde identidad.

Acerca de los escritores

A.O.: - ¿Alguna vez ha tenido el deseo de emular a su padre?

M.A.: - No, mi padre tenía problemas que tenía el hombre de ese momento histórico.

A.O. - Tal vez la pregunta debería ser ¿ha querido alguna vez alcanzar la fama de su padre?

M.A.: - Los escritores que han pasado a la historia no han pasado por famosos. Shakespeare, Moliere fueron perseguidos en su tiempo. La fama no tiene que ver con los valores. Depende cuáles son tus anhelos, si vos sos real, sos auténtico. Es el drama de Salieri frente a Mozart. Un escritor tiene su satisfacción en el momento que sabe que eso que ha escrito es definitivo. Que nadie lo podría haber escrito mejor y eso que querías expresar no lo expresó otro.

A.O.: - ¿Cuál fue la mayor satisfacción que recibió en el homenaje a su padre?

M.A.: - Yo ya estoy acostumbrada a las satisfacciones. Las satisfacciones dependen de lo que significan para cada uno. Mi mayor satisfacción fue ver que un escritor antes de morirse sabía que era un escritor. Nunca entró en la revista Sur, ni a la facultad adonde entraban los que se consideraban escritores. Si alguien te dice yo soy un gran escritor y no ha podido ver que lo han reconocido hay una gran satisfacción por su reconocimiento actual y por otro lado una gran angustia de que Roberto Arlt no haya recibido una satisfacción. Si yo entrara a creer que eso me corresponde sería una delirante. Yo lo recibo pero no me mareo.

En el plano personal me conmueve mucho más una conversación con alguien que una comida con caviar. Mis satisfacciones no son muy delicadas en cuanto al paladar. Me da lo mismo comer papas fritas con huevo que comer una codorniz ahumada.

A.O.: -¿Qué está escribiendo en este momento?

M.A.: - Varias cosas, entre ellas una novela.

A.O.: - ¿Cómo elige los temas de lo que escribe?

M.A.: - De pronto algo que veo, una frase, una palabra me moviliza, una cantidad de evocaciones. Las cosas que te movilizan son impensables. A veces es un sonido. De pronto es un episodio, una mirada. Las maneras de surgir el cuento, la novela son de lo más dispares. De pronto no sé si hay una receta, un orden pero los personajes van madurando. Es muy importante saber cuál es lo que vos querés plasmar de ese personaje o de ese cuento. La historia es como una estructura que está conteniendo muchos niveles de esa historia. Kafka escribe lo que se le ocurre, ese ser que se convierte en un bicho. La anécdota es lo que permite introducir una serie de contenidos para poner un perfume, cómo alguien siente un dolor, una alegría. El puro cuento es la anécdota por la anécdota misma. Es de una superficialidad alarmante. Cuando vos lees a Curson McCullers o a Salinger encontrás algo detrás de la anécdota. Los escritores siempre tienen dos o tres obsesiones.

A.O.: - Alguna vez ha comparado el matrimonio con el servicio militar ¿podría aclararlo?

M.A.: - Yo pienso que las experiencias de tipo sentimental, amoroso, de tipo afectivo tienen una gran margen de creación. Ese margen de creación que tiene una vía de realización, tiene que ver con la experiencia. Como un cuadro que se sigue pintando toda la vida. Eso tiene una gran parte de sufrimiento. Tiene un hecho doloroso. El servicio militar es una cosa penitencial. Cuando se vive y se reconoce que algunas relaciones han sido necesarias para adquirir cierta experiencia. El servicio militar ha servido para aprender a tirar. El servicio militar de la vida es aquello que es inesquivable, el derecho de piso que hay que pagar para vivir, para ser un ser humano en la vida. Lo de servicio militar es una humorada.

(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur
 

 

 

 

sábado, 4 de octubre de 2014

Entrevista a Adolfo Cáceres Romero por Javier Claure C.



Adolfo Cáceres Romero y su libro Nueva Historia de la Literatura Boliviana
 izquierda a derecha: Antonio Terán, Javier Claure, Adolfo Cáceres y un pintor.


Adolfo Cáceres Romero (segundo de la izquierda) junto a otros escritores
cuando recibieron el Premio Municipal
de cuento, 1967

                                      

 











Conversando con un artesano de la palabra
                                                          Por Javier Claure C.

(Estocolmo) Javier Claure C.
Adolfo Cáceres Romero nació, en Oruro (Bolivia), en septiembre de 1937. Cursó sus estudios primarios en los colegios “Ildefonso Murguía” y “Jorge Oblitas”. Salió bachiller del Colegio Nacional Bolívar de su ciudad natal. Posteriormente se trasladó a la ciudad de Cochabamba por motivos de estudio, en donde obtuvo el título de profesor de Literatura y Lenguaje. Desde ese entonces se afincó en esa hermosa ciudad. Fue becario en España y en Uruguay.
Cáceres Romero es un gran contador de historias y ha creado un universo literario propio. Su intensa producción abarca diferentes géneros: cuento, novela, ensayo, periodismo e investigación. Es así que se ha convertido en uno de los escritores más importantes de Bolivia, y en un abanderado de su generación. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas, y han captado la atención de los lectores y los críticos nacionales e internacionales. Es merecedor de muchos premios y honores. Citaré algunos: En 1965, mereció una mención de Honor de la Universidad Técnica de Oruro (UTO) por su cuento “Copagira”. Dos años más tarde ganó el Primer Premio, con su cuento “La emboscada”, en un concurso organizado por la misma universidad. En 1982 ganó el Premio Franz Tamayo con su libro de cuentos “Entre ángeles y golpes”. En 1990 recibió la Gran Orden Boliviana de la Educación. Además es autor de obras valiosas como, por ejemplo, el Diccionario de la Literatura Boliviana e Historia de la Literatura Boliviana, escrito en cuatro tomos. Ha ocupado cargos importantes y ha representado a Bolivia en diferentes Simposios Internacionales de Literatura.
Hace diez años tuve la suerte de conocerle. Nos encontramos algunas veces en un café bohemio en pleno centro de Cochabamba. En otro viaje que hice a Bolivia, lo visité en su casa una tarde calurosa, pero con una brisa agradable; me acuerdo bien. Cuando toqué el timbre, me abrió la puerta y muy gentilmente me condujo hasta su living. Mientras me conversaba con entusiasmo, dándole una contundencia especial a sus palabras, noté su amor por los libros y la literatura en general. Entonces, inmediatamente me di cuenta que era como una biblioteca andando. Aquel día me obsequió su libro “La saga del esclavo”, novela histórica inspirada en el ejército expedicionario argentino en su paso por la Villa de Potosí. Para conocerlo más de cerca; dejemos que nos hable de literatura y otras cosas:
- Javier Claure: Tengo entendido que has escrito la “Nueva Historia de la Literatura Boliviana”, en cuatro volúmenes, ¿podrías contarme al respecto?
- Adolfo Cáceres: Debes saber que soy profesor de Literatura y Lenguaje; en tal situación, al enseñar en los colegios Literatura Boliviana encontré que, tanto Enrique Finot como Fernando Diez de Medina, historiadores de nuestra literatura, consideran que no existe la literatura boliviana, menos todavía una literatura aborigen, al extremo de que Ignacio Prudencio Bustillo, a comienzos del siglo XX, en su artículo “Literatura Boliviana”, reproducido por Carlos Medinaceli en “Páginas Dispersa” (1946) --donde reúne toda la obra de Bustillo--, éste dice: “De las razas que forman la población nacional, sólo la blanca posee genio artístico. Falto de imaginación y de sensibilidad, frío y reconcentrado, el indio es más apto para el trabajo material de arañar la tierra o ahondar en sus entrañas, que para atormentar su cerebro con las elevadas especulaciones intelectuales”, concluyendo su análisis con: “el indio no es poeta, ni músico, ni pintor por idiosincrasia”; por ahí también transitaban otros analistas de nuestras letras, como: Rosendo Villalobos, Juan Francisco Bedregal, Ángel Salas y otros; entonces, me propuse mostrar el esplendor de nuestra literatura, rebatiendo sus juicios en el primer volumen de mi “Nueva Historia de la Literatura Boliviana” (1987), dedicado a las “Literaturas aborígenes: Aimara, Quechua, Callawaya y Tupiguaraní”; el segundo tomo, que salió en 1990, trata de la “Literatura Colonial”; en el tercero, publicado en 1995, me refiero a la “Literatura de la Independencia y del siglo XIX”; finalmente, el IV volumen salió el 2012, con el título de “La Poesía Modernista y Social del siglo XX”. Actualmente estoy trabajando en dos obras sueltas, que de algún modo son complementarias a mi “Nueva Historia”: “Literatura Boliviana en el exilio” y “La novísima narrativa del siglo XXI”, con las  que espero culminar esta etapa de mi producción.
- JC: En un artículo que escribiste sobre la Guerra del Pacífico, decías que gran parte de los bolivianos sienten cada vez más lejano el retorno a las costas del Pacífico. ¿Qué opinas de la demanda marítima boliviana contra Chile?
- AC: El reclamo de los gobiernos civiles y militares se ha hecho repetitivo e infructuoso; de ahí que inclusive intelectuales y escritores de la talla de Jesús Urzagasti, quien en su novela “Tirinea” (1979), considerada novela fundamental de Bolivia, dice, más o menos, que, como él nació en un país sin mar, no sentía su ausencia. Lamentablemente, creo que muchos de sus lectores piensan lo mismo; sin embargo, nos llegó Evo Morales, un indígena nacido en Orinoca, pueblito perdido en el altiplano orureño; al acceder éste a la Presidencia del país, fue más contundente en su reclamo y hasta cambió de estrategia, haciendo que tal demanda se conozca en todo el mundo, al plantearla ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Ahora bien, aunque Chile ha sido arrinconado contra la pared, este país, amparado en su derecho de conquista, como lo han hecho las grandes potencias, no cederá el puerto soberano que se le pide de los 400 kilómetros de costa arrebatada; entonces, como el mar es una causa boliviana irrenunciable, habrá un día en que Bolivia estará en condiciones de reclamar no un puerto, sino la devolución total de su litoral; desde luego que para ello, Bolivia debe dejar de ser la nación débil  que es hoy; en base a sus ingentes recursos naturales, debe potenciarse, comenzando con educación y salud, de modo que su poderío esté por encima de las armas. ¿Te imaginas a nuestro país con gente bien formada, gozando de buena salud? Pasarán cien o más años, y Chile no tendrá más remedio que ceder.
- JC: En el pasado han existido en Bolivia dos movimientos culturales importantes. Me refiero a la primera y segunda “Gesta Bárbara”, en las cuales participaron grandes literatos del país. ¿A qué se atribuye la falta de un movimiento como ése en la actualidad?
- AC: Nada más ni nada menos a que los tiempos han cambiado. En 1918, “Gesta Bárbara” les dio cierta notoriedad a esos poetas y escritores; de modo que volvió a florecer en 1944. Ahora, siglo XXI, los escritores están más comprometidos con su trabajo literario, que con formar agrupaciones. Hasta la Academia Boliviana de la Lengua ha dejado de cobrar vigencia. Si piensas bien, el único nombre que nos llega de “Gesta Bárbara” es el de Carlos Medinaceli, pero no por ser miembro de esa agrupación, sino por su talento para la crítica y la creación literarias.
- JC: ¿De qué manera influye el nuevo proceso boliviano de transformación social y política en la literatura?
- AC: Si te fijas bien, recién podemos advertir los frutos artísticos de la nueva clase emergente. Ahora sabemos que una mujer indígena, como Luzmila Carpio, es una de las cantautoras más famosas del mundo, que da recitales en lengua quechua en los escenarios más exigentes de muchas ciudades europeas, asiáticas y americanas; actualmente ella reside en París; asimismo, uno de los más grandes pintores de Bolivia, cuyas obras se exponen en galerías de todo el mundo, es Mamani Mamani; en narrativa, Brayan Mamani es un notable exponente de nuestra literatura; eso no es todo, por cuanto van apareciendo nuevas figuras; tengo en mis manos, “El K’ita” (“El prófugo”), relato todavía inédito de Nolberto Marza Quispe, narrador indígena del ayllu de Uncallani, colindante al de Orinoca, en nuestro Oruro. .
- JC: ¿Qué es lo que te indujo a escribir “La saga del esclavo”?
- AC: Con esa novela incursiono en el ámbito histórico de nuestro país. Refleja los comienzos de la gesta independentista (1810), sobre todo el papel del primer ejército auxiliar argentino -comandado por el Dr. Castelli- en suelo altoperuano. Después de la victoria de Suipacha, el ingreso de Castelli en Potosí fue como una señal que nos develaría una serie de fastos sangrientos, hasta culminar con la separación del Alto Perú de las Provincias Unidas del Río de La  Plata. Lo que sí puedo decirte es que en “La saga”, abordo los hechos históricos con pasión y suspenso; cada episodio para mí era como un desafío para recrearlo de la manera más interesante posible; revivir esa época, no fue fácil, me llevó varios años de investigación; luego diseñar la obra y dar vida a sus personajes, fue más difícil todavía, por la cantidad de problemas que encontré; los mismos que se los planteé al lector y que, desde luego, tuve que resolverlos. Meterme a revivir las batallas y matanzas, como la de Guaqui y del 6 de agosto de 1810, puso a prueba mi capacidad de fabulación: No me puedo quejar de su resultado, por la favorable reacción de mis lectores; tanto así que luego me empeñé en escribir otra novela histórica, inspirada en la Guerra del Chaco y en la defensa de Boquerón, con el título de “El Charanguista de Boquerón” (2010), que fue galardonada con el Premio Nacional de Novela Marcelo Quiroga santa Cruz.
- JC: ¿Cuáles crees que son las mejores condiciones para escribir?
- AC: ¿Qué puedo decirte? Tal vez lo principal sea estar dispuesto a hacerlo, pese a las privaciones y dificultades que confrontará;  sin pensar si se trata de una tarea difícil, solitaria y no siempre bien remunerada. Pocos escritores viven de su obra en nuestro país. No es fácil estar sentado, cinco, seis, ocho horas, en fin, tecleando un ordenador para dar vida a una historia, durante meses y años. Eso sí, te puedo asegurar que las condiciones ambientales no siempre son las más propicias. Faulkner, al comienzo de su carrera trabajaba como albañil; de ahí que escribía en los momentos de descanso  sobre una carretilla volcada. Yo escribía los fines de semana, por cuanto de lunes a viernes dictaba clases todo el día, tanto en la Universidad Mayor de San Simón y a veces también en la Católica y en un colegio nocturno (Jesús Lara), del que luego fui Director, hasta mi jubilación. Trabajé 36 años en esas condiciones, pero nunca dejé de escribir.
- JC: ¿Qué es la escritura según tu parecer?
- AC: Podría decirte que es una forma de comunicación parecida a hablar, sólo que más complicada, por el manejo de códigos lingüísticos; sin embargo, no es tan simple, si te refieres a escribir una obra de arte. Este es un proceso notable que se facilita con un método nacido de la experiencia y la creatividad, aparte del talento para urdir tramas o expresar lo inefable, como ocurre con los poetas. Esta labor me ha llevado a escribir mi “Manual Práctico de Lectura y Redacción”, tal vez mi obra más exitosa, teniendo en cuenta que la octava edición se halla prácticamente agotada; ahora estoy trabajando en la novena, aclarándote que lo que hago es mostrar cómo funciona la Gramática en el proceso de gestación de una obra.


- JC: Por último, ¿Qué le aconsejarías a un escritor joven?
- AC: Primero, ese joven tiene que saber que la labor de escribir es muy seria, que exige una entrega total, a no ser que quiera ser un escritor liviano, prescindible, sin obra  trascendente. Si ambiciona la gloria, que desde luego no siempre la disfrutará en vida, tendrá que someterse de una manera total a leer y escribir, por encima de todo. Muchas veces se hace una labor ingrata, pues no faltan los que te ponen piedras en el camino, pero si eres persistente y tienes fe en lo que haces, nada de ello te afectará. Como ocurrió con Kafka y también con Edmundo Camargo, poeta nuestro que murió a los 27 años de edad; ambos jamás se imaginaron que sobrevivirían póstumamente, gracias a sus obras. Kafka marca con su nombre la actual literatura universal; en cambio, Camargo es uno de los más grandes poetas de Bolivia y América; nos dejó sus poemas en hojas sueltas, que tuvieron que armar otros poetas, como Jorge Suárez y Eduardo Mitre, para tener ese hermoso libro al que le dieron el título de “Del tiempo de la muerte” (1964), publicado póstumamente, el año que falleció.        
     
 
(c) Javier Claure C.

Estocolmo
entrevista y fotografías enviadas por Javier Claure C. para su publicación en la revista Archivos del Sur Javier Claure C. es un escritor boliviano radicado en Suecia



 
 


 
 



lunes, 1 de septiembre de 2014

Entrevista a la escritora e historiadora María Sáenz Quesada por su nuevo libro "Roque"



(Buenos Aires)

La escritora e historiadora María Sáenz Quesada publicó recientemente su nuevo libro "Roque", el presidente argentino que forjó la democracia moderna, en la editorial Sudamericana.
Entrevisté a María Sáenz Quesada en la redacción de la revista Todo es Historia de la cual es su directora desde 2010. En "Roque", la historiadora descubre a Roque Sáenz Peña como personaje histórico y también en sus distintas facetas: el político perteneciente a una generación romántica; el voluntario que se ofreció para luchar en la Guerra del Pacífico; el Presidente de la República Argentina que dio al país la ley electoral que lleva su nombre; el personaje romántico y sus episodios sentimentales.
María Sáenz Quesada es Licenciada en Historia, actualmente miembro de la Academia Nacional de la Historia y de la Academia Nacional de Educación, Directora de la Revista Todo es Historia.
Ha publicado libros como La República dividida, El Estado rebelde, Los estancieros, Mujeres de Rosas, Mariquita Sánchez, vida política y sentimental, Isabel Perón, la Argentina en los años de María Estela Martínez, La Libertadora, De Perón a Frondizi, Las cuentas pendientes del Bicentenario y La Argentina, Historia del país y de su gente. Es colaboradora del diario La Nación y de Perfil.
Fue Secretaria de Cultura del primer gobierno autónomo de la ciudad de Buenos Aires y directora del Museo de la Casa de Gobierno durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Presidió el Instituto de Investigaciones Históricas de la Manzana de las Luces. Es oficial de la Orden del Mérito de Chile y Chevalier de l´Ordre des arts et des lettres de la República Francesa. Recibió los premios Konex de Platino (Biografía) y Santa Clara de Asís.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Roque, el presidente argentino que forjó la democracia moderna por María Sáenz Quesada

María Sáenz Quesada y quienes la acompañaron en
 el Club del Progreso

















(Buenos Aires) Araceli Otamendi

La historiadora y escritora María Sáenz Quesada disertó hoy  en el Club del Progreso, acerca de Roque Sáenz Peña, quien fuera presidente de la nación, y "el presidente argentino que forjó la democracia moderna", tal como indica el subtítulo del libro recientemente editado por Sudamericana "Roque". El emblemático Club del Progreso que aún alberga la mesa - y se puede ver apenas se entra al edificio- donde fueron depositados los restos de Leandro N. Alem, inmediatamente después de que se suicidara en el carruaje que lo conducía al Club,  fue escenario de muchas conversaciones entre Roque Sáenz Peña y sus amigos. La vida de Roque Sáenz Peña, explicó María Sáenz Quesada, fue rica en sucesos y experiencias. Era hijo de Luis Sáenz Peña, y también fue abogado como su padre. 
Si bien Roque Sáenz Peña provenía de una familia católica y rosista, sus ideas se inclinaron hacia otro lado. Fue amigo de Miguel Cané, Carlos Pellegrini, Lucio V. López, Indalecio Gómez, Ezequiel Ramos Mejía y otros hombres notables de la época.
Asiduo concurrente del Club del Progreso, propuso una gran reforma para ofrecer a los inmigrantes la ciudadanía. Roque Sáenz Peña vio en esa época como el tema de la gran inmigración que llegó a la Argentina era un tema al que había que buscarle propuestas, tal como ocurre en la actualidad  en Europa donde es uno de los temas más candentes.
Era partidario también del diálogo entre porteños y provincianos y entre los distintos partidos políticos. Sostenía que el Club del Progreso tenía que tener un discurso hacia afuera.
Saénz Peña fue un internacionalista pero también fue un hombre de partido, dijo la historiadora. Sostenía que los partidos políticos eran necesarios y también la vida política. También le interesaba que los partidos políticos se fortalecieran.
Roque Sáenz Peña participó como combatiente voluntario en el Ejército peruano durante la Guerra del Pacífico. Fue tomado prisionero y  encarcelado en Chile y después liberado. Fue presidente de Argentina entre 1910 y 1914 e instauró la ley electoral con el voto universal, secreto y obligatorio.
En la Conferencia Panamericana de Washington, Roque Sáenz Peña se enfrentó a la élite política estadounidense, siendo elogiada la delegación argentina por José Martí, que era corresponsal del diario La Nación en New York. "Ellos pueden decir lo que no dicen las naciones más pequeñas" dijo Martí, por los representantes argentinos.
Roque Sáenz Peña era opositor a Julio Argentino Roca, lo que provocó que para dificultar su candidatura a la presidencia de la nación, Bartolomé Mitre impulsara a su padre, el jurista Luis Sáenz Peña como candidato a presidente. Fue así que Roque retiró su candidatura. Al asumir la presidencia Luis Sáenz Peña, Roque fue designado Jefe de las Guardias Nacionales, posteriormente se incorporó a la Cámara de Senadores de la Nación y al poco tiempo se retiró de la vida pública y se dedicó a administrar sus campos y atender sus negocios rurales.
Además de la vida pública de Roque Sáenz Peña, el libro recorre la parte íntima del personaje, sus andanzas, sus amigos, sus amores, el casamiento con la mendocina Rosa González Delgado con quien tuvo una única hija.





martes, 24 de junio de 2014

Entrevista al autor,actor y director teatral Luis Cano

Luis Cano
















(Buenos Aires) Araceli Otamendi

 Por su obra Fantasma de una obra de teatro de 1900, estrenada recientemente en Patio de Actores entrevisté al autor, actor  y director teatral Luis Cano:





Fantasma de una obra de teatro de 1900
Entrevista a Luis Cano por su obra Fantasma de una obra de teatro de 1900

Araceli Otamendi:-  ¿Por qué ese título de la obra: "Fantasma de una obra de teatro de 1900" ¿se refiere al fantasma de una obra de teatro completa o al fantasma de un personaje?

Luis Cano: -"Fantasma de una obra de teatro de 1900" es un texto que presenté al Complejo Teatral de Buenos Aires en 2010. El proyecto estaba propuesto para el Teatro Regio, basándome en la hipótesis de que esa sala tradicional espera eternamente la repetición de una obra del pasado... Así que, mi intención era poner en escena el "fantasma de una obra". Quería que el público asistiera a una especie de holograma que se repite con cansancio. (Había hablado con Carmen Baliero, que iba a sonorizar el edificio, hacer que las paredes respiren y chirriaran, que es lo que hacen los antiguos teatros.) Por cuestiones de programación, el proyecto se pospuso y me aburrí.

 A.O.:-Los personajes parecen estar muertos, la atmósfera es irreal, onírica, es un efecto buscado por la directora de la obra o es así?

L.C.:- En mi escritura los personajes no están muertos todavía. Los hijos van a morir a causa de sus padres (esto ubica la obra en la línea de las tragedias). Pero en el transcurso de la obra, todavía, nadie murió -en cualquier caso hay ambigüedades suscitadas.
En mi proyecto de montaje de 2010, quería investigar ese extraño realismo rioplatense del que tanto se habla y sobre el que queda mucho para discutir... El clima que vos definís como irreal y onírico es resultado del trabajo de creación de Laura Yusem.

A.O.:- ¿En qué te inspiraste para escribir esta obra? ¿hay intertextualidad con otras obras?

L.C.:- La inspiración para "Fantasma de una obra de teatro de 1900" surge de un proyecto de escritura que propuse al Instituto Nacional del Teatro en 2005 y que desarrollamos hasta 2007 (gracias a la edición de Carlos Pacheco). La experiencia se recopila en el libro "La carnicería argentina" que se consigue en las delegaciones del INT o se baja digitalmente por Internet de manera gratuita. En ese momento, convoqué a Ariel Farace, Carolina Balbi, Diego Brienza, Julio Molina, Laura Fernández, Mariana Chaud, Santiago Gobernori y Susana Villalba, y les propuse revisar algunos textos clásicos de la literatura argentina y escribir textos dramáticos a partir de esas lecturas. "Fantasma de una obra de teatro de 1900" sería mi propio texto para "La carnicería argentina". ¿En qué me inspiré? Leí Alberdi, Cancela, Echeverría es inevitable, Mármol, Martínez Estrada que me encanta, y obviamente Mujica Láinez (tratándose de una casona, es imposible no pensar en él). Ese mismo año me compré las obras completas de Florencio Sánchez y las leí todas, pero no sé si quedó algo en "Fantasma…" No es un texto de la intertextualidad. No más que cualquier otro texto (todo texto es una intertextualidad). Esto es claro: No hice operaciones de cortar y pegar como practicaba en los años 90 cuando escribía "Los murmullos", nada de eso... Stella Galazzi (que iba a hacer el papel de Manuela en mi proyecto para el teatro Regio) me decía que la obra le sonaba a Camus. Y mi amigo y colega Roberto Castro (que leyó borradores, y que también actuaría en mi montaje) fue otra influencia que no puedo dejar de nombrar... Así que las referencias son también interpretaciones, y eso las vuelve sin fin, las convierte en algo difícil de alcanzar.


A.O.:-Parecería que hay secretos ocultos en esa familia de la obra, secretos que nunca se van a develar, nuevamente te pregunto si eso es un efecto buscado como autor.

L.C.:-"Fantasma de una obra de teatro de 1900" tiene una intriga típica del cliché. El dueño de casa tuvo dos hijos con la criada. Al varón lo crió como propio y a la mujer se la llevó la criada que echó de casa. Debido a los enredos del destino o a la tragedia teatral, los hijos se enamoran sin saber que son hermanos. Esa es la historia, eso afirma el texto, aunque claro, lo relata a cuentagotas, con las negaciones y distorsiones obligadas de ese conflicto.

A.O.:-Hay una atmósfera opresiva en el escenario, los personajes tienen las manos atadas y están en el mismo lugar, recuerdan el pasado, se echan culpas uno a otro, parecería que no pueden salir de ahí ¿por qué ese escenario tan opresivo?

:L.C.:- Esta pregunta es para Laura Yusem. Conozco personalmente a Laura desde el 2000. Ella estaba entonces de Jurado en un Concurso de la ex Secretaría de Cultura de la Nación y yo gané como dramaturgo. Desde entonces quisimos compartir algún proyecto. En 2006 nuevamente ella fue Jurado en un Concurso del INT donde me premiaron como director, y por esa casualidad retomamos el contacto. Creo que en 2011 ó 2012 "Fantasma de una obra de teatro de 1900" llegó a sus manos... Laura es una directora única. Y tu pregunta es acerca de su puesta en escena, donde todos los méritos son de ella. Muchas gracias, Araceli.

(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur

Fantasma de una obra de teatro de 1900
SÁBADOS 21:30 hs
TEATRO PATIO DE ACTORES
Lerma 568 - TEL.: 4772-9732
C.A.B.A.
 Desc. estudiantes y jubilados

Elenco:
Miguel................... Rafael Cejas
Manuela................ Nadia Dotta
Felipe...............Dante Iemma
Hilario.................Mauricio Méndez
Fatima............ Paula Radovancich

 Ficha técnica:
Fotografía: Marcela Gabbiani-Prensa: Laura Castillo-Operación de sonido: Alberto Alburquerque-Operación de luces: Alfredo Torres-Espacio escenográfico y vestuario: Laura Yusem-Diseño grafico: 3boxes-Asistente de iluminación: Julieta Carrillo-Asistente de dirección: Alberto Alburquerque-Producción Ejecutiva: Julieta Alfonso-Diseño de iluminación: Marco Pastorino-Música original: Cecilia Candia- Dirección General: Laura Yusem
ste espectáculo cuenta con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y PROTEATRO
Premio ARTEI a la producción de Teatro Independiente

Luis Cano
Poeta, dramaturgo, actor y director, Luis Cano (Sáenz Peña, 1966) se formó en la Escuela Municipal de Arte Dramático, estudió Artes en la Universidad de Buenos Aires y, en 1993, estrenó su primera pieza El aullido, merecedora del Premio Coca Cola en la Artes. Desde entonces ha creado una cantidad de obras entre las que se destacan Tentativa para evadirme de mi padre (1996), Cangrejos (1997), Ruleta rusa (1998), Socavón (1999), Ostras frescas (1999. 2º Premio Municipal), El paciente (2002), Ruidosas rosas (2004), Partes del libro familiar (2007. Premio del INT), Chiquito (2008) y Mecanismos el cortejo (2009), además de compartir procesos de escritura con otros creadores de su generación como Alejandro Tantanian (La desilusión) y Beatriz Catani (La desdicha).
“Las marcas del pasado en diversos aspectos de la identidad individual y colectiva, y la innegable fuerza con las que éstas inciden en el presente, son cuestiones con las que nos confronta el teatro de Luis Cano, colocando en acción la imaginación ética del espectador”, expresó la investigadora Halima Tahan sobre su propuesta artística. “En muchas de sus obras, el autor ha afrontado la misión de encaminarse hacia el pasado para explorar dramáticamente las complejas relaciones entre memoria e identidad, entre memoria y olvido. Temas de profundas resonancias para la subjetividad de los argentinos”.
En el Complejo Teatral de Buenos Aires, estrenó Los murmullos (Premio Germán Rozenmacher, Sala Cunill Cabanellas, 2002) y Hamlet de William Shakespeare (Teatro Sarmiento, 2004. Premio fundación Autores 2005), ambas dirigidas por Emilio García Wehbi, y fue responsable de la dramaturgia de la obra La forma que se despliega (Teatro Sarmiento, 2003), creación de Daniel Veronese para el ciclo Biodrama.
Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Internacional Jorge Luis Borges por Un dietario (poesía), el Premio Nacional de la Secretaría de Cultura de la Nación, Premio Nuevas Obras de Autores del MERCOSUR y Premio Municipal del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: estos tres últimos por Coquetos carnavales. Asimismo, Luis Cano completa su labor en el campo teatral con la docencia (cursos y talleres de dramaturgia y producción teatral), la investigación y la dirección escénica.


martes, 1 de abril de 2014

Entrevista a Reinaldo Edmundo Marchant por Francisco Almarcegui

Reinaldo Edmundo Marchant 








Reinaldo Edmundo Marchant y Francisco Almarcegui 











             
















(San Vicente, Chile) Francisco Almarcegui  

Literatura y balompié, asunto de carácter


                     Tengo ese privilegio de conocerlo de niño. Mi padre,  un vasco de cepa fanático del fútbol, don Constantino Almarcegui Legaz, en una final de campeonato que hoy llamaríamos Categoría Sub 12, en el mítico y todavía vigente Estadio El Llano, me dijo con ese acento español que nunca lo abandonó: “coño, el que juega de 10 tiene carácter”. Para él tener carácter era una marca. El sello fundamental de un individuo. Y se traía o no. “Vea, ordena, la pide, y no se enoja nunca, coño”. Yo había pasado los veinte años. Administraba y era libretista de espectáculos en el famoso Teatro Huemul. Por ahí pasaban algunas de las bandas musicales más importantes de los años setenta. También teníamos de vecinos a connotados escritores: Toño Freire,  Carlos Droguett, Manuel Gandarillas, Luís Durán … Muchas personalidades. Todavía, frente al Teatro Huemul, una casa luce orgullosa una placa de cobre: “aquí vivió Gabriela Mistral”. Era cierto, el alcalde Jaime Ravinet  la obsequió como sinónimo de preservación. El pianista Roberto Bravo no pudo adquirir la propiedad: fue nombrada Patrimonio Cultural. Cerca de dos años esa fue la morada de la Premio Nóbel. “¡Coño, qué hermoso gol!”, exclamó mi viejo. El que llevaba la 10 eludió un par de rivales y empujó casi con  vergüenza el balón a la red descubierta. Los hinchas de su club el Unión Milán enloquecieron, el chico no. Vino a sonreír cuando sus compañeros llegaron a abrazarlo.

Ahora ese mozalbete es un hombre. Sabía que desde unos años dicta clases de literatura en escuelas rurales de la Sexta Región y esta entrevista surgió en Larmahue, al pie de unas conocidas Rueda de Azudas, que aparecen en la fotografía de portada.

Así era y sigue siendo Reinaldo Edmundo Marchant, un ex futbolista que se dedica a escribir libros, como suele definirse. Es el quinto hijo de doña Rosa Marchant – usa su apellido materno; su padre, Mario Arriagada Cuadra abandonó el hogar a meses de nacer este su último hijo-. De aquel hecho futbolero han pasado más de cuatro décadas. Distante quedó ese pasado de aprecio que recibía cada fin de semana. Su paso por Deportivo Aviación. El alejamiento junto a parte de su familia a la Argentina – su segunda patria, repite cada vez que nombran a ese país- en 1974, con sólo diecisiete años.


“El fútbol llegó conmigo adherido a mi pies”


Reinaldo Edmundo Marchant es un piscis que, hasta el día de hoy,  la gente lo aprecia y estima en la zona que lo vio crecer. De tanto en vez regresa a ver “a sus verdaderos y mejores amigos”. Le demuestran afecto. Algo de respeto deber existir: fue uno de los pocos muchachos que jamás recibió apodo. Y aquellos que se han criado en arrabal saben que ello es demostrativo de muchas cosas.


   -Qué te parece si arrancamos con el tema del apodo…

Ríe sonoramente.


    -Fuiste uno de los pocos al que no “marcaron”…
    -¿Sabes cuándo me di cuenta de eso? Al dedicar mi primer libro de fútbol (La alegría del pueblo, Ediciones Bravo y Allende, 2002) a todo el plantel del Unión Milán: puse nombre, apellido y seudónimo, a cada uno, y cuando llegué a teclear el mío, que era el último, caí en cuenta que no tenía sobrenombre…
     -Te decían Reina.
     -Sí, pero porque les costaba decir Reinaldo (risas). Entonces ese nombre no era muy común y la mayoría decía: Reinardo, con r… De modo que facilitaron las cosas podándome el nombre, astucia de barrio (vuelve a reír).
      -Qué te dejó el  crecer en un suburbio.
      -Todo lo que soy. Ahí conocí la maravillosa felicidad del fútbol, aprendí a trabajar de niño, a saber prematuramente asuntos como el dolor, la injusticia humana y, también, los viejos y entrañables dirigentes del club me enseñaron la modestia, a no encandilarme nunca con nada, saber que para lograr las conquistas más pequeñas es inevitable el sufrimiento y la humildad.
       -En especial había un dirigente…
       -Don Mario Álvarez –interrumpe-. Me veía jugar en la calle y fue quien me inscribió en el Unión Milán para jugar en la categoría de diez años, teniendo yo nueve. No sólo eso, él me habló de llevar la diez en la espalda, que si bien uno no la ve, sabe que la tiene detrás, acompañándote como un santo. En el camarín, luego de cada charla, don Mario iba entregando uno por uno la camiseta y a la vez impartía instrucciones precisas. A mí siempre me dejaba para el final y me decía: tú vas de nueve y medio…, y me pasaba la número diez. No hablaba nada más. Yo sabía que pedía fútbol, creatividad y goles, obligación que tenían quienes llevaban esa posición en esos años.
        -¿Se puede decir que fue él quien te enseñó a jugar fútbol?
        -No. Sólo te guían. Ni a jugar ni a escribir nadie te enseña. El  fútbol llegó conmigo adherido a mis pies, perdonando la expresión.
         -Y a escribir…
         -Lo mismo –vuelve a interrumpir-. La creación vino conmigo adherida en mi imaginario. Esto te lo puede repetir  cualquier futbolista y cualquier literato con cierta dosis de honestidad.
         -No se aprende…
         -Estas cosas, no. A ser profesor, físico, astronauta, sí te enseñan.
         -Hay muchos que señalan que sí uno puede aprender a escribir y a jugar fútbol.
         -Tienen razón. Pero lo hacen de forma rústica. Existen famosos ejemplos en el fútbol. Y en la literatura también. Pablo Neruda y Gabriela Mistral nunca fueron a un taller literario. Y no me imagino a los grandes escritores de todos los tiempos recibiendo incautas instrucciones de parte de un escritorcillo ocasional.
          -¿Entonces no sirven esos talleres literarios?
          -Ni los talleres ni las escuelitas de fútbol forman talentos.  Los dones llegan adheridos al misterio más insondable del ser humano. Después se pule o no, se trabaja o desperdicia, se desarrolla con fuego, disciplina y tenacidad, o simplemente se abandona.
           -¿Te tocó ver perderse a talentos innatos?
           -Conocí a unos cuantos, en el fútbol y la literatura. No es fácil perseverar en oficios donde el futuro es una incógnita. Muchos ignoran la incertidumbre y la desazón que pasaron grandes astros del balompié y de la literatura. Es recomendable conocer esas historias. Uno comprende mejor en lo que está y en la que se metió por nacer con una devoción especial, que no te deja la posibilidad – cuando se tiene en serio- de dar jamás un paso al lado.
            -¿No se puede abandonar?
            -Exactamente, cuando la tomas en serio, insisto. José Donoso me hablaba de todo el dolor e indiferencia que le tocaba experimentar a un escritor. Más encima la gente te viene a considerar cuando sacas un producto, el libro. Antes pasas meses, años, digitando en una soledad que debe ser la más heroica que debe existir. Donde a veces no tienes a nadie que te arrime siquiera un cafecito…
              -¿Qué es lo vital para escribir?
              -El oficio literario. El crear y luchar cada día con las letras, palabras, frases. Los que tienen oficio literario nunca dejarán el lápiz y el cuaderno. Estudié en la facultad de letras de la Universidad Católica y la mayoría se investían de poetas y prosistas, todavía ando buscando algún libro de alguno de ellos… (risas).


Le cuento aquella pasada historia de mi padre, en el Estadio El Llano, cuando dijo que tenía carácter. Sonríe.

         
                -¿Eso dijo el español? –exclama incrédulo.


Piensa un momento.


                 -Es probable –indica a continuación-. Como nací en un hogar lleno de necesidades, me obligué a formar tempranamente un temperamento de sobre vivencia. Eso me condujo a luchar cada día. A no darme por vencido aunque muchísimas ocasiones el agua ha tapado mi nariz. Esta característica se la debo al fútbol: tú en un partido te hundes, afloras, gritas, callas, celebras, y entristeces de una forma terrible: ahí comprendí que uno puede perder pero nunca perder la cabeza.
                  -Yo  recuerdo la mesura que tenías para celebrar los  goles, ¿por qué tanto auto control?
                  -Era por lo mismo: los viejos me enseñaron la proporción en el festejo y en la derrota. Don Mario solía decir: somos Campeones, pero del año que viene nada sabemos que ocurrirá.
                  -Esto me da pie para preguntarte: ¿qué es más limpio, el fútbol o la literatura?
                  -¿La verdad?
                  -Por supuesto.
                  -¡El fútbol!
                  -Por qué.
                  -En el fútbol no importan los apellidos, ni la marca de los zapatitos, las poses, tampoco la basura económica: sales a un campo abierto para el juego y ahí, públicamente, cuenta si tienes o careces de habilidades… Dicho de otra manera: es imposible que un engañoso y tramposo, de estos que abundan, sobresalga si no tiene control, toque y goles.
                   -Y la literatura…
                   -Ahí vale todo, como en esas peleas encarnizadas que dan ahora. Cuenta el poder familiar, económico y de comunicación, máxime en estos tiempos. Antes era más limpio, romántico. Era importante ser escritor. Hoy  el hijo le dice al papi: “pa, quiero ser poeta”, “¡pues séalo no más, mijito!” (risas). “¡Yo lo llevo donde el Kike Morandé!”…
                    -Si es tan lapidario el asunto, ¿cómo lo haces para figurar en esa flora y fauna?
                     -Porque amo por sobre todas las cosas la creación literaria y  por mi temperamento, que tu padre llamaba carácter (sonríe).

Y resume, con un signo de melancolía:


                     -No sé cómo entró en mí la escritura. Hubo muchos que quisieron quitármela, para ahorrarme ese peso, o sacarme de la tarima. Más de alguna vez quise mandarla al diablo. No fue posible. Nadie, ni el más infame, podrán   quitar de mí lo que nació conmigo.



Mis dos maestros: Dios y mi madre


Llama la atención al conversar con Marchant  la tranquilidad que irradia. Ríe constantemente. Para él no  existe la incriminación. Nunca personifica una mala opinión de nadie. Escucha más de lo que habla. Observa serenamente. Sabe quién es quién en la literatura, pero se guarda el comentario. Parece un inconsciente de su talento. Le recuerdo que, ha mediado de los años ochenta, llamó la atención que un autor tan joven  como él apareciera súbitamente con ocho novelas inéditas, más si se tiene en cuenta que quienes crean novelas son siempre personas mayores, con experiencia y bastante documentación.

Eso tiene una explicación –comenta, a la manera de una justificación-. Estaba el gobierno militar y no se publicaba nada, salvo a ese puñado de escritores adherentes al dictador. Entonces yo escribía una novela y no sabía qué hacer con ella. Mis amigos eran deportistas. Nadie sabía de letras. Entonces la guardaba en una gaveta. Y así, hasta que animé a revelar algunas de mis creaciones a un profesor y posteriormente un grandísimo amigo: Jaime Hagel. Gracias a él gané el Premio Nacional de Novela Andrés Bello, porque me pasó el dato del concurso,  me motivó  como lo hizo en su momento don Mario Álvarez. Si no fuera por él todavía estaría juntando libros (risas).
¿Tanto demoraste en contar que escribías?
Sentía pudor enseñar lo que hacía en total discreción.  Soy lento en los asuntos míos. No así en los asuntos de los demás. Para la Campaña de Ricardo Lagos, 1999, trabajé al lado de Michelle Bachelet, durante meses. Conversábamos continuamente. Luego ella fue nombrada Ministra de Salud y después de Defensa. Hasta que un día nos encontramos casualmente y me invitó a visitarla a su despacho. Fue en esa reunión que le dije que yo había jugado en el Club Deportivo Aviación y que conocí a don Beto, su padre, Vicepresidente del club y General de Aviación de la Base Aérea de El Bosque, Alberto Bachelet…
¿Qué te dijo?
 Le llamó la atención mi exceso de prudencia. Don Alberto falleció en la Cárcel Pública y le manifesté el respeto que tenía por su familia. Le mostré fotos, mi carné de jugador, artículos que había escrito sobre su padre… Hasta un libro futbolero, “Toco y me voy…”, se lo dediqué y entregué, pues fue un hombre extraordinario. Estaba muy emocionada. Hablamos más de una hora. Gracias a esa conversación  soy amigo de su bellísima madre, la señora Ángela Jeria Gómez.
Su madre, Rosa Marchant es una mujer campesina del sur. De ojos claros. Llegó a los  quince años a Santiago. Jamás fue a la escuela. Su hijo reconoce que todo se lo debe a ella. Que de su boca escuchó las mejores enseñanzas. Cuando publicaron su primer libro, “El Abuelo”, puso la siguiente dedicación: “A mi mamacita, que nunca leerá lo que a través de su tierno néctar me enseñó, permitió que fuera un ave perdurable, pero que silba en otros troncos”.


                   -Qué es para ti tu madre…
                   -El espíritu de Dios, en cuyo pecho nos refugiamos, es una guía dulce y limpia, una bendición que tenemos todos.
                   -¿Eres creyente?
                   -Amo al Padre Celestial y a mi amigo Jesucristo –y continúa-. Mi madre me inculcó esa maravillosa  virtud de mirar al cielo. Ella, cada día, al alba, antes de retirarse al trabajo, nos encomendaba al Padre y a su Hijo. Éramos cinco criaturas y nunca nos ocurrió nada. Por el contrario, recibíamos ayuda y protección de vecinos bondadosos.
                 
                 
Hace una pausa, y añade:


                     -Mis sueños los alimentan Dios y mi madre, ellos son mis maestros supremos. Esto lo digo con mucho respeto.
                     -¿Percibes a Dios?
                     -Dios está en todos nosotros de forma redentora. Desea tener una relación personal y estrecha con  cada uno. Sólo debemos abrir el corazón y permitir que esa mancomunión  actúe en nuestras vidas: Él abre puertas, pero muchas veces el hombre se encarga de cerrarlas.
                      -¿Te gustaría enseñar alguna vez la Biblia?
                      -No –contesta tajante-. De manera muy sencilla puedo contar que convivir respetuosa y sinceramente con el Padre y su Hijo es algo hermoso, gratis, un acto de fe, de misericordia inexplicable, y que cuando ello sucede la vida tiene colores majestuosos, que antes uno no vislumbraba.
                       -Si vieras a Dios, ¿qué harías?
                       -Lo que pienso a menudo: sonreír, abrazarlo lleno de correspondencia y agradecer tanta cosa que experimenté, para su gloria y honra, porque fueron obsequios que Él me ayudó a conquistar.
Me habla profusamente de Dios. Narra bendiciones que ha visto en los demás. Se nota que le apasiona el tema. “Detrás de cada árbol está Dios”, señala. Le digo que soy ateo. Contesta calmadamente:

                         -Está bien. Acepto pero rechazo tu devoción a la nada…(risas).


Para el final he dejado un deseo personal. Se lo comento:


                          -Te parece que cerremos esta conversación con la lectura de algún relato…
                          -¿Un relato? ¿Cuál?
                          -El que tú elijas.

Abre el libro “El leve soplo de los vientos”. Selecciona “El mar”.

                           -¿Por qué tomaste ese?
                           -Porque eso sucedió cuando mi madre me llevó a conocer el mar…
                           -Qué edad tenías.
                           -Seis años.





Reinaldo Edmundo Marchant

                                 EL MAR




Cuando la madre llevó a sus cinco hijos a descubrir el mar, él imaginaba que era como un cielo bañado en lluvias. ¡Tonto, es de agua!, precisó su hermana.

Entonces imaginó que era como una piscina pero más colosal. ¡Tonto, tiene olas!, repitió la hermana.

¡Y tiene peces, sirenas, ballenas, tiburones…!

Comenzó a temer. A esconderse en la falda de su madre.

      -  ¡No pasa nada, son aguas que tocan música!- lo consoló ella.

Y el bus trabajosamente se lanzó a descender hacia el fabuloso piélago.

Pelícanos y gaviotas danzaban en la planicie azulenca.

Su pequeño corazón saltaba a la manera de una ardilla.

¡Ahí está!, gritó la hermanita, apuntando con la mano la traza marina.

Pudo ver ese gigantesco pecho celeste, agitándose, soltando espumas blanquecinas, jugando con algas y otras especies. Su rostro quedó embutido en el vidrio de la ventana. Nunca necesitó más ojos, oídos y visión  que lo ayudaran a observar la majestuosidad más grande del universo.

       - Lo que no ha inventado el hombre es muy perfecto- dijo la madre.

Y él la abrazó fuerte, por ese premio azul, las aguas del océano infinito.

Desde ese día, pidió más vista para observar, más sentidos para escuchar y más espíritu para recibir los regalos que descienden de las moradas altas y gloriosas.




(c) Francisco Almarcegui
San Vicente
Chile


*El autor de la nota, Francisco Almarcegui es escritor y libretista chileno-español

imágenes: fotografías gentileza Reinaldo Edmundo Marchant