Pregunta
En La suma de los días se nota a una Isabel Allende más en armonía con su historia, con su pasado y presente.
¿Es así como usted se siente?
Respuesta
He llegado a una etapa en la que puedo mirar el pasado y ver con cierta claridad el camino recorrido, los errores cometidos (y a menudo repetidos), el tipo de persona que soy.
Con la edad uno no cambia mucho, simplemente se acentúan las características que uno siempre ha tenido, se aprende a vivir con ellas y sacarles partido. Me siento bien. Mi vida es buena.
Pregunta
¿Cuáles fueron los sentimientos que tuvo mientras escribía este libro?
¿Le causó dolor, alegría, su escritura?
Respuesta
Quise salvar los recuerdos de la familia. Nos han pasado muchas cosas interesantes y al escribirlas se me ordenan en la cabeza y en el corazón. Me causó alegría escribir el libro y también cierta preocupación, porque estaba traicionando la privacidad de otras personas. Hay una línea muy tenue entre lo que debo contar y lo que no me pertenece y debo callar.
Pregunta
La tribu que usted y su marido Willie han formado y describe en el libro revela el gusto por una forma de vivir más humana, más lejos de lo que se vive habitualmente en las grandes ciudades. ¿Ha querido revivir de esta manera su infancia, con una familia grande?
Respuesta
Tal vez porque he sido una eterna desterrada, como decía Pablo Neruda, la familia es tan importante para mí.
En cada parte donde he estado he intentado crear una nueva familia. Mi ideal es la comunidad que se forma con gente que se quiere y que ha elegido permanecer unida, aunque no tenga lazos de sangre.
Pregunta
Aparece en La suma de los días la voz de la autora hablándole por momentos a Paula, su hija. Parecería en esos momentos que le estuviera escribiendo una carta a Paula. ¿Es un recuerdo omnipresente el de Paula?
Respuesta
Paula está siempre presente en mi corazón y en la familia.
Hay fotos de ella por todas partes, cada día trabajamos en su honor en la Fundación , me llegan cientos de cartas de todas partes del mundo en que la nombran. No pasa un día sin que me acuerde de Paula, pero no vivo triste, ni mucho menos, el recuerdo es siempre alegre.
Pregunta
En diversos capítulos del libro aparece la creencia en distintas cosas: Yemanjá, la diosa del mar, la aparición de espíritus, la adivinación por los buzios o caracoles.
¿Cuáles de estas creencias están más presentes en su vida?
Respuesta
Me interesan los dioses paganos, la astrología, la espiritualidad, etc. porque le dan sabor y color a la vida (como la música o la buena comida) y sirven para la literatura, pero no creo realmente en nada de eso y no manejo mi vida de acuerdo a las predicciones de ningún psíquico o profeta. No soy una persona religiosa y no creo que sea necesario tener fe en algún dios para llevar una vida moral y hacer el bien. Definitivamente, no creo en ninguno de los dioses que ha inventado el patriarcado y en cuyo nombre se han cometido tantas atrocidades.
Pregunta
También habla usted de los sueños, como en el caso del sueño que describe en el capítulo de los jinetes de Mongolia. ¿Escribe habitualmente los sueños? ¿Los usa también para su escritura?
Respuesta
Los sueños me sirven para acceder a mi inconsciente, a la imaginación, a la intuición. Creo que cuando estoy despierta recojo mucha información que queda atesorada en un nivel profundo de la mente y que en el relajo del sueño puedo llegar a ella. Anoto los sueños significativos porque suelen repetirse. He aprendido a descifrar las imágenes oníricas, que me ayudan a resolver conflictos de la vida cotidiana y de la escritura.
Pregunta
Se nota en el libro una adaptación a la vida de California, con un sello muy latinoamericano que es de la familia.
¿Volvería a instalarse alguna vez en Chile?
Respuesta
Mi familia entera, salvo mis padres, viven fuera de Chile.
Mi hijo y mis nietos viven en California y creo que trataré siempre de estar cerca de ellos. Tengo un pie en Chile – voy por lo menos tres veces al año y me comunico a diario con mi madre – y por el momento eso me basta.
Pregunta
Ser jefa o cabeza de una tribu insume también una gran dedicación, de estar pendiente de los seres que conforman esa tribu. ¿Cuánto le lleva de su vida esta familia tribal?
Respuesta
Es cierto que vivo pendiente de mi tribu y que meto demasiado.
A veces, por tratar de protegerlos o de facilitarles las cosas, se me pasa la mano y tienen que regañarme.
Las responsabilidades que acarrea la familia nunca me han pesado, porque me parece que las compartimos, que todos aportamos lo que podemos para que esta comunidad funcione y nos beneficie a todos.
Pregunta
Acerca de la relación con su madre, aparece en el libro como una relación de dos personas con mucha confianza.
¿Ha sido así durante toda la vida o se han ido acercando con los años?
Respuesta
Mi madre es el amor más largo e incondicional de mi vida, comenzó antes de mi nacimiento y no me ha fallado nunca. Siempre hemos sido muy amigas. Hemos estado separadas buena parte de la vida, pero eso no ha sido impedimento para la comunicación, ya que nos escribimos todos los días, como una conversación eterna. Tengo un closet lleno de cartas de mi madre, envueltas en paquetes y marcadas por años. Si ella se va antes que yo, podré leer una carta de mi madre todos los días, hasta que me muera.
Pregunta
¿Qué ha ocurrido después de escribir el libro y antes de editarlo? ¿Ha cambiado cosas, ha modificado? ¿Cuál ha sido la repercusión del libro en "la tribu"?
Respuesta
La mitad de mi tribu no puede leer español, así es que hice traducir el manuscrito. Todos tuvieron ocasión de leerlo y cada uno vino a darme su opinión. Por supuesto que no todas las versiones calzaban con la mía, pero de esas conversaciones salió mucho material y no sólo aprendí a conocerlos mejor, sino que pude profundizar en los temas. Con la única persona que no pude ponerme de acuerdo fue con Harleigh, el hijo menor de mi marido, entonces preferí sacarlo por completo del libro. Para eso tuve que re-escribirlo, pero no había otra solución.
(c) Araceli Otamendi - Archivos del sur - todos los derechos reservados-
*entrevista realizada y publicada originalmente en la revista Archivos del Sur en Noviembre 2007
Credito de la fotografía:
William Gordon - gentileza Editorial Sudamericana -
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