jueves, 22 de septiembre de 2011

Entrevista a Vanina Muraro, artista y psicoanalista





(Buenos Aires)

Vanina Muraro (Buenos Aires, 1968) es artista plástica y psicoanalista. Ejerce la docencia en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Estudió dibujo y pintura con Carlos Gorriarena desde los 17 años. También ilustró libros y revistas y participó en muestras colectivas en el Centro Cultural Ricardo Rojas y en el Centro Cultural Borges. En el año 2001 realizó una exposición individual de dibujos en Liberarte, curada por Aníbal Cedrón.
Recientemente ha publicado el  libro Lunar perdido  que reúne dibujos suyos con prólogo de Germán Gárgano, editado por Paradiso.
La entrevisté para Archivos del Sur.



¿Cómo compaginás tu profesión de psicoanalista y docente  con el dibujo?

Trabajo como psicoanalista y como docente de la Facultad de Psicología hace ya 20 años, eso tiene sus días y sus horarios pero dibujar, dibujo todo el tiempo. No puedo evitarlo.

Por ejemplo, en las reuniones de cátedra ya se han acostumbrado a verme armada de mi libretita. Nos sentamos en ronda y se van turnando para sentarse frente a mí, las mujeres se sueltan el pelo y al final todos se acercan a mirar “cómo salieron”. Durante horas, entre charlas apasionadas dibujo: fragmentos de cuerpos, rostros, las tazas de café abandonadas sobre las mesas, las escrituras del pizarrón, las manos que acompañan con sus gestos las palabras.

El mes de octubre inauguro una muestra en Facultar, Centro de Cultura y Capacitación de APUBA que titulé “Reunidos” a partir de ese trabajo. Me parece que esa serie de dibujos sería lo que mejor responde a tu pregunta.

En tus dibujos se pueden apreciar observaciones de personajes y de la vida cotidiana. ¿Observás mucho antes de dibujar?

Observo mucho, todo el tiempo, soy una gran mirona. Tengo épocas en las que el dibujo se vuelve más naturalista y otras en las que prescindo del modelo. Cuando uno mira muchas veces y en detalle alguna cosa, empieza al descubrir algo que siempre estuvo ahí sin ser visto y después de repetir algún motivo, cualquiera sea, aunque parezca muy complejo, como podría ser un rostro, va perdiendo el respeto por la mimesis y lo puede contar con su propio lenguaje. Ése es el mejor momento.

En los personajes femeninos de tus dibujos se advierten escenas de madres con chicos, de mujeres pensantes, y también personajes con mascotas, por ejemplo. ¿Cuánto hay de vos en ellos?

Mucho. En mi caso el arte, más o menos explícitamente, siempre fue autobiográfico; sin que pudiera impedirlo siempre contó algo de lo que estaba transitando. Ser madre es la experiencia más intensa que he tenido y convivo diariamente con eso.

¿Cómo fue tu experiencia teniendo como maestro a  Carlos Gorriarena?

Fue una experiencia reveladora, empecé a ir a su taller cuando era una adolescente y
fue una experiencia única. Gorri nos enseñaba a mirar mientras aprendíamos a pintar. Eran noches atemporales, los encuentros en el taller. De pronto uno creía haber encontrado una pista, creía saber por dónde iba, cómo era y también se enojaba con su propia mano al perder la ruta para abruptamente volver a encontrarla. Noches radiantes de compartir el nacimiento a la pintura de algún compañero. Noches donde el recién nacido con júbilo y sorpresa era uno mismo,

Después cenábamos todos juntos y venían las recomendaciones, ir a ver tal o cual muestra, los descubrimientos, las huellas.

Se trataba de atravesar el impacto de una lectura sobre algo tan íntimo, algo que excluye al lenguaje: el pintor ponía a la vista lo que había hecho y se sentaba desnudo, en silencio a esperar las palabras de sus compañeros y del maestro. El cuadro ya no era de nadie sino de todos y cada uno de los presentes. Una experiencia de despojo y apropiación. Algunos se enojaban, otros quedaban frustrados y otros se iban felices, pero todos salíamos con los ojos poblados de imágenes a seguir pintando.

¿Empezaste a dibujar porque lo veías a tu padre dibujando?

Supongo que sí, era una escena cotidiana en mi casa. En algún momento del día, en general cuando se estaba terminando, mi padre dibujaba o pintaba. Yo me sentaba al lado y le pedía que me enseñase pero él me decía que no había nada para enseñar, que tenía que aprender dibujando. Me acuerdo que eso me daba muchísima rabia porque veía el contraste entre sus dibujos y los míos. Me parecía imposible que no pudiera darme algún truco, me frustraba.

A veces, el miraba mi hoja y me decía alguna cosa. Algo del estilo a: “Este te salió mejor” o “Seguí intentando, no rompas la hoja” y eso era todo. Y de algún modo inexplicable, ese método sirvió para que continuara dibujando.

¿Cuál es tu opinión acerca de lo que significa el arte, dibujar, escribir, esculpir, interpretar un instrumento, en la vida de las personas?

No lo sé, debe ser muy personal. Quizás te puedo responder lo que significa para mí. Eso depende mucho del momento que estoy viviendo. A veces es un refugio, donde volver a encontrarme, otras veces cuando estoy muy feliz dibujo en lugar de pegar saltos de alegría, también cuando estoy triste o cuando me duele el cuerpo es una manera de objetivar el dolor, de transformarlo en líneas. En todo caso es siempre un testigo de lo que va pasando y eso me permite volver a mí huella, reconocer dónde estuve, quién era.

¿Qué cosas te inspiran para dibujar y pintar?

Todo aquello que me conmueve y me conmueven muchísimas cosas. Cuando fui madre, por ejemplo, no pude evitar trazar una y otra vez la sensación de potencia que me producía el embarazo, la bestialidad del parto o la sensualidad que encierra el acto de amamantar. Pero aun más sutilmente aparecen en mis dibujos objetos con los que convivo cotidianamente: una lámpara, una lapicera, una taza.

Me encuentro similar al personaje del relato de Calvino, “La aventura de un fotógrafo” que dice con respecto a la fotografía: “-Porque una vez que has empezado -predicaba-, no hay razón alguna para detenerse. El paso entre la realidad que ha de ser fotografiada porque nos parece bella y la realidad que nos parece bella porque ha sido fotografiada, es brevísimo. Si fotografías a Pierluca mientras levanta un castillo de arena, no hay razón para no fotografiarlo mientras llora porque el castillo se ha desmoronado, y después mientras la niñera lo consuela mostrándole una concha en el medio de la arena”.

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nota en el blog de muestras/arte:
http://revistaarchivosdelsur-muestrasarte.blogspot.com/2011/09/libros-lunar-perdido-vanina-muraro.html


(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur - Todos los derechos reservados

2 comentarios:

  1. Intensas respuestas las de la artista. Como su obra. Hermosa entrevista.

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  2. Esto debe de haber sido muy lindo !
    Besos Vani !

    "..De pronto uno creía haber encontrado una pista, creía saber por dónde iba, cómo era y también se enojaba con su propia mano al perder la ruta para abruptamente volver a encontrarla. Noches radiantes de compartir el nacimiento a la pintura de algún compañero. Noches donde el recién nacido con júbilo y sorpresa era uno mismo."

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