(Buenos Aires)
La Boutique del Libro es una librería amplia, un sitio agradable y cálido, más parecido a una casa que a un negocio de San Isidro, un lugar a escasos kilómetros de Buenos Aires. Allí se llevó a cabo un diálogo público con el escritor español Juan José Millás conducido por Fernando Pérez Morales, uno de los propietarios de la Boutique del Libro. De modo que entrevistamos —el público también hizo muchas preguntas— al autor de Dos mujeres en Praga, obra ganadora del Premio Primavera de Novela 2002.
—¿Cómo apareció la idea del libro Dos mujeres en Praga?
—Es muy difícil contar cómo aparece la idea de una novela. A lo mejor un libro se empieza a fraguar veinte años antes. Una cosa apasionante es el proceso de reconstrucción de una novela, eso significa hablar de la cocina del escritor. Una idea que nunca he llevado a cabo es que cuando comienzo a escribir una novela también querría escribir un diario de navegación de esa novela, como si fuera el capitán de un barco y escribiera un diario de navegación. Si esto realmente fuera posible, la novela habría que tirarla a la basura y quedarse con el diario.
—¿Hay personajes o situaciones tomadas de la realidad en esa novela?
—Sí, hay un dato que tomé de la realidad y es un aviso publicado en el diario La Vanguardia, donde alguien se ofrecía a escribir biografías por encargo. Ese aviso estaba muy justificado, ya que la biografía era un regalo que se le podía hacer a los hijos o a los nietos. Porque cuando se mueren los padres tenemos la impresión de que no nos han contado todo lo que nos querían contar. Cuando vamos a vaciar la casa de nuestros padres que se han muerto, miramos los objetos de un modo especial y no les encontramos el significado porque estamos buscando que esas cosas, los objetos, nos digan lo que nuestros padres no nos han dicho en vida.
—A partir de ese aviso que encontraste, ¿cuál fue el proceso en que se gestó la novela?
—Había recortado el aviso y tenía la atención “flotante” sobre el tema, la idea creció en “la trastienda”, y en un momento surgió la idea de un taller literario como punto de partida. Un taller literario donde se daban clases de escritura y también en paralelo un trabajo más “negro”: escribir biografías por encargo. Entonces imaginé una mujer muy misteriosa, el personaje es misterioso a través de toda la novela. Está también la directora del taller que designa a un escritor joven para escribir la biografía de esta mujer. Es decir que la mujer no sabía escribir pero tenía una historia y el escritor joven sí podía escribir pero no tenía nada para contar.
—¿Cómo se insertó eso en tu obra?
—El tema se refleja en un personaje de otra novela El desorden de tu nombre que oye “la Internacional”. En El desorden de tu nombre básicamente se trata de un hombre que cuando sale de la consulta con el psicoanalista atraviesa un parque y en ese parque ve a una mujer y se enamora de ella. El hombre es un editor, un escritor frustrado que busca historias para escribir una novela. Un día se le ocurre una idea, que es la idea de la novela y resulta que esa mujer de la que se enamora es la mujer de su psicoanalista pero él lo desconoce. Es absolutamente imposible saber cuándo el personaje imagina la novela y cuándo se está narrando la realidad. En cambio, en Dos mujeres en Praga, la mujer cuenta cosas que a veces no son ciertas, ocurre como con el canario, que era irreal pero no se podía decir tampoco que fuera una mentira. Como si las fantasías y los sueños no existieran, sabemos que tienen su realidad. Cuando se quiere conocer una época de la historia dicen que hay que leer antes a los novelistas que a los historiadores, porque a través de la ficción se llega a la realidad. El caso de John Le Carré, por ejemplo, quien quiera saber cómo era la Guerra Fría tendrá que leer libros de este autor.
—A John Le Carré lo acusaban de espía, de “topo”.
—John Le Carré escribía sobre espías cansados, que no creen en lo que hacen. Dicen que la CIA para contrarrestar este tipo de personajes, inventó a otro autor, no se sabe quién era, que escribía sobre otro tipo de espías, más americano.
—En la historia de Dos mujeres en Praga el azar tiene un gran peso...
—Este tema me interesa mucho, es una gran pregunta, si la vida tiene sentido, porque la percepción que nosotros tenemos de la existencia es de un puro caos, que la vida está hecha de contingencias en el sentido filosófico del término. Además las cosas que ocurren no están puestas al servicio de un sentido. En la novela, hay un personaje y el narrador dice que él tiene un sentido religioso del término. Religión viene de re-ligare, de unir. Y el personaje quiere creer que lo que le sucede, le sucede por algo. Borges decía que el azar es un modo de causalidad cuyas leyes ignoramos. Cortázar era especial para detectar esos azares. También Paul Auster trabaja muy bien con el tema del azar. En la literatura todo lo que ocurre es necesario porque sino fuera así, lo quitaríamos. Creo que se está cuestionando el concepto de realidad. Tampoco hay que estudiar mucho para saber que la realidad es la ficción. Castaneda decía que realidad es lo que decimos que es realidad. Esto no es algo nuevo. Sí me interesaría señalar que una originalidad de mi novela consiste en utilizar un género que se utiliza para contar la realidad, que es el reportaje que en lugar de contar algo real cuenta una ficción. Sería el caso inverso de A sangre fría de Truman Capote. Yo he escrito la novela con el tono con el que se escribe un reportaje. El narrador empieza en tercera persona y después de algunas páginas el narrador aparece y toma partido de lo que cuenta. Yo creo que como decía Fernando Pessoa “somos del tamaño de lo que vemos”. Me interesa mucho trabajar con el punto de vista, porque el espacio del narrador es un espacio visual, durante los siglos XIX y XX no se ha reflexionado sobre el asunto. El narrador siempre era una convención necesaria. Yo leía lo que el narrador decía de sí mismo.
—¿Cómo se acerca más el lector a vos, autor, a través del narrador o de los personajes?
-—A través de quién nos cuenta la historia. Cuando alguien me cuenta una historia, me la cuenta por algo. La figura del narrador se tiene que justificar, tiene que decir por qué está contando esa historia. Me parece muy interesante el tema del punto de vista, no se puede observar algo sin formar parte de lo observado y tampoco sin modificar lo observado.
—¿Cómo se puede conocer más al autor?
—A través del personaje de María José, porque María José es un personaje que es diestra pero decide utilizar su mano izquierda como un aprendizaje intelectual, todo lo hace con el cuádruple de esfuerzo. Es un personaje ingenuo y muy honesto, es la que pone en cuestión la realidad. Ella se tapa el ojo derecho para ver la realidad desde un sitio distinto del que habitualmente la ve. Lo importante es la búsqueda de un modo no convencional de ver la realidad.
—Se nota que hay afecto y respeto sobre los secretos y misterios de los personajes...
—Todos los personajes son respetuosos. Esta novela es el resultado de un acuerdo entre la mano derecha y la mano izquierda. Pienso que toda novela es el resultado entre lo que tú quieres decir y lo que las palabras quieren decir. Si se escribiera lo que uno quiere escribir resultaría un texto autista e incomunicable. En general todas las cosas más importantes son resultado de un acuerdo. Y también pienso que la vida es el resultado de un pacto diario con nosotros mismos. Esta novela está escrita en las fronteras entre la realidad y la ficción. Siempre me ha interesado la novela fronteriza.
Consultado por la revista electrónica Archivos del Sur, acerca del fenómeno de los lectores que escriben y envían relatos que Millás lee por radio en un programa de la cadena SER y luego se hace una selección que sale publicada en el suplemento Babelia del diario El País —algo similar a la experiencia de Paul Auster con los norteamericanos que enviaron relatos que el escritor leyó también por la radio y fueron compilados después en el libro Creía que mi padre era Dios—, y si sobre si este fenómeno apunta a una desacralización de la literatura, Millás respondió que lo de Auster fue distinto, ya que se le pedía al público que contara experiencias reales.
En el caso del escritor español, los oyentes de la cadena SER envían relatos con una consigna presentada por Millás, y en algunos casos —según el autor— han escrito en pocas palabras obras maestras que han sido publicadas en Babelia.
En cuanto al Premio Primavera que recibió por Dos mujeres en Praga, Millás dijo que esa novela cierra una etapa y que consideraba que la obra merecía un tratamiento especial, por eso la presentó al concurso que ganó.
La Boutique del Libro es una librería amplia, un sitio agradable y cálido, más parecido a una casa que a un negocio de San Isidro, un lugar a escasos kilómetros de Buenos Aires. Allí se llevó a cabo un diálogo público con el escritor español Juan José Millás conducido por Fernando Pérez Morales, uno de los propietarios de la Boutique del Libro. De modo que entrevistamos —el público también hizo muchas preguntas— al autor de Dos mujeres en Praga, obra ganadora del Premio Primavera de Novela 2002.
—¿Cómo apareció la idea del libro Dos mujeres en Praga?
—Es muy difícil contar cómo aparece la idea de una novela. A lo mejor un libro se empieza a fraguar veinte años antes. Una cosa apasionante es el proceso de reconstrucción de una novela, eso significa hablar de la cocina del escritor. Una idea que nunca he llevado a cabo es que cuando comienzo a escribir una novela también querría escribir un diario de navegación de esa novela, como si fuera el capitán de un barco y escribiera un diario de navegación. Si esto realmente fuera posible, la novela habría que tirarla a la basura y quedarse con el diario.
—¿Hay personajes o situaciones tomadas de la realidad en esa novela?
—Sí, hay un dato que tomé de la realidad y es un aviso publicado en el diario La Vanguardia, donde alguien se ofrecía a escribir biografías por encargo. Ese aviso estaba muy justificado, ya que la biografía era un regalo que se le podía hacer a los hijos o a los nietos. Porque cuando se mueren los padres tenemos la impresión de que no nos han contado todo lo que nos querían contar. Cuando vamos a vaciar la casa de nuestros padres que se han muerto, miramos los objetos de un modo especial y no les encontramos el significado porque estamos buscando que esas cosas, los objetos, nos digan lo que nuestros padres no nos han dicho en vida.
—A partir de ese aviso que encontraste, ¿cuál fue el proceso en que se gestó la novela?
—Había recortado el aviso y tenía la atención “flotante” sobre el tema, la idea creció en “la trastienda”, y en un momento surgió la idea de un taller literario como punto de partida. Un taller literario donde se daban clases de escritura y también en paralelo un trabajo más “negro”: escribir biografías por encargo. Entonces imaginé una mujer muy misteriosa, el personaje es misterioso a través de toda la novela. Está también la directora del taller que designa a un escritor joven para escribir la biografía de esta mujer. Es decir que la mujer no sabía escribir pero tenía una historia y el escritor joven sí podía escribir pero no tenía nada para contar.
—¿Cómo se insertó eso en tu obra?
—El tema se refleja en un personaje de otra novela El desorden de tu nombre que oye “la Internacional”. En El desorden de tu nombre básicamente se trata de un hombre que cuando sale de la consulta con el psicoanalista atraviesa un parque y en ese parque ve a una mujer y se enamora de ella. El hombre es un editor, un escritor frustrado que busca historias para escribir una novela. Un día se le ocurre una idea, que es la idea de la novela y resulta que esa mujer de la que se enamora es la mujer de su psicoanalista pero él lo desconoce. Es absolutamente imposible saber cuándo el personaje imagina la novela y cuándo se está narrando la realidad. En cambio, en Dos mujeres en Praga, la mujer cuenta cosas que a veces no son ciertas, ocurre como con el canario, que era irreal pero no se podía decir tampoco que fuera una mentira. Como si las fantasías y los sueños no existieran, sabemos que tienen su realidad. Cuando se quiere conocer una época de la historia dicen que hay que leer antes a los novelistas que a los historiadores, porque a través de la ficción se llega a la realidad. El caso de John Le Carré, por ejemplo, quien quiera saber cómo era la Guerra Fría tendrá que leer libros de este autor.
—A John Le Carré lo acusaban de espía, de “topo”.
—John Le Carré escribía sobre espías cansados, que no creen en lo que hacen. Dicen que la CIA para contrarrestar este tipo de personajes, inventó a otro autor, no se sabe quién era, que escribía sobre otro tipo de espías, más americano.
—En la historia de Dos mujeres en Praga el azar tiene un gran peso...
—Este tema me interesa mucho, es una gran pregunta, si la vida tiene sentido, porque la percepción que nosotros tenemos de la existencia es de un puro caos, que la vida está hecha de contingencias en el sentido filosófico del término. Además las cosas que ocurren no están puestas al servicio de un sentido. En la novela, hay un personaje y el narrador dice que él tiene un sentido religioso del término. Religión viene de re-ligare, de unir. Y el personaje quiere creer que lo que le sucede, le sucede por algo. Borges decía que el azar es un modo de causalidad cuyas leyes ignoramos. Cortázar era especial para detectar esos azares. También Paul Auster trabaja muy bien con el tema del azar. En la literatura todo lo que ocurre es necesario porque sino fuera así, lo quitaríamos. Creo que se está cuestionando el concepto de realidad. Tampoco hay que estudiar mucho para saber que la realidad es la ficción. Castaneda decía que realidad es lo que decimos que es realidad. Esto no es algo nuevo. Sí me interesaría señalar que una originalidad de mi novela consiste en utilizar un género que se utiliza para contar la realidad, que es el reportaje que en lugar de contar algo real cuenta una ficción. Sería el caso inverso de A sangre fría de Truman Capote. Yo he escrito la novela con el tono con el que se escribe un reportaje. El narrador empieza en tercera persona y después de algunas páginas el narrador aparece y toma partido de lo que cuenta. Yo creo que como decía Fernando Pessoa “somos del tamaño de lo que vemos”. Me interesa mucho trabajar con el punto de vista, porque el espacio del narrador es un espacio visual, durante los siglos XIX y XX no se ha reflexionado sobre el asunto. El narrador siempre era una convención necesaria. Yo leía lo que el narrador decía de sí mismo.
—¿Cómo se acerca más el lector a vos, autor, a través del narrador o de los personajes?
-—A través de quién nos cuenta la historia. Cuando alguien me cuenta una historia, me la cuenta por algo. La figura del narrador se tiene que justificar, tiene que decir por qué está contando esa historia. Me parece muy interesante el tema del punto de vista, no se puede observar algo sin formar parte de lo observado y tampoco sin modificar lo observado.
—¿Cómo se puede conocer más al autor?
—A través del personaje de María José, porque María José es un personaje que es diestra pero decide utilizar su mano izquierda como un aprendizaje intelectual, todo lo hace con el cuádruple de esfuerzo. Es un personaje ingenuo y muy honesto, es la que pone en cuestión la realidad. Ella se tapa el ojo derecho para ver la realidad desde un sitio distinto del que habitualmente la ve. Lo importante es la búsqueda de un modo no convencional de ver la realidad.
—Se nota que hay afecto y respeto sobre los secretos y misterios de los personajes...
—Todos los personajes son respetuosos. Esta novela es el resultado de un acuerdo entre la mano derecha y la mano izquierda. Pienso que toda novela es el resultado entre lo que tú quieres decir y lo que las palabras quieren decir. Si se escribiera lo que uno quiere escribir resultaría un texto autista e incomunicable. En general todas las cosas más importantes son resultado de un acuerdo. Y también pienso que la vida es el resultado de un pacto diario con nosotros mismos. Esta novela está escrita en las fronteras entre la realidad y la ficción. Siempre me ha interesado la novela fronteriza.
Consultado por la revista electrónica Archivos del Sur, acerca del fenómeno de los lectores que escriben y envían relatos que Millás lee por radio en un programa de la cadena SER y luego se hace una selección que sale publicada en el suplemento Babelia del diario El País —algo similar a la experiencia de Paul Auster con los norteamericanos que enviaron relatos que el escritor leyó también por la radio y fueron compilados después en el libro Creía que mi padre era Dios—, y si sobre si este fenómeno apunta a una desacralización de la literatura, Millás respondió que lo de Auster fue distinto, ya que se le pedía al público que contara experiencias reales.
En el caso del escritor español, los oyentes de la cadena SER envían relatos con una consigna presentada por Millás, y en algunos casos —según el autor— han escrito en pocas palabras obras maestras que han sido publicadas en Babelia.
En cuanto al Premio Primavera que recibió por Dos mujeres en Praga, Millás dijo que esa novela cierra una etapa y que consideraba que la obra merecía un tratamiento especial, por eso la presentó al concurso que ganó.
(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur
*entrevista publicada originalmente en la revista Archivos del Sur y en el sitio web Librusa
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente esta nota