domingo, 21 de noviembre de 2010

Entrevista a Enrique Vila.Matas* por Araceli Otamendi




(Buenos Aires) Araceli Otamendi


Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), es uno de los más destacados escritores de la actualidad. Está traducido a veintisiete idiomas. Ha publicado en la editorial Anagrama el libro de ensayos literarios El viajero más lento y los siguientes títulos de narrativa: Impostura, Historia abreviada de la literatura portátil, Una casa para siempre, Suicidios ejemplares, Hijos sin hijos, Recuerdos inventados, Lejos de Veracruz, Extraña forma de vida, El viaje vertical (Premio Rómulo Gallegos 2001), Bartleby y compañía (Premio Ciudad de Barcelona, Prix du Meilleur Livre Étranger, Prix Fernando Aguirre-Libralire), El mal de Montano (Premio Herralde, Premio Nacional de la Crítica, Prix Médicis étranger 2003, Premio Internazionale Ennio Flaiano, París no se acaba nunca, Doctor Pasavento (Premio Fundación Lara 2006, Premio de la Real Academia Española 2006) y Exploradores del abismo. A raíz de la publicación de este último libro  lo entrevisté para Archivos del Sur.





Araceli Otamendi: - ¿Cuál es el motivo de su regreso a la escritura de cuentos o nunca dejó de escribir cuentos mientras escribía novelas?


Enrique Vila-Matas:- Pueden ser necesarios años de preparación antes de que el artista dé con los códigos, las claves y los equilibrios correctos y pueda entrar y salir más o menos libremente de la visita a los distintos temas de su obra. A lo largo de la elaboración de la Trilogía de la Catedral Metaliteraria (Bartleby, Montano, Pasavento), cada vez me fui sintiendo más cómodo con lo que escribía, cada vez más en mi casa. Llegué a tener la sensación de que me había instalado en “una casa para siempre”. Y ahí sonó mi alarma. Había dado con una forma demasiado idónea para mí y decidí no cometer el error –que otros cometen- de instalarme en la comodidad de mi propio invento y método. Fue entonces cuando me propuse partir  –como un explorador más- a la búsqueda de nuevas procedimientos. Y así inicié la aventura de regresar al cuento y ver qué pasaba...


A.O.- En su relato "Café Kubista",  un tema que aparece es el cubismo, tanto en la pintura como en la literatura, como modo de huir del punto de vista fijo y adoptar otros puntos de vista en forma simultánea. ¿Por qué elige ese movimiento artístico para designar estos relatos?


E.V.M.: - Porque me gustó en Praga leer la palabra “cubista” con K en el letrero de ese café con una bonita terraza que encontré inesperadamente en una plaza de la ciudad y donde descubrí que transcurría la acción de mi capítulo de Praga en un antiguo libro mío, Historia abreviada de la literatura portátil, donde yo había escrito sobre esa ciudad –y curiosamente sobre el sótano de ese café- sin haberla pisado nunca. Leí todo esto como un signo de que estaba recuperando señas de identidad de mi pasado, concretamente mis señas de antiguo cuentista... Fue sólo por eso, porque me gustó esa K del letrero del café, me pareció que era, además, la K de Kafka. “Café Kubista” me sonó muy bien y, además, distinto en cuanto geometría del propio espacio de la palabra “cubista”. Tenemos que acostumbrarnos a que a veces detrás de decisiones trascendentes hay hechos nimios, ideas sencillas.


A.O.:- También en "Café Kubista" usted nombra a Veermer, cuando habla de los relatos que integran el libro, dice: "Se parecen a esos cuadros de Veermer en que los interiores pertenecen a Delft pero las ventanas se abren hacia la nada, es decir hacia la luz". En algunos cuadros de Veermer donde aparecen ventanas y a través de ellas la luz exterior, está representada la añoranza por superar la soledad autoimpuesta, el deseo de tener contacto con el mundo exterior. ¿Es usted un escritor que se repliega y aisla mucho cuando escribe?


E.V.M.:- Sí, enormemente. Y queda muy explicado en el La gloria solitaria, el ensayo que cierra el libro. Allí habla de las soledades perdurables de determinados  artistas que se atrincheraron frente al mundo y la sociedad del espectáculo. Allí digo que no es fácil tratar con el público que te abraza y te odia al mismo tiempo. Basta ver la asfixia a la que llegó Bob Dylan y que tan nítidamente se explica en No  direction home, la película de Martin Scorsese. “Yo sí que me voy a ir”, dijo Dylan cuando el público le chantajeaba y le amenazaba con irse si insiste en no repetir sus fórmulas de éxito. En ese ensayo La gloria solitaria explico o digo que siempre un verdadero artista es un solitario de sí mismo. Que después llegue al público es un asunto de un orden distinto. El aislamiento es absolutamente  necesario para crear. “El aislamiento es un componente indispensable de la felicidad humana”, solía comentar Glenn Gould.  


A.O.:-  Volviendo al tema del cubismo, ¿hay alguna influencia de Picasso y Juan Gris en su obra, por citar sólo a dos pintores de este movimiento?


E.V.M.:- Los dos son españoles –uno se educó y el otro nació en Cataluña, mi tierra- y cuando era joven y yo vivía en París me gustaba descubrirlos en los museos de arte moderno de esa ciudad  entre los otros grandes pintores de la época. Forman parte de mi educación cultural y sentimental, que creo que explico ampliamente en mi libro París no se acaba nunca.


A.O.:-  También en "Café Kubista" hay una mención al poeta Álvaro de Campos, heterónimo de Fernando Pessoa. ¿Es usted lector habitual de Fernando Pessoa? ¿Ha influido en su obra?


E.V.M.:- Del siglo pasado, Kafka, Pessoa y Borges son mis tres escritores predilectos. Sobre Pessoa he escrito en multitud de ocasiones. Y sí, Álvaro de Campos puede haber perfectamente influido en mi obra porque yo todavía me emociono y prácticamente lloro cuando leo en público Al volante del Chevrolet prestado.


A.O.:-  En el cuento "La modestia", el narrador es un personaje vanidoso y se encuentra con una mujer en un ómnibus a la que reconoce como modesta, porque es bella y ella se define como "ni guapa ni fea". A partir de ese encuentro, el personaje se va haciendo consciente de su vanidad y de su deseo de ser modesto. ¿Usted piensa que hay una defenestración social hacia virtudes como la modestia? ¿por qué eligió este tema?


E.V.M:- Quería señalar que había escrito todo mi libro desde la modestia y la inteligencia de esa modestia, no confundir, claro, con la humildad.


A.O.:-  En otro cuento, "La gota gorda", el narrador habla en forma irónica de ciertas formas de abordar la literatura y de la exigencia por parte de algunos colegas de escribir sobre seres normales, grises, de vidas comunes. Menciona también a Francisco Ayala que dice: "Yo digo que la literatura es lo esencial, lo básico. Todo lo que no sea literatura no existe. Porque ¿dónde está la realidad?"


En el caso de Borges que no se ocupaba precisamente de retratar seres grises en sus cuentos, su estética fue defendida por el cineasta brasileño Glauber Rocha quien dijo:



"...Hoy me niego a hablar de cualquier estética. La plena vivencia no puede sujetarse a conceptos filosóficos. El arte revolucionario debe ser una magia capaz de embrujar al hombre a tal punto que él no soporte más vivir en esta realidad absurda. Borges, superando esta realidad, escribió las más liberadoras irrealidades de nuestro tiempo. Su Estética es la del Sueño..."


¿Por qué un escritor tendría que escribir solamente sobre seres grises, sin referencias metaliterarias? ¿Es eso lo que ocurre en España actualmente?


E.V.M.:- En el país del metaliterario Cervantes, un sector de la crítica y algunos escritores de pacotilla tiene no sé qué problema con las reflexiones literarias y todavía pregonan un realismo castizo y una narrativa no intelectual, quizás porque ellos no pueden dar la talla en ese terreno. Coincido completamente con Javier Marías cuando señala que España se ha convertido en una sociedad de nuevos ricos con pocos escrúpulos y una moral muy laxa. Por no hablar del grado de ignorancia y, sobre todo, de satisfacción con esa ignorancia. Si eres culto, estás perdido. Es un país con mucha saña y mucha mala leche, de escasa –por no decir nula- categoría moral. Barcelona, por su parte, era una ciudad que al menos antes miraba a Europa y que tenía vida interesante, sobre todo intelectualmente. Pero la ciudad está espantosa ahora, por muy de moda que esté en el mundo. Está de moda, por otra parte, por esa permisividad que no están dispuestas a conceder otras ciudades europeas más importantes y más serias. Aquí a Barcelona viene todo el mundo a cagarse a la calle, y hasta les aplauden. La ciudad se ha vuelto un parque temático y está para mí insufrible.


A.O.-:  Sophie Calle aparece en un relato suyo y hay una referencia a ella y a Paul Auster y su novela Leviatán. ¿En qué medida juega la intertextualidad con los textos de Paul Auster? ¿Son amigos ustedes, hay mucho intercambio de ideas?


E.V.M.:- Siempre lo he leído y me ha gustado y ahora recientemente sostuvimos un diálogo literario frente al público en Nueva York. Tengo que escribir, un día de estos, algo sobre la relación amistosa que se inició allí, se inició en ese diálogo, y se prolongó, dos días después, en una cena en su casa. Me ocurrió, por cierto, algo extraño, o quizás no tanto. Verá... Yo siempre había soñado en Nueva York, que ha sido siempre mi lugar ideal para vivir. De hecho, antes tenía sueños en los que sentía que era feliz porque vivía en Nueva York. En mi primer viaje a esa ciudad, hace diez años, busqué esa felicidad que encontraba en los sueños, pero no di con ella. Ahora recientemente, en mi segundo viaje, la encontré por fin. La encontré una medianoche, en casa de Paul Auster y Siri Hustvedt. Estábamos en los postres y sentí que era completamente feliz. Estaba en Nueva York, estaba en aquella casa genial. Todo cuadraba. Sin embargo –y ahí viene algo inquietante-, debido a mi horario y a pesar de mi estado de felicidad, no podía evitar largos bostezos que daban la impresión a mis anfitriones de que podía estar aburriéndome cuando era todo lo contrario. Pero el alma iba por un lado y el cuerpo por otro. Con todo, me quedó muy claro que la felicidad estaba en Nueva York. Es el primer lugar en la lista si algún día tengo que dejar Barcelona “la horrible”, pero estoy seguro de que, por comodidad, la ciudad elegida será París, donde lo tengo más fácil todo y que, a fin de cuentas, tampoco está tan mal. Sí, me iré a vivir a París a pensar –como cuando Pessoa estaba en Sintra y quería estar en Lisboa, aunque cuando estaba en Lisboa quería estar en Sintra- que tendría que estar viviendo en Nueva York.


A.O.-:  En una parte del libro el narrador menciona un viaje a Buenos Aires para la Feria del Libro, su enfermedad y encierro en un hotel de la Recoleta. Quisiera saber si el episodio es autobiográfico y en qué medida influenció la escritura de Exploradores del abismo.


E.V.M.:- Tenía un grave problema renal y no lo sabía, sólo sabía que me sentía muy fatigado, pero lo atribuía al jet-lag. Yo estaba narrando la historia de mi relación con Sophie Calle, que es la primera que escribí de Exploradores y que en el libro presento como ficción cuando en realidad fue absolutamente real... Bueno, la cuestión es que, al regresar a Barcelona tuve que ser internado porque estaba gravísimo. Y eso lo reflejé en mi relato sobre mis encuentros con Sophie Calle. En el libro distribuyo a lo largo de mis cuentos  bastantes referencias a hospitales y lo hago, no porque quedara traumatizado por lo que me pasó, sino porque pensé que ayudarían esas referencias a dar más unidad a mis Exploradores. Pero también es verdad que la Recoleta quedará ya siempre en mi recuerdo unida a lo mal que lo pasé allí y que, por otra parte, la enfermedad me ha humanizado, lo cual no está mal, sobre todo en cuanto que representa una novedad, y a mí me han gustado siempre las novedades.





A.O.:- Quisiera saber su opinión acerca de la literatura de Julio Cortázar y de Jorge Luis Borges


E.V.M: - Junto con Macedonio Fernández y Roberto Arlt son el cuadrado mágico de la literatura argentina. Yo empecé imitando a Cortázar en mi primer libro. Pero esa es otra historia... Bueno, en realidad, imitaba a Néstor Sánchez, que salía un poco de Cortázar o, al menos, escribía parecido. Sí, lo más exacto sería decir que yo empecé a escribir imitando el estilo de Néstor Sánchez  en Nosotros dos... Aunque eso no sé si tengo que creérmelo ni yo mismo...


(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur - Septiembre de 2007- Todos los derechos reservados
*entrevista publicada originalmente en la revista Archivos del Sur

crédito de la fotografía: Paula de Parma


Entrevista a William C. Gordon* por Araceli Otamendi




(Buenos Aires) Araceli Otamendi


El autor norteamericano William C. Gordon vino a Buenos Aires a presentar su novela policial Duelo en Chinatown. Además de abogado, William C. Gordon es escritor. Como detalle de importancia se puede apuntar que el escritor está casado con la escritora chilena Isabel Allende, quien también vino a esta ciudad a presentar su nueva novela.


Lo entrevisté en el Alvear Palace Hotel. Conversamos acerca de la literatura policial, los autores que lo influenciaron entre otras cosas.





Araceli Otamendi:- ¿Qué autores de novela policial lo inspiraron?


William C. Gordon:- Los grandes contadores de historias son los escritores que me han inspirado. Por ejemplo Geoffrey Chaucer, pero el contador de historias más importante para mi ha sido William Somerset Maugham, porque tiene cuentos, con ese gancho al final donde cambia todo. He leido todo lo que ha escrito, especialmente los cuentos me han interesado.


A.O.- ¿Podría mencionar algunos de los cuentos de Somerset Maugham, el autor de "Al filo de la navaja" que le hayan interesado?


W.G.- Sí, uno de los cuentos más deliciosos que esribió él se llama Honolulu. Es un cuento maravilloso. También un cuento que se llama Lluvia. Maugham es un escritor que sabe hacer esperar al lector. Como por ejemplo Dickens, quien tenía el famoso dicho: "Hágalos llorar, hágalos reir pero lo más importante de todo, hágalos esperar". Entonces en la escritura hay que usar eso de "me das un poco, me das un poco más, pero siempre hay que hacer esperar hasta el final, como si pusiéramos una serie de patitos en fila y luego viene el verdugo.


A.O. Primero entonces le interesaron los contadores de historias ¿ y luego?


W.G.-Sí, por ejemplo Erle Stanley Gardner, el autor de Perry Mason, no tanto por Perry Mason, pero porque todos los grandes escritores de libros de detectives, durante los años cuando él tenía influencia, leían sus historias y luego cerraban el libro y ellos reescribían lo que habían leido para tratar de captar lo que había hecho, cómo lo había manejado. Entonces él era el maestro, uno lo lee para ver qué es lo que hace él, por qué atrae a los lectores y ellos van hacia él como las moscas a la miel.


A.O.- ¿Qué influencia tienen en usted los llamados grandes maestros del género como Raymond Chandler, o Chase, por ejemplo?


W.G. -A mi me gusta Chandler, y también Dashiell Hammet. Pero no todo lo que escribió Dashiell Hammet era bueno. Por ejemplo el maestro de todos es el detective Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle. He leido todos los libros de Sherlock Holmes, me encantaban.


A.O.-¿Puede mencionar alguna obra en particular?


W.G.- El mastin de los Baskerville, especialmente.


A.O. - ¿Qué otros autores de novela de enigma prefiere?


W.G.- He leido a Agatha Cristie también, pero mi preferido es el detective Holmes.


A.O. - ¿Ha leido a Patricia Highsmith?


W.G.- No la he leido, pero me gustaría, muchos periodistas me han hablado de ella. Dicen que ella le ha dado voz al criminal, yo estoy interesado en leerla.


A.O. Una de las mejores novelas de ella, para mi es El talento de Ripley, que dio origen al film A pleno sol, protagonizada por Alain Delon.


W.G. He visto el film.


Acerca de la novela Duelo en Chinatown


A.O.- ¿Ha tomado los personajes de la realidad?


W.G. - El personaje de Melba sí, lo he tomado de la realidad, no he cambiado ni un pelo de la cabeza de Melba, ella era mi socia en el bar.


A.O. -¿Usted tenía un bar como el que aparece en la novela?


W.G. -Sí, tuve un bar veinticinco años con ella y es exactamente como lo describo en la novela. Este bar está en la Misión, la sección de los latinos, de la gente humilde y pobre, donde entraban los obreros, porque como era Melba, tenía como compañeros a unos vagos, borrachos, ellos venían y yo escuchaba todas las miserias que tenían que contar. Yo diré que la mayor parte de las historias que narro provienen de mi buffet de abogado. Isabel (Allende) dice que mi buffet era como una corte de los milagros.


A.O. De esas historias que escuchó en el bar, ¿tomó algunas para esta novela?

W.G. - En realidad no fue así como se desarrolló este libro. Está ambientado en los años ´60, porque no quería que aparecieran en él computadoras ni teléfonos celulares. El protagonista, quien investiga, desarrolla el caso como yo lo hacía como abogado, mediante un proceso de descubrimiento. Uno va buscando y encuentra algo, luego busca más y encuentra otra cosa. Yo lo hice sin apuro, si uno puede descubrir con el método científico, tiene que usar la cabeza. La otra cosa que pasó es que yo había escrito otra novela, primero y tenía un personaje, un abogado que usaba traje de seda, corbata, era un abogado muy sofisticado y mis lectores me decían: ése es como tú. Y yo les decía: estás loco, yo era un hombre tan pobre, un abogado que tenía agujeros en los bolsillos y se me caían por ellos las monedas y hasta las llaves, y tenía que ir a la corte a dedo porque no tenía dinero para pagar el autobús.


Pregunté entonces a mis lectores ¿qué hice de mal en esta novela? Y había desarrollado el personaje de tal manera que los lectores creían que era yo. Entonces guardé esa novela en el baúl. Además aparecía un enano pervertido y a Isabel (Allende) no le gustaba, lo odiaba. Pero no fue por ese enano que guardé la novela, mi agente me dijo que había muchas historias, demasiadas, era muy pesado.


Después que terminé con ese libro, escribí un cuento que es el capítulo 1 de este libro Duelo en Chinatown. Es la historia del tipo en smoking que va a las fiestas y come.


A.O. -¿De dónde sacó ese personaje?


W.G.- Está basado en un artículo que leí en el New York Times hace cuarenta años. Era un tipo que se robaba las invitaciones a cocktails en la basura de una imprenta. El tipo vivía en los desagües de New York y era un vago. Comía esa comida tan pesada en todas las fiestas y coctails a los que iba de noche y su estómago se arruinó. Recordaba esa historia y luego escribí el cuento. El protagonista, Samuel Hamilton es un tipo humilde, confuso, que no tenía nada que ver conmigo. Los lectores - tengo varios - lo leyeron y me dijeron: este cuento es mejor que la novela, la que escribí anteriormente. Y después Isabel (Allende) me dijo entonces ¿por qué no te metes como detective? Tienes toda la información del forense, que has leido todos estos años. Y ya que eres abogado ¿por qué no vas con las fuerzas tuyas en vez de tratar de hacer otra cosa? Todas las otras cosas, te da la vida. Por ejemplo, estaba yo en San Francisco con Isabel, un día, siempre quería tener un taller de hierbas, y veo en la esquina un chino albino y me dije: ahí está, ya tengo mi taller. Y la razón del taller, donde menciono las vasijas chinas es para enseñar la diferencia entre culturas, porque los chinos no tienen confianza en el sistema americano. El de ellos es un sistema antiguo, la idea era mostrar las distintas culturas, porque los chinos que viven en Estados Unidos tienen sus propias reglas. Y por eso en el libro los personajes chinos se enojan con el fiscal.


A.O. -En la novela usted menciona a un personaje, el Juez Dee, me pareció muy interesante porque es un personaje que adivina, que descubre adivinando ¿Puede hablarme de él?

W.G.- El autor de las novelas con el personaje del Juez Dee se llama Robert van Gulik. El era embajador en China durante la Segunda Guerra Mundial. Y después se fue a Japón. Gulik es brillante, sabe mucho de arte y escribió diecisiete novelas de Juez Dee, las escribió en inglés. El problema es que el Juez Dee era un juez de verdad en el siglo VI, en China. Usted sabe que a los chinos les fascinan las novelas de detectives. El Juez Dee era el juez, el fiscal y el investigador y él tuvo que cambiar algo en sus novelas porque a los chinos les gustan los fantasmas. En Occidente, adivinar nomás no sirve en una novela policial porque hay que tener evidencias, alguna prueba. Pero la idea fue mía, empezar a hablar de eso, para que en el futuro el señor Song sea una especie de Juez Dee.


A.O.- ¿Usted investigó mucho acerca de la cultura china para escribir el libro?

W.G. - Los chinos y su cultura me parecen fascinantes. Tengo un contador chino hace muchos años y su mujer trabaja en nuestra casa. Han estado conmigo todos estos años.Considero que los chinos son la gente más fiel, más trabajadora y reservada y que como a mi personaje, el señor Song, hay que sacarles la información de a poco.


Acerca de Isabel Allende


A.O.- Quisiera saber si Isabel lee y opina sobre lo que usted escribe.

W.G.- Sí, ella me ayuda mucho. Yo tengo clases de literatura, tengo que entregar diez páginas cada dos semanas. Y la gente no lee tu manuscrito de una sola vez, sino que lo va leyendo así y luego le hacen preguntas. Por ejemplo, en este libro Duelo en Chinatown, aparecía el personaje de Samuel Hamilton con su caspa. Cuando terminé la primera vez el primer borrador, Isabel me dijo: la caspa de Hamilton aparece ciento cincuenta veces. Tendría que aparecer una o dos veces, me dijo y también dijo: esa clase no sirve para nada. Pero la clase a mí si me sirve, porque estoy obligado a entregar diez páginas y como tengo muchas otras cosas que hacer, tener esa obligación de presentar lo escrito, claro que me sirve.


A.O. - ¿Usted escribe con la misma metodología de Isabel?

W.G.- No, yo no me siento el 8 de enero como hace ella y termino en una fecha determinada. Además de escribir tengo otras ocupaciones , y también la acompaño a Isabel en sus viajes. Escribo a mano. Este libro lo fui escribiendo mientras viajaba con ella, por todo el mundo.


A.O. - ¿Cómo son esas clases de literatura que usted toma?


W.G. - Son clases de escritura. Tengo un profesor y tengo que entregar diez páginas. Es un grupo de un profesor y cinco alumnos y ahí batallamos. Francamente Isabel ha sido la lectora más importante para mí. Yo digo que Isabel es mi Max Perkins - descubridor y editor de Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Thomas Wolfe - , él era muy exigente con ellos, y yo digo esto porque con Isabel tenemos batallas por las palabras o por las escenas que hay que quitar o cambiar.


.A.O. - ¿Usted escribía antes de casarse con Isabel?


W.G.- Mi padre era escritor y era artista y escribió El plan infinito e inventó su propia religión. En la época de la Depresión, él vendía su religión y cobraba un dólar para entrar y luego, cuando la gente salía les vendía su libro, que costaba un dólar. Así se ganaba la vida. Y cuando no podía ganar eso, pintaba murales, porque el gobierno les pagaba a los artistas. Mi padre era un tipo bohemio y muy artista. Yo escribo a mano como mi padre, él también escribía a mano y mi madre pasaba el manuscrito a máquina.


.A.O.- ¿Cuándo se casó con Isabel, empezó a interiorizarse acerca de lo que ella iba escribiendo?


W.G- La primera cosa que pasó es que ella me pidió que le contara mi vida y entonces dijo: aquí hay posibilidades para escribir un libro. Ella se casó con mi historia además de conmigo. Entonces durante cuatro años fuimos con ella a todos los lugares adonde había ido mi padre y ella escribió su libro "El plan infinito", le robamos el título al libro de mi padre. Yo siempre tenía interés en escribir, cuando me gradué en la universidad hay una fotografía mía - porque era político y tenía un espacio más grande que los demás - y me preguntaron: ¿Qué quieres hacer en la vida? y yo dije: abogado y escritor y he cumplido todo lo que prometí.


A.O. - ¿Le puedo preguntar de qué partido es?


W.G- Soy del Partido Demócrata. ¿Tú sabes qué es un Yellow Dog Democrat?


A.O. -No.


W.G.- Los demócratas dicen que si ponen un Yellow Dog Democrat - un perro amarillo demócrata - , votan por él en lugar de los republicanos.


Porque yo crecí con Franklin Delano Roosvelt y él estaba a favor de los pobres y yo también. Lo que está haciendo Bush, es una vergüenza y tengo vergüenza por mi país por eso.


La literatura norteamericana después del 11 de Septiembre


A.O. - ¿En qué ha cambiado la literatura norteamericana después de los atentados del 11 de Septiembre?


W.G. - Hay gente que va a aprovecharse del miedo que hay en la sociedad para ganar algo. Tengo la idea de que hay que esperar a largo plazo, a ver qué pasa. La sociedad está amenazada porque se fue a hacia la derecha. Las cosas que existían en la sociedad estaban un poco aplastadas, ahora salieron. Acerca de su pregunta específicamente, es temprano para decir en qué ha cambiado la literatura. Tenemos que ver qué hace América con su alma, si sigue así como está ahora, es horrible. Tenemos que esperar.


(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados
*entrevista publicada originalmente en la revista Archivos del Sur