Vivir encontrando la magia*
Fue una niña con dotes especiales, no sólo comenzó a actuar desde su primera infancia, sino que también se dedicó a enseñarle a los más humildes. Conoció de cerca el éxito en su carrera artística, pero también el vencimiento en una época oscura y violenta de nuestra historia. Sin embargo nada la amedrentó y siguió luchando desde diferentes espacios por los derechos humanos y también comenzó su incursión en las letras.
La Palabra tuvo el gusto de acceder a esta conmovedora historia de vida y de talento.
LP - Sus inicios en la radio tuvieron que ver con lo familiar y su entorno. Cuéntenos.
G.L. - Es bastante inusitada mi vida en todos los sentidos, papá Roberto Lopresti era actor y mamá, Celia Juárez, actriz. Mi mamá está viva, papá no. Pero lo mío ya venía de mi abuelita materna Rosa Rossi que era locutora. Además mi bisabuela era prima de Carlitos Chaplín, así que es algo genético.
Mamá trabajaba en LR1 Radio Nacional en el raioteatro “Los Pérez García” y un día tenían que buscar a un chico para que haga de Cachito, un personaje y de pronto Martín Zabalúa me dice -yo la había ido a acompañar a mamá- “Gloria, ¿te animás a poner voz de varoncito?”. Y yo le dije que sí, y ahí descubren, nadie lo sabía, que yo sabía leer, tenía cinco años y medio. Seguí en “Los Pérez García”, hasta los once años más o menos en que empezó a notarse que no era un varón. De pronto le llega a mamá la propuesta de que yo sea la protagonista de la audición denominada “Las andanzas de la Muñeca Mariquita Pérez” en LS4 Radio Splendid. En ese momento había una muñeca que se llamaba “Mariquita Pérez”, había dos famosas, otra era “Marilú”. El negocio de la muñeca abarcaba la mitad de lo que hoy día son las Galerías Pacífico, la otra mitad eran oficinas del Ferrocarril. Aún hoy me acuerdo de lo que eran las vidrieras. Vinieron diseñadores de España, porque la muñeca tenía patente española, me sacaron una muestra de pelo, colorearon los ojos de la muñeca lo más parecido a mis ojos y la muñeca entonces tenía mi color de pelo y de ojos. No era nada fácil para mí, sólo tenía diez años.
Digo que no era fácil para mí porque por ejemplo había una barra de muchachos en el barrio y la que estaba siempre con la barra era yo. Y además sin que mis padres lo supieran iba a enseñar a leer y a escribir a una villa miseria, cosa que empecé a hacer a los ocho años, mientras mis padres trabajaban, yo me iba a la villa. “Los Pérez García” era a la noche y lo de la muñeca era a la tarde, entonces me cortaba tanto la vagancia como la solidaridad, pero de alguna manera me las arreglaba e iba a la villa. Y un día mamá se entera porque encuentra un sello, me había hecho hacer uno que decía “Unidad bienhechora infantil”, porque en la villa había formado una biblioteca, entonces el trabajo que les daba a los chicos era que leyeran durante la semana un libro y se lo contaran a los otros chicos, para ello necesitaba tener una especie de biblioteca. Era una nena.
Trabajé mucho en radio hasta que aparece la televisión, me llaman y empiezo, mientras tanto había hecho teatro con Luis Arata bajo la dirección de Narciso Ibáñez Menta en la obra “El avaro”.
LP - ¿Cuál fue su formación actoral para comenzar en la televisión?
G.L. - Ninguna, trabajar, trabajar, trabajar. Sólo que yo tuve la suerte de trabajar casi permanentemente con don Armando Discépolo, entonces era como tener clase permanentemente, era una cosa de locos el talento que tenía, el mismo talento del hermano lo tenía él. Yo no creo que los actores no deban formarse, pero de pronto la vida te lleva a que te formes en la actuación y depende de los directores que tengas.
En el año ’73 empezamos los actores a tener problemas con la Triple A , yo estaba al frente de la Comisión de Derechos Humanos de la Asociación Argentina de Actores y empecé a tener problemas, amenazas y otras cosas. Entonces el trabajo disminuyó, seguía trabajando como actriz y además de eso animaba en la casa de Carlos Gardel animaba el show de tango y de eso vivía. El 31 de julio del ’77 me secuestran, no me llevan a ningún campo de concentración, simplemente, si se puede decir simplemente, nueve horas me torturan y me dejan por muerta en los terrenos aledaños de la Avenida General Paz. Ahí prácticamente se termina mi carrera de actriz. Este temblor que yo padezco es debido a las torturas. Pero tenía que trabajar de algo y además tenía que trabajar para salir de casa, para que no me agarre el pánico, y no conseguía trabajo en ningún lado, entonces me pongo a vender panchos y coca cola en Harrod’s. Allí me conoce la gente porque había distintos stands, era como un shopping más chico y me conoce la directora de belleza de una empresa de cosméticos y me pregunta si quiero ser experta de belleza. Le dije que sí y entré allí y a los tres meses ya era vendedora y supervisora de la empresa, o sea hice una carrera muy
importante, pero la dejé para irme con mi marido con quien había empezado a salir en el ’78. Me fui a Europa a una gira del Quinteto Tiempo, cuando volví otra vez a buscar trabajo, pero yo tenía tanto prestigio dentro de la cosmética que entré a otra empresa mucho más importante y donde desarrollé una carrera excelente, hasta que esta empresa fue vaciada a fines del ’80.
LP - Usted tiene una anécdota con Palito Ortega cuando vendía panchos y coca.
G.L. - ¡Ah, sí! Había filmado una película con Palito Ortega en el ’65 “Mi primera novia” y un día llega a Harrod’s y me ve detrás del mostrador con la camisa de coca cola, y me dice “hola Tana ¿estás filmando?”. Fue muy gracioso. Le dije: ¡no estoy trabajando!
Y me fue bien con los panchos o sea fui una buena vendedora tanto de cosmética como de panchos.
LP - ¿Cómo surge su otra veta, la literaria?
G.L. - Siempre tuve la costumbre de escribir poemas y cositas en servilletas, y cuadernos. Y me acompañaba una historia muy rara, muy muy rara, que no sé como a una criatura se le puede ocurrir. Que es la historia -obviamente imaginaria- de una mujer que por ser servil se va quedando jorobada de tanto decir, sí señor, sí señor, no señor, en el trabajo. Tan jorobada queda que no puede ver los carteles, los números de los colectivos y estaba ahí el cuentito. Mal escrito, escrito por una criatura. Y de pronto, tuve una amiga, la tengo porque siento que me acompaña, era muy buena actriz que se llamaba Irene Mónaco, éramos como hermanas. Entonces empecé a escribirle, sentí la necesidad de escribirle una carta. Y de ahí nace el libro donde empiezo a contar mi infancia, y le digo siempre fuiste tan generosa que nunca me preguntaste cómo fue mi infancia. Y describo la casa donde viví que era una casa maravillosa. Yo recomiendo que vayan a conocerla porque se puede entrar, es un pasaje en el Barrio Chino de Belgrano en la calle Arribeños 2350, es la réplica de un edificio español y declarada monumento nacional. Ahí me crié. Entonces empiezo a contar la vida de cada uno de los habitantes de allí y averiguar qué era de la vida de ellos. Las cosas de la vida... A mí me encantan leer los clasificados y un día le digo a mi marido: mirá esto. La noche anterior había estado hablando de la casa y había estado leyendo lo que yo había escrito de la casa. La casa es un personaje más de ese libro. Se vendía “mi” departamento, pero hete aquí que quienes lo compraron fueron los padres de una muchacha que también se llama Gloria y que nos conocimos en la cárcel defendiendo a los presos políticos. O sea creer o reventar. La cuestión es que estoy escribiendo este libro y se me cruza por la mitad del trabajo el famoso cuento de la mujer jorobada, entonces me pongo escribir. Me entra en la mente, pasa al corazón y de ahí a las manos. O sea que lo que escribo es como que ya lo tuviera escrito. Yo estaba pasando un momento muy malo con la enfermedad de mamá y dije me va a ser mejor si escribo este libro ahora y el otro lo termino después. Empecé a escribir cuentos. Ahora, toda mi vida fui muy machista, pero machista, machista, o sea podía ver llorar a una mujer, pero veía llorar a un hombre y me mataba. Cuando termino esto, termino con el cuento porque son cuentos y poemas, me doy cuenta que es la vida desde la visión de una mujer. sea que lo que ecribo es cvomo que tya lo tuvoiera escrito. Yo estaba pasando un momento muy malo con la enfermedad de mamá y dije me va deshacer, mejor si escribo este libro ahora y el otro lo termino después. Que en lugar de ser machista era casi feminista. Cambió el ángulo de la visión. Ahí quedó el libro escrito, quedó una copia.
La historia no se ha cerrado porque el libro se va a editar en Venezuela. Y después tengo que terminar el otro libro. Después vendrán otros libros u otros poemas. Pero siento que encontré lo que más me gusta. La vida de los actores es bastante difícil. Cuando hacía Las Aventuras de la Muñeca Mariquita Pérez que la escribía nada más y nada menos que la nieta del escritor Góngora -Leonor de Góngora- pero por contrato yo tenía todas las tardes por la calle Florida con la muñeca en la mano y vestida con el vestido típico de la muñeca. No era fácil. En realidad mi vida te darás cuenta que no es fácil pero sí es mágica.
LP - Tu infancia con dos actores importantes de la radio en ese momento ¿cómo te resultó? ¿Disfrutaste de ese ambiente con gente famosa y del reconocimiento popular?
G.L. - Nunca iba a fiestas del ambiente, no me interesaba. Tengo muchos amigos dentro del ambiente pero no iba a fiestas. Ir a una fiesta del ambiente era como llevar el trabajo también fuera de tu casa en los momentos libres. Y bueno, estoy orgullosa de mi vida. Dicen que hay que tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Tengo mi hijo, mis nietos, mi bisnieta. Plantamos con mi marido un árbol y escribí el libro. El prólogo lo va a hacer alguien a quien respeto mucho y que me empujaba a escribir: Marcelo Simón que es una autoridad. Está contento de hacer el prólogo y es un poco también hijo de él.
(c) Raúl Vigini
Raúl Vigini es el Director del Suplemento La Palabra - Diario La Opinión de Rafaela, Provincia de Santa Fe
NdeR: Gloria es esposa de Alejandro "Gurí" Jáuregui del Quinteto Tiempo.
Muy interesante el reportaje. Mi recuerdo de Gloria Lopresti es el de Radio El Mundo. En 1965 y dirigida por el padre había quince minutos de "Hombres de mar". Naturalmente ella había comenzado muchos antes.
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