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sábado, 8 de enero de 2011

Una tarde con Woody Allen *por Pablo Gamez



(Amsterdam)  Pablo Gámez.


Artgos Int.2003.





Salamanca cayó rendida y lo mismo aconteció en Barcelona . Seguro que la localidad francesa de Vienne tampoco será la excepción. Woody Allen ha dejado atrás el Festival de Cine de Venecia y ha dado inicio, al ritmo de unas suaves y penetrantes notas de clarinete, a una minigira musical por varias capitales europeas, la cual también aprovecha para promocionar "Anything Else", su nueva película con la que La Mostra abrió su 60 edición.





Sobra conocerlo para entender que Woody Allen disfruta más de su vida y tiempo si los comparte con la New Orleans Jazz Band, en vez de hacerlo en Venecia con los grandes nombres del cine.





La Mostra, comenta, lo ha dejado “exhausto”. Dice que cada minuto que le sobraba lo utilizó para ensayar con su clarinete y prepararse de cara a su minigira musical, la cual, entiéndase, se traduce en una de las citas culturales más importantes de este final de verano en Europa.





« No tenía opción. El ritmo de La Mostra es agotador y el tiempo del que uno dispone es muy reducido para otras actividades y compromisos. Tenía que cumplir con la gira musical y la única oportunidad que tenía para ensayar era en los minutos que me sobraran entre citas, entrevistas, cócteles y cenas », explica un Allen que no termina de entretenerse con su clarinete.





La New Orleans Jazz Band está compuesta por el bajo Eddie Davis, Conal Fowkes al contrabajo, Cynthia Sayer en el piano, Simon Wettenhall en la trompeta, Jerry Zigmont en el trombón y Allen, al clarinete.





Desde hace varios años lo usual es que cada lunes la New Orleans Jazz Band interprete lo mejor y más selecto de su repertorio en el café neoyorquino Carlyle.





Allen : « No podría vivir sin la música porque me es tan vital como el cine. La simbiosis que existe entre una y otra es muy intensa. De hecho considero que quienes no poseen ninguna sensibilidad hacia el jazz deberían de pensárselo dos veces antes de ver alguna de mis películas ».





Lejos de ser pretencioso, el jazz que gusta interpretar Woody Allen raya en la simplicidad. La improvisación le permite descolgarse del clarinete con una envidiable soltura y claridad, como lo hace en la actuación de cada una de sus películas. El resultado más inmediato es que en pocos minutos el público se ve trasladado al mundo neoyorquino de la filmografía de Allen, efecto que solamente puede llegar a alcanzar la New Orleans Jazz Band.





La mirada del maestro vacila entre el asombro y el orgullo. Su voz es fina y su humor se asemeja a un dardo cargado de veneno. La hilaridad de sus ideas es envidiable y su capacidad de convencimiento es arrolladora.





Woody Allen viste con piezas sencillas y su universo posee dos polos : su familia y el arte. Como es lo usual en sus giras musicales, Allen aprovecha para presentar sus nuevas películas y explicarlas.





Allen : « Anything Else es una comedia romántica en la que retomo el tema de las relaciones entre pareja, asunto que constituye uno de los ejes más importantes en todas mis películas. Me pueden decir que de original no tiene nada. Y es cierto. Pero desde la Grecia Antigua nadie ha podido evitar este tema ».





Jason Biggs es el actor que protagoniza a un joven aspirante a escritor, inteligente, leal y algo cobarde, incapaz de salir del agujero en el que se encuentra a consecuencia de la inconstancia emocional de su novia, interpretada por Cristina Ricci. Allen asume un rol secundario pero central, ya que es el consejero de Biggs en temas sentimentales y existenciales.





Allen : « El personaje que interpreto se llama David Dobel y posee un lado oscuro : es paranoico. Sus consejos pueden llegar a ser sabios pero la paranoia le arruina su existencia. Dobel también es violento y obsesionado por las actitudes fascistas de su entorno», explica.





Allen :  « En realidad Dobel vive obsesionado por las dificultades que se presentan en las relaciones entre mujeres y hombres. La amenaza del fascismo es una de sus peores obsesiones. El problema de Dobel es que su hábitat, Nueva York, lo condena a ser un paranoico sin remedio, mientras que si estuviera viviendo una guerra sería un héroe dispuesto a luchar por sus ideas y valores ».





Allen : « si lo analiza bien descubrirá que los problemas de este planeta no son de orden político, sino de orden puramente existencial. Imagine que un día todos los políticos del mundo deciden erradicar la pobreza, el hambre y la miseria. Que un buen día los políticos del mundo decretan acabar con las guerras y los genocidios. Nada de esto sería suficiente para evitar que el hombre acabe de sufrir, porque la complejidad existencial del ser humano es muy profunda, y, lo mejor del caso, irremediable ».





Woody Allen sabe que es uno de los referentes intelectuales y cinematográficos más importantes de las últimas décadas. Desde esta condición es que se permite algunas licencias como también las tiene, en sus palabras, « cualquier ciudadano con preocupaciones políticas ».  





Unos ojos diminutos se esconden detrás de las ya conocidas gafas de pasta negra. El recinto en que nos encontramos confunde el olor entre gotas de blues, jazz, tabaco y licor. A lo noche tendrá lugar una nueva presentación de la banda y Allen aún no termina de desprenderse de su clarinete.





El maestro, qué duda hay, está de buen humor. Aprovecha y recuerda que el Mediterráneo es una de sus reconocidas debilidades y la capital de la región española de Cataluña, Barcelona, le ha entregado la máxima distinción que concede la Alcaldía de la ciudad.





Allen : « También amo a Nueva York. Difícilmente mis películas existirían sin esta ciudad. Nueva York es siempre un tema y como tal debes de vivirlo. Pero nunca he confundido esta dependencia con mi oficio de guionista y cineasta, porque de haberme amarrado a un país como Estados Unidos y a una ciudad como Nueva York, mi cine habría dejado de existir hace ya algunas décadas ».





Para Allen el grueso del actual cine norteamericano carece de oficio, dedicación y experiencia. « Se producen películas con el único objetivo de captar grandes masas. El resto no importa. Lo interesante es que este fenómeno ha favorecido enormemente y ha inyectado un gran impulso al teatro norteamericano. Podría perfectamente hablarse de un retorno a aquella época en que el país brilló con obras de teatro bien ideadas, maduras y sólidas ».


Ahora la banda se prepara para un breve ensayo. En unas horas la New Orleans Jazz Band iniciará nuevamente su recorrido por las cuencas y entrañas más íntimas del Mississipi y en lo más profundo de la sureña Nueva Orleans. Será cuando Allen se lleve a sus labios la embocadura con la lengüeta de caña y tranquilice a la noche con una más de sus presentaciones.


Artgos Int.2003 Todos los derechos reservados.
*entrevista publicada originalmente en la revista Archivos del Sur











sábado, 25 de septiembre de 2010

Entrevista a Augusto Monterroso por Pablo Gámez *

“Un buen cuento será siempre un cuento triste”
Por Pablo Gámez.
Artgos Int.

Distrito Federal.- Pausado, directo, preciso. Así es el escritor guatemalteco Augusto Monterroso (1921) Hace pocos minutos que recibió la noticia. En su casa en México, cómodo, relajado. Eran casi las cuatro de la mañana cuando empezaron las llamadas desde Europa. Primero España, luego el resto de los países. Le comunican que ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. En Oviedo se ha tomado la decisión. El jurado dice que Monterroso merece el premio por la riqueza de su universo literario. Y es cierto. El jurado también señala la estraordinaria riqueza ética y estética en la obra de este escritor. Monterroso se ha erigido como uno de los autores más singulares de nuestra cultura. Su obra lleva ese sello cervantino y melancólico, pero también de humor. Y ahí está: sentado, tranquilo, queriendo creer lo que le dicen. A sus 79 años, Monterroso dice que un premio como el Príncipe de Asturias de las Letras lo llena de alegría. “Era algo que siempre había soñado”, dice visiblemente emocionado. También se encuentra su esposa, Bárbara Jacobs. Ella es la que primero atiende las llamadas telefónicas. Hace las citas para las entrevistas. Lo llaman desde Guatemala. El presidente Alvaro Arzú quiere felicitarlo. Así transcurren las primeras horas, tras el anuncio del premio, para este escritor guatemalteco nacido en Honduras. Desde muy joven se interesó en la política. Eran los tiempos de una Guatemala de convulsiones sociales, inestabilidad y cuartelazos. Pero eso no le importaba. Le interesaban las ideas, los cambios. La situación se complica y en 1941 sale exiliado a México. Es ahí, prácticamente, donde Monterroso escribirá toda su obra literaria. Dice, ahora, que si pudiera escoger no cambiaría nada de lo que hizo en su vida. Se encuentra satisfecho, agrega. Sigue pensando también que en la prosa lo principal es la precisión. “La prosa no debe descubrirse, porque si se ve es mala”. Risas, palabras, humor. Especialmente humor. Eso es lo que caracteriza a Monterroso. Decir las cosas más serias, pero con humor. Y decirlas con exactitud, sin que sobre una frase ni una palabra. Es un orfebre. Un artesano de la sobriedad, de su estilo desnudo, libre, limpio y directo como el dardo que se clava en la palabra. Dos palabras clave: es el ingenio y la imaginación que permitieron a Monterroso escoger las armas para destruir un género –el cuento—para devolverle toda su fuerza original. Quiso reinventarlo. Y lo logró. Y de eso no cabe duda. Humor y sensatez se entremezclan en sus relatos y ensayos. La elegancia, dueña absoluta de su prosa; prosa limpia, llana, de pocos relieves que recuerdan la muestra más contundente de antibarroquismo.


Pregunta: Su nombre, Monterroso, cada vez que se pronuncia recuerda al del maestro del cuento. Usted ha recibido gran cantidad de premios y distinciones. Ahí están, por citar unos pocos, el Xavier Villaurrutia, en 1975 o el Juan Rulfo, en 1996. Y ahora se suma un nuevo premio, el Príncipe de Asturias de las Letras ¿ cuán grande ha sido esta noticia para usted ?

Respuesta: Enorme, desde luego. Ha sido una noticia muy grata e importante. Aprecio mucho este premio como lo aprecia tanta gente en el mundo, más ahora que se ha internacionalizado. El premio tiene un gran valor en México y en el resto de América Latina. Es un premio ampliamente reconocido y estoy muy feliz de haberlo podido obtener.

Pregunta: ¿ Lo tomó por sorpresa o sospechaba que podían otorgárselo ?

Respuesta: No me tomó tanto por sorpresa. Eso sí: siempre sorprende que se lo entreguen a uno. Yo había sido candidato en años anteriores. El príncipe de Asturias no es un premio fácil de obtener. Mi candidatura ha estado por mucho tiempo propuesta pero ahora, finalmente, me lo han entregado. Eso me tiene doblemente contento.

Pregunta: ¿Viene este premio, de alguna forma, a reconocer el valor de la literatura centroamericana ?

Respuesta: Claro. Me da mucho gusto que el premio haya recaído en esta zona tan olvidada por el mundo. América Central ha sido un poco relegada por su difícil situación política y económica. Con ello no quiero decir que en la región no haya una enorme cantidad de talento literario y de otros tipos. En la literatura me consta que hay grandes novelistas, grandes cuentistas, pero la circunstancia de que haya poca proyección hacia el exterior, hace que estos talentos pasen mucho tiempo inadvertidos. Ahí es donde entra mi caso.

Pregunta: Haciendo una reflexión más profunda de lo que usted ha dicho, se puede también afirmar que este premio, de cierta forma, ha contribuído a reducir esa “marginalidad” que pesa sobre la literatura centroamericana.

Respuesta: Al menos espero que tenga ese efecto. Que los escritores centroamericanos no tengamos siempre que salir de nuestros países para obtener cierto reconocimiento. Insisto que hay, que existe un enorme talento que trabaja y que se mueve en las sombras. Y es un talento y un trabajo que no son o no han sido debidamente reconocidos.

Pregunta: Muestra de ese enorme talento se encuentra en el caso del nicaragüense Sergio Ramírez, ganador del premio Alfaguara de Novela.

Respuesta: Así es. Hay otros antecedentes importantes. Recientemente se le entregó a Monteforte un importante premio. No olvide el caso de Miguel Ángel Asturias, que obtuvo el premio Nobel de Literatura. Pero son casos muy aislados y cosas que suceden esporádicamente, sin la frecuencia ni justicia con que deberían ocurrir.

Pregunta: El jurado del premio ha destacado la transformación que usted ha provocado en el relato breve, en el cuento. Y dicen, lo cito textualmente, “dotando al género de una intensidad literaria y una apertura de argumentos inéditos”.

Respuesta: La declaración del jurado me halaga. No quiero que suene a banalidad mía, pero creo que tienen razón. Lo digo desde una posición muy humilde. En un momento decidí, y le hablo ya de hace mucho tiempo, decidí salirme de las reglas del juego literario que venían imperando en Guatemala. Busqué en la literatura universal otros temas, otra forma de tratar las cosas. Es algo que me ha ocupado toda la vida. Tal vez a eso se refiere el jurado al fallar ese dictamen que usted ha citado.

Pregunta: ¿Cuándo y por qué prefirió usted dedicarse al cuento y no a la novela ?

Respuesta: Por mi formación literaria escogí el cuento. Hay otra cosa que se pueden decir sobre esto. En América Latina se practica mucho más el cuento que en Europa, por ejemplo. ¿Las razones? Pues bien: por dificultades de edición, de publicar novelas por la falta de editoriales. El cuento se practicó porque podía refugiarse en revistas y periódicos. Eso a lo largo de todo el continente. Así que por una necesidad real, el escritor latinoamericano escoge el cuento. No porque considere que el cuento es un paso a la novela o porque sea un género menor. Al contrario, el cuento se respeta muchísimo y se le considera como una obra de arte. Por lo menos es lo que me ha pasado a mí.

Pregunta: ¿ Dedónde viene, Monterroso, esa disciplina de orfebre que usted tiene a la hora de corregir textos ?

Respuesta: Soy autodicta y empecé a estudiar desde muy joven literatura universal. Comencé por la literatura española, la de los siglos de Oro. Leía mucho a Cervantes, Quevedo, las primeras ediciones de las obras de Gracián. Durante años me encerré en la Biblioteca Nacional de Guatemala, porque tenía la idea de que si me convertiría en escritor, debía conocer mi idioma. Le dediqué muchos años a mi formación. Fueron, han sido y seguirán siendo todavía muchas las horas de lectura y reflexión. Tuve que ir a la biblioteca porque era muy pobre y no tenía dinero para comprar libros nuevos. Así es que por obligación leí sólo clásicos. Eso me llevó a estudios más antiguos: a la literatura latina y a la griega, a las cuales me aficioné enormemente. Desde los griegos y los latinos la brevedad fue muy apreciada. Especialmente en la literatura latina se recomendaba la brevedad, la concisión y sobre todo el trabajo artístico. Creo que eso explica un poco su pregunta.

Pregunta: Y supongo que de ahí surge o se desprende también esa importancia que usted le concede al estilo.

Respuesta: Efectivamente. Insisto: aquel que se aventura a escribir cuentos, asume también el reto de hacer, de crear una obra de arte perdurable. En mi caso y en el de varios cuentistas latinoamericanos, buscamos que nuestros cuentos se relean. Hubo un concepto del cuento como materia deshechable. Se leía el cuento y ahí se acababa todo. Y es que muchos cuentos latinoamericanos y europeos se basaban en un final sorpresivo. La receta estaba obsoleta. Nuestro trabajo es el de hacer obras que sean releídas. Se trabaja un cuento como se trabaja una novela. El cuento debe ser denso, intenso, desde la primera hasta la última línea. No importa el final ni importa la historia. Importa la historia por la forma en que esté contada.

Pregunta: ¿ Es usted de los que comparten la idea que escribir un cuento es más complejo que escribir una novela ?

Respuesta: No lo creo, porque la novela tiene más campo para ser compleja (risas…) Pero quizá la dificultad del cuento reside en la sencillez, en tratar un sólo tema. Se tiene que llegar al fondo de las cosas; al fondo de las personas y lograr que lo que se cuente sea verdaderamente el reflejo de un problema humano. Es algo que a veces se consigue. Pero el ideal es ése. Por eso el ideal también de la re-lectura, permitiendo una mejor comprensión o valoración del cuento, de texto.

Pregunta: ¿ Por qué sostiene usted que un buen cuento será siempre un cuento triste?

Respuesta: Ese fue un momento en que Bárbara Jacobs y yo hicimos la “Antología del cuento triste”. Primero reflexionamos sobre el género cuento y lo relacionamos con la vida. Y encontramos que la vida presenta muchas facetas tristes, que la vida, vista profundamente, es triste, y esto por razones que no valen la pena mencionar ahora. Así que, cuando un cuento es bueno, es cuando ha retratado bien la vida. Si retrata bien la vida y la vida es triste, pues el cuento será triste también. Es simplemente un punto de vista personal.

Pregunta: Es usted autor de cuentos breves y brevísimos. Y ahí tiene un cuento como El Dinosaurio que está, paradójicamente, elevado por los “estudiosos” de su obra a la categoría de novela. Otros de sus cuentos están considerados como ensayos. ¿ Cómo ve esto ?

Respuesta: (risas…) ¿ Y cómo quiere que lo vea ? Imagínese al lector que se dirige a ese “ensayo” y se encuentra con que el texto, el famoso texto, consiste en una sóla línea…

Pregunta: Usted se ha destacado también por sus profundas reflexiones sobre la realidad latinoamericana. Y sin duda, ahora, el continente está experimentando importantes cambios a todo nivel. ¿ Es usted optimista sobre la dirección que están tomando estos cambios y el rumbo que están tomando nuestras sociedades?

Respuesta: No soy muy optimista. Y no lo soy porque se están viendo las cosas superficialmente. La economía y el comercio se han erigido como los ideales de la vida. Existe una enorme confusión entre democracia y capitalismo. La democracia, en nuestros países, se reduce a unas elecciones cuando se logran. Y elecciones justas se logran muy pocas veces. La verdadera preocupación de las democracias debe centrarse en el combate contra la miseria, la desigualdad, la pobreza máxima en grandes capas de las poblaciones. América Latina es víctima de grandes cambios, es cierto, pero también es víctima de confusiones nunca antes vistas. Por eso le digo que no soy optimista. Y no lo seré hasta que no vea un verdadero compromiso de los gobernantes para resolver los problemas de la desigualdad en nuestro continente.

(c) Pablo Gámez. Todos los derechos reservados.

* entrevista publicada originalmente en la revista Archivos del Sur