viernes, 20 de mayo de 2022

Entrevista a Hugo Biagini por Araceli Otamendi

Hugo Biagini


 (Buenos Aires)

Hugo Biagini nació en la República Argentina en 1938. Investigador principal del CONICET y catedrático en las universidades de Buenos Aires, La Plata y del Sur, ha sido profesor invitado en el exterior por el Centro de Estudios Constitucionales y por universidades como la UNAM de México, la Autónoma de Madrid, la de Santiago de Chile y la Nacional de Costa Rica. Sus principales áreas de investigación abarcan la historia de las ideas, el pensamiento alternativo y la filosofía latinoamericana; liberalismo, positivismo y socialismo; identidad, juvenilismo, exilio y utopía. Fue premiado y distinguido por su obra y su trayectoria, tanto local como internacionalmente. Es Director de la sección de Pensamiento Argentino de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional de Lanús y del portal www.cecies.org. Ha sido cofundador del Corredor de las Ideas del Cono Sur, una red de intelectuales comprometidos con los desafíos emancipatorios de la globalización. Organizó los programas televisivos auspiciados por la Secretaría de Cultura de la Nación y dedicados a los filósofos argentinos, José Ingenieros , Alejandro Korn , Coriolano Alberini , Francisco Romero y Carlos Astrada.

A raíz del libro que está preparando sobre José Ingenieros, entrevisté a Hugo Biagini para la revista Archivos del Sur:

¿Está preparando un libro sobre José Ingenieros, qué lugar ocupa  actualmente en la Argentina el pensamiento de Ingenieros?

Permítame puntualizar de entrada, sin falsas modestias, aquello que hemos dado a conocer nosotros mismos en torno a la obra de nuestro autor: José Ingenieros. Primeramente, hemos encabezado un proyecto en torno a la indización de su pionera Revista de Filosofía. Cultura, Ciencias y Educación  (1915-1929), el cual fue editado por la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires hacia 1984. Dicho material iba a ser acompañado inmediatamente por nuestro lanzamiento del temático libro colectivo El movimiento positivista argentino (Ed. de Belgrano). Tuvimos también ocasión de adelantarnos en sacar un video que sería ampliamente difundido: “El filósofo José Ingenieros”, patrocinado por la Secretaria de Cultura de la Nación en 1999. Por último, el equipo editor de Capital Intelectual nos convocó para prologar en 2011 una edición de El hombre mediocre; esa obra popular que, en la mayoría de sus numerosos casos, había salido sin introducción ajena.  

Ahora sí, en efecto, hoy día estamos implementando, con Alejandro Herrero, un volumen singular en torno a la figura y la obra de José Ingenieros en vísperas de conmemorarse, en pocos años más, el centenario de su temprano fallecimiento. Se trata de un  libro voluminoso que va a incluir no sólo autores argentinos sino también de extramuros -como Pablo Guadarrama, Yamandú Acosta, Gabriella Bianco, Alex Ibarra Peña o Carlos Rojas, dada la trascendencia del autor en cuestión, que sigue siendo objeto de un análisis inagotable allende las fronteras.  

Más allá de los cuestionamientos al uso, Ingenieros, como Alejandro Korn y otros casos ulteriores que se han dado en la Argentina, pertenecen en principio a lo que se ha dado en llamar el contingente de los patriarcas o fundadores del filosofar latinoamericano, quienes han sido objeto otrora de diversas publicaciones por parte de la División de Filosofía y Letras de la Organización de los Estados Americanos (OEA); entre las cuales se destaca la labor bibliográfica llevada a cabo por don Arturo Andrés Roig para las fuentes disciplinarias vinculadas con nuestro país y con el mismo Ingenieros.

Este último ha venido creciendo en los últimos tiempos, debido no sólo por el incremento exponencial de la industria del paper sino también por el efecto especial que han causado estudios orgánicos ad hoc como los que han aparecido bajo la égida de entidades investigativas, al estilo del CEDINCI et alia.

 

¿José Ingenieros sería un discípulo o tributario de Sarmiento en cuanto a la idea de concebir a una sociedad argentina formada por inmigrantes europeos y descendientes de esos inmigrantes en desmedro de los pueblos originarios? ¿Esta sería una de las facetas oscuras de Ingenieros?

No sólo por parte de Ingenieros sino de tantos otros notables que tomaron como una verdad axiomática la superioridad racial y se dejaron seducir entonces por el mito de la  nordomanía, en el cual Sarmiento cumplió un papel fundamental, hasta llegar a prolongarse en la mal llamada belle époque.

Por ese entonces, Ingenieros, tanto en su opus más célebre como en la encumbrada revista Caras y Caretas (27 febrero 1915) no vaciló en adherir a la pigmentocracia y a visualizar en  Sarmiento a un Genio con mayúscula, como una luz enfrentada  a  la “barbarie americana”  y al “caciquismo gauchocrático”…

Una postura discriminatoria que el mismo Ingenieros ya había hecho pública, inter alia, hacia 1905, durante el Congreso Internacional de Psicología, al cual asistió como enviado especial del diario La Nación y en el cual se despacha contra el saber filosófico y los sociólogos soñadores, la inferioridad de las razas de color y las clases pobres, el voto femenino, las huelgas y “la pesadilla marxista” (de la lucha de clases), la “masa ignorante” y “la inteligencia infantil de las muchedumbres”; para exaltar en cambio el “oasis” de la ciencia, la civilización ariana, la élite intelectual, la retórica antiburguesa o la grandeza del imperio de Occidente (Cfr. edición crítica de Cristina Fernández, Las crónicas de José Ingenieros, Univ. de Mar del Plata, 2009).         

Con semejante discurso, Ingenieros estaba reproduciendo a su manera los grandes sonsonetes o “zonceras” –Jauretche dixit– de la  dirigencia argentina …

 

¿Cómo ubicaría usted el pensamiento de José Ingenieros junto al de Juan B. Justo y el socialismo?

Ello va depender del período que se tenga a la postre en cuenta: bastante por debajo, si nos detenemos en la sostenida etapa etnocéntrica de Ingenieros y de su socorrida visión sobre Iberoamérica como un continente enfermo por los efectos de un pernicioso mestizaje; una tesis entonces compartida hasta por varios sectores  del propio arco socialista.  

Frente a ello, nos encontramos con un Justo de avanzada que reniega de la deificación de la ciencia y en su Teoría y práctica  de la Historia procura “militar del lado donde no hay privilegios”, renegar del sociólogo desarraigado y  del  puro observador –como de los zoólogos “ante las ostras” –, mientras pone en tela de juicio las explicaciones organicistas y racialistas, aplaudidas por los sectores más encumbrados para sojuzgar a la población. (Para un pendant entre Justo e Ingenieros, junto a las limitaciones conceptuales de este último, véase un reciente trabajo de Américo Schvartzman, “El lado oscuro de Ingenieros”, La Vanguardia Digital, 21 diciembre 2018; sobre Justo más en particular,  nuestra colaboración en https://ensayistas.org/critica/generales/C-H/argentina/justo.htm

 Claro está que ya otro cantar sería la reivindicable postura que Ingenieros adoptaría más adelante, cuando adhiere a la Reforma Universitaria, a la Revolución rusa y, al final de su vida, versus el imperialismo yanqui y a favor de la Unión Latinoamericana, lo cual le depararía una legión de seguidores.

 

¿Cuál sería la discrepancia que tuvo Ingenieros con el Gobierno de Roque Sáenz Peña y cómo se podría considerar hoy?

Resentido por el desplazamiento experimentado en un concurso docente para la cátedra de Medicina Legal, Ingenieros rompe lanzas unilateralmente con el presidente Sáenz Peña por atribuirle –al introductor del proceso democratizante en la Argentina– el haber vetado su candidatura académica e incidir en la designación de un tercer postulante.

Ello habría inducido al mismo Ingenieros –en un afán de notoriedad– a abandonar sus cargos, alejarse  temporariamente del país y conceptuar a Sáenz Peña como “arquetipo de las mediocracias”, en contraposición a “ejemplares luminosos” estilo Sarmiento y Ameghino.

Con referencia a la valoración actual en torno a ese sobrepreciado affaire de Ingenieros, véase un reciente estudio integral en torno suyo: Mariano Ben Plotkin, José Ingenieros. El hombre que lo quería todo (Edhasa, 2021, pp. 179-183 y 193-203).

 

 ¿Cuáles son las obras de Ingenieros que tendrían vigencia en la actualidad?

Estaríamos aquí frente a sus últimos libros propios y a los trascendentes emprendimientos culturales que ha encarado por su cuenta, como  la colosal Revista de Filosofía o la masiva colección de La Cultura Argentina. Más en particular, señalamos su pionera contribución a la crítica causa juvenilista, con textos suyos como Las fuerzas morales, dedicado “A la juventud de América Latina”, donde se apela a una Nueva Generación –obviamente, la de la Reforma Universitaria– no corrompida por una filosofía retardataria y que podría cargar sobre sus hombros con un emprendimiento titánico: instaurar la solidaridad y la justicia social.

Ante la nueva conciencia histórica que surge para él en un mundo cansando de enfermos y de viejos, esos jóvenes estudiosos, empuñando la Antorcha y pronunciando el Verbo, coadyuvarían a unir la patria grande para evitar su colonización imperial.

No resultaría así un episodio banal el hecho de que los mismos estudiantes nuestroamericanos decidan postular a Ingenieros como “Maestro de la Juventud”; distinción que también hicieron aquéllos extensiva a otros venerables personajes, como Martí, Rodó, el primer Vasconcelos o Alfredo Palacios.  

                                                                       *  *  *

A la postre, con José Ingenieros se revierte enfáticamente el apotegma “De joven incendiario, de adulto bombero”, pues vamos a  tener en sus comienzos un Ingenieros iconoclasta que le dedica su diploma de egresado a un fulano de tal –Maximio García,  portero de la Facultad–; que dirige con Lugones un periódico radicalizado (La Montaña);  que integra la vanguardia partidaria del socialismo y que lanza un resonante folleto en torno a ese arco político, donde condena al capitalismo rentista y propugna socializar los medios de producción.

Poco tiempo después, hacia 1902, Ingenieros empieza a practicar el trillado  camino conservador: abandona el socialismo, se inclina hacia la “sociología científica”, el darwinismo social y hasta coquetea con el roquismo.

Sin embargo, en los últimos años de su no muy dilatada existencia, Ingenieros rompe con el supuesto esquema evolutivo y madurador, para abocarse a un nuevo emprendimiento supranacional: implementar el viejo sueño bolivariano de la mancomunión regional y continental…  

(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur 

 


 

 

 

 


Entrevista a Josefina Robirosa por Araceli Otamendi

 

Josefina Robirosa - foto (c)Alicia Schemper



(Buenos Aires) 

En el año 2004 entrevisté a la artista plástica Josefina Robirosa en su departamento de San Telmo, frente al Parque Lezama. La entrevista está publicada en el portal , soporte anterior de la revista Archivos del Sur. Ha fallecido a los 90 años. 

Se publica ahora en este blog de entrevistas:



Josefina Robirosa empezó a pintar a los diecinueve años, cuando ya habìan nacido sus dos hijos. Estudiò con Basaldúa. Ha expuesto en numerosas muestras individuales y colectivas  desde 1957 hasta la fecha y sus obras figuran en el Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno, Museo Genaro Pérez de Tres Arroyos, Argentina. Colección ITT, New York, Estados Unidos. Albright Knox, Búfalo, Estados Unidos.

Ha recibido los premios fundación Banco Ciudad a las Artes Visuales, Mención Honorífica del Jurado, 90º Salón Nacional de las Artes Visuales, Sección Pintura,   2º Premio (2001), Premio Codex de Pintura Latinoamericana, Museo de Bellas Artes (1968), 2º Premio Salón Nacional de Artes Plásticas, Buenos Aires, Argentina (1967).

Ha sido Directora del Fondo Nacional de las Artes y es miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes.

Su última muestra es en la Galería Rubbers.

Entrevisté a Josefina Robirosa en su departamento del barrio de San Telmo, frente al Parque Lezama, un lugar luminoso y cálido donde además tiene su taller.

¿Cuáles son los temas de tu pintura ahora?

 

Estoy bastante entusiasmada. Empecé hace dos o tres años con esta temática, es la primera vez que pinto con un desconcierto absoluto de lo que va saliendo, inevitablemente, seguí haciendo lo que tenía que hacer a pesar del desconcierto. Porque generalmente uno quiere aprobar lo que hace y  no lo consigue.

También me sentí  obligada a escribir yo el prólogo del catálogo de esta muestra.  Tengo 72 años y creo que me ha llegado el momento de contar algunas experiencias.

 

¿Cómo definirías a tu pintura?

He visto muchas manifestaciones de arte políticamente correcto, socialmente correcto, los críticos siempre estaban más conformes con una obra que pertenecía a determinada escuela, y como yo he sido bastante independiente y sobre todo con grandes conflictos, nunca pertenecí a las escuelas. Siempre consideré más valioso hacer lo que me parecía a mí que estar mirando lo que se hacia fuera o lo que hacían determinados grupos. Nunca  entendí

esa valoración de los críticos que decían: “Ah, esto es original!”, no me parece tan valedero ser original, porque si seguís en lo tuyo, tal vez con el tiempo podés encontrar algo mucho más particular que lo que se puede anticipar.

Siempre me sentí un poco al costado de todo. Tenía  además una falta de identidad que me hacia sentir sumamente incómoda. Además a los 19 años ya tenia mis dos hijos, me casé a los 17. Me acuerdo que todas las mañanas salía a caminar por Martínez, donde vivía hasta unos viveros que había un poco lejos de casa y cuando llegaba ahí hablaba con los jardineros, tenía la necesidad de conversar con alguien porque sino no sentía que yo existía.

Después me decían que yo era frívola porque salía mucho con mi marido. Si iba a vivir de la pintura tenía que relacionarme y eso siempre lo he hecho con un gran esfuerzo.

 

 

¿Crees existe la causa y el efecto en el arte, cómo se llega a alcanzar el éxito?

 

Creo que no hay causa y efecto, yo creo que los beneficios vienen mucho más arbitrariamente y por otros circuitos.

 

 

Pasando a otro tema, quisiera saber cuál es tu visión de  los chicos jóvenes a los que les interesa el arte, actualmente muchos  prefieren eso, ir directamente a hacer obra antes que seguir una carrera universitaria.

 

Sí, la gente joven me da mucha esperanza en este país. Las periodistas jóvenes, mis nietos, me dan una alegría porque siento la sustancia, tienen una cosa positiva, no se están ocupando de la anécdota que ya está podrida. Los seres humanos adultos, con honrosas excepciones, están muy descolocados.

Vuelvo al prólogo que escribí. Yo no entendía mucho mi trayecto en la  pintura, más bien me criticaba porque cambiaba mucho, ahora sentí que tenía que escribir el prólogo porque explico las distintas épocas de mi pintura, de acuerdo con la conciencia de mis emociones. En los años 50 no existía la palabra psiquis, no existía la palabra terapia. Yo decía ¿cómo no me dijeron que era  tan horrible vivir? Nos enseñaban a los diez años que esto era un valle de lágrimas. Y ahora me dedico a terminar con  esos conceptos porque la vida me parece un prodigio.

¿Qué fue lo que te llevó a cambiar de opinión?

 

Hace quince años a raíz de la enfermedad de  mi marido, el escultor Jorge Michel,  empecé a hacer meditación. Empecé a meditar, es una experiencia que te va desbloqueando. Creo en la energía, en la meditación. La meditación básicamente es el no pensamiento. En el prólogo que escribí en el catálogo de la última muestra, explico que los cuadros salen de estas experiencias de meditación.

Lo cuento porque creo que hay que contarlo, los bloqueos emocionales cortan la energía y eso produce la enfermedad. ¿Por qué voy a esperar a contarlo? Lo cuento porque esto puede ayudar a la gente.

¿Cómo sentís esa energía cuando estás pintando?

 

Percibís lo que pasa en el cuerpo, todo tipo de densidades de la energía, verticales, horizontales, espirales. Me di cuenta que mi pintura ahora, tiene mucho que ver con lo que yo pintaba cuando tenía veinte años, con una enorme libertad y espontaneidad. Ahora me reencontré con mi primera obra que es la que considero mejor.

 ¿Cuándo empezaste a pintar?

 

A los diecinueve años, después de casada. Tenía los dos chicos gateando.

 

¿Estudiaste con alguien?

 

Sí, estudié con Basaldúa, era una persona agradable. Estudiar con él tenía una ventaja, se acercaba y decía: “pare, pare! Ya está bien!” porque si sos insegura seguís trabajando.

 

¿Cuáles eran los temas que pintabas cuando empezaste?

Pintábamos con modelo, éramos amigos de la modelo, también pintábamos naturalezas muertas. A los veintidós años me quedé en casa pintando en un garage que no usaba, porque en esa época casi nadie tenía automóvil.

 

Eras independiente para hacer tu obra, ¿de dónde venía esa actitud?

 

No tuve otro elemento que me guiara más que la razón. Y mi campo emocional estaba yermo. Salía de mi casa a caminar y pensaba: “yo quiero poder querer”.

 

¿Cuál es tu visión de la época  en tu juventud,   cuando empezaste a pintar?

Creo que antes, hace más de cincuenta años,  había como un respeto entre unos y otros, la gente de trabajo tenía como una mística, el que sabía poner bien el cemento o trabajar bien la madera, estaba orgulloso de eso. Tengo la desgracia o la suerte de tener un nombre de calle en mi apellido, porque soy descendiente de Alvear  por parte de mi madre, y eso me lo han hecho pagar con sangre, sudor y lágrimas. Mis amigos reos me decían que era una “nena bien que pintaba” o tal vez lo pensaran y  para los de la clase social de mis padres yo era alguien de afuera, porque yo pintaba y por eso desconfiaban. Nunca encajé en ningún lado. Mis amigos del barrio ahora son el vendedor de revistas, los mecánicos de los autos. Creo no tengo clase social.

Mi segundo marido, el escultor Jorge Michel, que manejaba guinches en Necochea, me hizo ver realmente la Historia argentina.

Creo que lo que  se terminó es “la zanahoria delante del burro”, ese deseo de hacer cosas, de querer querer, de tener una vida armónica y sentir que los demás existen. Michel, mi marido, era un reo, odiaba la frivolidad, la tilinguería.

A mí la anécdota de la vida me parece hojarasca, es el desecho, no me interesa. Me gusta la naturaleza, observarla, en televisión me gusta ver animal planet, por ejemplo,

 

Creo que también hay un arte muy vacío actualmente, ¿cómo lo ves vos?

Creo que sí, incluso me han dicho que en una cátedra de arte están incorporando enseñanza de arte conceptual, y con eso estás cerrándole la cabeza a los que van a aprender. Están achatando tanto, tal vez lo hacen  porque es una exigencia de la crítica.

Ahora hay un andamiaje de poder donde los curadores cobran sueldo en las revistas, en los museos, constituyen un poder que antes no existía, antes pintábamos sin críticos.

 

 

Leí recientemente en un libro  que aquí se produce un arte vacío de contenido porque eso facilita la colonización con contenidos de afuera.

Acá nos copiamos de afuera, ni siquiera se genera acá, también nos están colonizando.

Mis amigos pintores, por ejemplo, son independientes.

Toda la vida no alcanza para aprender a pintar, no sabía lo que yo sabía, para que tu cabeza invente, tenés que tener la posibilidad de lograr eso, sino no se te ocurre. El límite de la creación está en el conocimiento. La gente no puede ver las cosas más simples, hay cosas que vivimos todos los días y que no las vemos.

 

Si se encuentra un vacío tan grande incluso en el arte, ¿en qué se puede creer actualmente?

Creo que cuando uno se alinea, se da cuenta, el universo es infinitamente benigno. Está previsto una vuelta a la conciencia que ha tenido la humanidad, que ha estado armonizada con la naturaleza antes que ahora. Estamos viendo un descreimiento y un cambio de dioses y el dios dinero pero para el dios Dios, para la conciencia divina, la conciencia total es puro Amor. No creo en el pecado, creo que hay error porque necesitamos aprender, creo que hay amor y armonía.

 

(c) Araceli Otamendi- Todos los derechos reservados